No hay forma de borrar del corazón de muchas personas, ese sentimiento de maldad, de juicio, de sentirse dueños del mundo y que nadie más tiene derecho.
Había una esperanza, tibia, tenue, quizás un poco frágil pero esperanza al fin: que luego de sufrir esta pandemia infame, era la oportunidad como dijera el papa francisco: “justo el momento de salir tomados de la mano; sin embargo estamos demostrando que tenemos todavía en nosotros el espíritu de Caín, que mira a Abel no como un hermano sino como a un rival, y solo piensa en cómo eliminarlo”
No hay forma de borrar del corazón de muchas personas, ese sentimiento de maldad, de juicio, de sentirse dueños del mundo y que nadie más tiene derecho.
Hoy reflexiono sobre esto, y recuerdo una situación vivida de manera interesante por un hombre que fue cuestionado cuando lo encontraron sembrando un árbol que solo daría frutos pasados treinta años; eres demasiado optimista si crees que vivirás para ver ese árbol dando frutos, le increpaban.
El hombre respondió: “Quizás yo no alcance a disfrutarlo, pero mis sucesores si lo podrán hacer, pienso más en ellos que en mi”
¿Y qué tal si hoy propiciamos un acto de amor…? Sin esperar nada a cambio.
A mis manos llegó esta bonita nota que nos invita a reflexionar un poco y que hoy me animo a compartir de manera especial con ustedes.
“En ciertos lugares del mundo, existen playas que después que baja la marea, quedan cubiertas por millones de estrellas de mar, totalmente indefensas ya que todavía no han desarrollado su caparazón.
Su delicada piel no soporta el calor del sol y terminan muriendo.
Un día, caminando por la playa, reparé en un niño que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar.
Hacía lo mismo una y otra vez…
Tan pronto como me aproximé, me di cuenta que el niño recogía a las frágiles estrellitas de mar y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigado, le pregunté por qué estaba haciendo eso y me respondió: Estoy devolviendo estas estrellas de mar al agua. Como puede ver, la marea es baja y si no las arrojo rápido, morirán aquí deshidratadas.
Entiendo, le dije, pero debe haber millones de estrellitas de mar sobre la playa y nunca podrías devolverlas a todas. ¡Son demasiadas!
¿Acaso no estás haciendo algo que no tiene sentido?
El niño sonrió, se inclinó, tomó una estrellita y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió: “Para esta si tuvo sentido… para esta y esta también.”
Sonreí, me incliné, tomé una estrella de mar, mientras decía “y para esta… y esta…”
Otras personas que estaban observando y escuchando lo que sucedía, tomaron la misma actitud. En un momento éramos cientos. Se podía escuchar desde lejos un coro que decía: “Y para esta… y esta…”
“Cada acto de amor que hagamos a nuestros seres queridos, amigos, compañeros de trabajo, conocidos o no, es una estrellita que devuelves al mar…”
“Sé que en este mundo complicado y materialista, un solo gesto de ternura y solidaridad tal vez no alcance. Pero si nos sumamos, como en la playa, lograremos que millones de almas en este mundo, puedan tener una esperanza de vida y vivir en paz en las quietas y plácidas aguas de Dios.
Sumemos intenciones, voluntades, deseos, pero sobre todo acciones y hechos, solo así un mundo mejor será posible”.
¿Y qué tal si hoy propiciamos un acto de amor…? Sin esperar nada a cambio, es cuestión de actitud y nobleza de corazón. Sólo Eso
No hay forma de borrar del corazón de muchas personas, ese sentimiento de maldad, de juicio, de sentirse dueños del mundo y que nadie más tiene derecho.
Había una esperanza, tibia, tenue, quizás un poco frágil pero esperanza al fin: que luego de sufrir esta pandemia infame, era la oportunidad como dijera el papa francisco: “justo el momento de salir tomados de la mano; sin embargo estamos demostrando que tenemos todavía en nosotros el espíritu de Caín, que mira a Abel no como un hermano sino como a un rival, y solo piensa en cómo eliminarlo”
No hay forma de borrar del corazón de muchas personas, ese sentimiento de maldad, de juicio, de sentirse dueños del mundo y que nadie más tiene derecho.
Hoy reflexiono sobre esto, y recuerdo una situación vivida de manera interesante por un hombre que fue cuestionado cuando lo encontraron sembrando un árbol que solo daría frutos pasados treinta años; eres demasiado optimista si crees que vivirás para ver ese árbol dando frutos, le increpaban.
El hombre respondió: “Quizás yo no alcance a disfrutarlo, pero mis sucesores si lo podrán hacer, pienso más en ellos que en mi”
¿Y qué tal si hoy propiciamos un acto de amor…? Sin esperar nada a cambio.
A mis manos llegó esta bonita nota que nos invita a reflexionar un poco y que hoy me animo a compartir de manera especial con ustedes.
“En ciertos lugares del mundo, existen playas que después que baja la marea, quedan cubiertas por millones de estrellas de mar, totalmente indefensas ya que todavía no han desarrollado su caparazón.
Su delicada piel no soporta el calor del sol y terminan muriendo.
Un día, caminando por la playa, reparé en un niño que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar.
Hacía lo mismo una y otra vez…
Tan pronto como me aproximé, me di cuenta que el niño recogía a las frágiles estrellitas de mar y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigado, le pregunté por qué estaba haciendo eso y me respondió: Estoy devolviendo estas estrellas de mar al agua. Como puede ver, la marea es baja y si no las arrojo rápido, morirán aquí deshidratadas.
Entiendo, le dije, pero debe haber millones de estrellitas de mar sobre la playa y nunca podrías devolverlas a todas. ¡Son demasiadas!
¿Acaso no estás haciendo algo que no tiene sentido?
El niño sonrió, se inclinó, tomó una estrellita y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió: “Para esta si tuvo sentido… para esta y esta también.”
Sonreí, me incliné, tomé una estrella de mar, mientras decía “y para esta… y esta…”
Otras personas que estaban observando y escuchando lo que sucedía, tomaron la misma actitud. En un momento éramos cientos. Se podía escuchar desde lejos un coro que decía: “Y para esta… y esta…”
“Cada acto de amor que hagamos a nuestros seres queridos, amigos, compañeros de trabajo, conocidos o no, es una estrellita que devuelves al mar…”
“Sé que en este mundo complicado y materialista, un solo gesto de ternura y solidaridad tal vez no alcance. Pero si nos sumamos, como en la playa, lograremos que millones de almas en este mundo, puedan tener una esperanza de vida y vivir en paz en las quietas y plácidas aguas de Dios.
Sumemos intenciones, voluntades, deseos, pero sobre todo acciones y hechos, solo así un mundo mejor será posible”.
¿Y qué tal si hoy propiciamos un acto de amor…? Sin esperar nada a cambio, es cuestión de actitud y nobleza de corazón. Sólo Eso