Las regiones de nuestro país son el mejor entramado para explicar lo multicultural que somos, pero como buen estado latinoamericano se deja buitrear (aprovechar) por la corrupción.
Colombia es sinónimo de diversidad cultural, de hecho, nuestra identidad es un concepto amplio que hemos desarrollado durante mucho tiempo.
Las regiones de nuestro país son el mejor entramado para explicar lo multicultural que somos, pero como buen estado latinoamericano se deja buitrear (aprovechar) por la corrupción.
Pero definamos la corrupción como aquella actuación que viola los principios de comportamiento éticos y morales, que llegan a perjudicar los recursos públicos y el interés general y que produce un beneficio al interés privado, el cual se puede ver reflejado en diferentes tipos: monetaria, de posición, política, de información privilegiada, entre otras.
Sin embargo, explicar este acto desviado resulta complejo, muchas veces escuchamos por los medios de comunicación las personas que son procesadas por este delito, en la mayoría son ciudadanos con privilegios socioeconómicos, sin embargo, no son los únicos que incurren en ello, pues estamos nosotros, los ciudadanos ofendidos, pero que delinquimos.
Quiero dejar algo muy claro, y es que este país no necesita únicamente políticos con buenas intenciones, sino también; funcionarios y servidores públicos que ejerzan sus funciones con total transparencia, que los ciudadanos confíen en las instituciones, que no sobornen al servidor o funcionario para que le hagan el llamado “favorcito”.
Es evidente como se ha gestado la corrupción en nuestro país. Estas situaciones deben ser objeto de un profundo análisis nacional, ya que en nuestro país se han creado instituciones, tipos penales, leyes y hasta hemos aumentado las sanciones para impedir este flagelo, pero los resultados son todo lo contrario y observamos como aumentan estas cifras cada año.
Según expertos, en nuestro país se pierden alrededor de 50 billones de pesos, esto equivale al 17% del presupuesto nacional del 2021. Con estas cifras queda claro que las políticas que se han promovido desde el estado no han sido suficientes, el estado ha fracaso en esta lucha, pero nos queda la lucha desde la academia y la sociedad civil.
Por esto se hace necesario iniciar un movimiento de deconstrucción social y cultural, con el objetivo de establecer nuevos principios de interacción entre el individuo y la sociedad. Ya que aquellos valores éticos y morales preestablecidos en esa conciencia colectiva, no cumplen la función de educación, ni mucho menos de sanción para quien la incumple. Por ende, me atrevo a decir que hoy la corrupción es el resultado de la culturización de esta conducta desviada.
Con esta columna quiero invitar a la ciudadanía que dejemos de decir “que roben, pero que hagan”. Este tipo de frases deben desaparecer de nuestro vocabulario y comenzar a sancionar este tipo de conductas. Dejando atrás esta cultura de corrupción, y recuerde que el problema no solo es de los políticos, también es de nosotros.
Por Alfredo Quintero García
Las regiones de nuestro país son el mejor entramado para explicar lo multicultural que somos, pero como buen estado latinoamericano se deja buitrear (aprovechar) por la corrupción.
Colombia es sinónimo de diversidad cultural, de hecho, nuestra identidad es un concepto amplio que hemos desarrollado durante mucho tiempo.
Las regiones de nuestro país son el mejor entramado para explicar lo multicultural que somos, pero como buen estado latinoamericano se deja buitrear (aprovechar) por la corrupción.
Pero definamos la corrupción como aquella actuación que viola los principios de comportamiento éticos y morales, que llegan a perjudicar los recursos públicos y el interés general y que produce un beneficio al interés privado, el cual se puede ver reflejado en diferentes tipos: monetaria, de posición, política, de información privilegiada, entre otras.
Sin embargo, explicar este acto desviado resulta complejo, muchas veces escuchamos por los medios de comunicación las personas que son procesadas por este delito, en la mayoría son ciudadanos con privilegios socioeconómicos, sin embargo, no son los únicos que incurren en ello, pues estamos nosotros, los ciudadanos ofendidos, pero que delinquimos.
Quiero dejar algo muy claro, y es que este país no necesita únicamente políticos con buenas intenciones, sino también; funcionarios y servidores públicos que ejerzan sus funciones con total transparencia, que los ciudadanos confíen en las instituciones, que no sobornen al servidor o funcionario para que le hagan el llamado “favorcito”.
Es evidente como se ha gestado la corrupción en nuestro país. Estas situaciones deben ser objeto de un profundo análisis nacional, ya que en nuestro país se han creado instituciones, tipos penales, leyes y hasta hemos aumentado las sanciones para impedir este flagelo, pero los resultados son todo lo contrario y observamos como aumentan estas cifras cada año.
Según expertos, en nuestro país se pierden alrededor de 50 billones de pesos, esto equivale al 17% del presupuesto nacional del 2021. Con estas cifras queda claro que las políticas que se han promovido desde el estado no han sido suficientes, el estado ha fracaso en esta lucha, pero nos queda la lucha desde la academia y la sociedad civil.
Por esto se hace necesario iniciar un movimiento de deconstrucción social y cultural, con el objetivo de establecer nuevos principios de interacción entre el individuo y la sociedad. Ya que aquellos valores éticos y morales preestablecidos en esa conciencia colectiva, no cumplen la función de educación, ni mucho menos de sanción para quien la incumple. Por ende, me atrevo a decir que hoy la corrupción es el resultado de la culturización de esta conducta desviada.
Con esta columna quiero invitar a la ciudadanía que dejemos de decir “que roben, pero que hagan”. Este tipo de frases deben desaparecer de nuestro vocabulario y comenzar a sancionar este tipo de conductas. Dejando atrás esta cultura de corrupción, y recuerde que el problema no solo es de los políticos, también es de nosotros.
Por Alfredo Quintero García