Y hoy más que nunca se evidencian las profecías bíblicas, que interpretan el pasado e inspiran el presente, para entender el futuro: se levantarán nación contra nación, reino contra reino y habrá terremotos, hambre y alboroto, profetizan Marcos y Mateo, y son apenas principios de dolores.
La política que mata personas no salva la economía, puso en contexto el gobernador de Sao Paulo (Brasil), Joao Agripino de Costa Doria Jr., al inicio de la pandemia del Covid-19, cuando poco o nada se conocía acerca del letal virus, y hasta se polarizó la opinión entre los partidarios del confinamiento para salvar vidas y los que desaprobaban esa idea temiendo enormes pérdidas económicas por la prohibición de salir a trabajar.
Nada justifica la pérdida de vidas humanas por la prosperidad de un país, porque más temprano que tarde lo cobra la historia, y esto para llegar a los que le hacen “loa” al exdictador Chileno, Augusto Pinochet, por el auge económico del país austral, pero tristemente recordado por sus atrocidades, cuando gobernó entre 1973 y 1990 y derrocó al presidente demócrata Salvador Allende, época signada por crímenes de lesa humanidad, torturas o desapariciones por las que fue encarcelado en Inglaterra en 1988, tras un auto de procesamiento dictado por el Juez de Jueces Español, Baltazar Garzón.
Eran las fórmulas de las viejas dictaduras militares: encierro, destierro o entierro, lo reafirma el escritor hondureño, Tito Monterroso. En Colombia no estamos lejos de esas nefastas prácticas que se traducen en falsos positivos, masacres y el exterminio de líderes sociales.
La historia da testimonio fiel de lo que está bien contado y ella misma se reprocha lo que se cuenta mal, porque se convierte en la mentira encuadernada, premisa que nos permite una visión de expertos internacionales que se retrotraen a la génesis del conflicto Rusia-Ucrania.
Traen a relucir el común denominador de las potencias por ejercer influencias en la mal llamada grandeza imperialista, en términos de expansión y supremacía de poder, por someter y bloquear a las naciones que disponen de riqueza minero-energética, que no satisfagan sus intereses.
Es la explicación del sinnúmero de invasiones y bombardeos entre naciones, aún con la misma historia, lengua, cultura y tradiciones, como es el caso de Rusia y Ucrania, pero el récord Guinness lo tiene Estados Unidos, que junto a Occidente mantienen la hegemonía continental, arena internacional que también quieren regular otros países, como el caso de Rusia, que de la mano de Vladimir Putin, ha logrado resurgir como potencia, igual que China, Corea del Norte, Turquía e Irán, que a la sazón le muestran los dientes al bloque antagónico y trazan un nuevo orden mundial.
Y hoy más que nunca se evidencian las profecías bíblicas, que interpretan el pasado e inspiran el presente, para entender el futuro: se levantarán nación contra nación, reino contra reino y habrá terremotos, hambre y alboroto, profetizan Marcos y Mateo, y son apenas principios de dolores.
La onda radiactiva de una guerra nuclear haría desaparecer de la faz de la tierra hasta al mismo gusano, que nos come a todos, a ricos y pobres, al soldado que cuida a los dos, al que tributa, que sostiene a los tres; al obrero, que trabaja por los cuatro; al flojo, que vive de los cinco; al usurero, que explota a los seis; al abogado, que condena a los siete; al cantinero, que envenena a los ocho; al cura, que confiesa a los nueve; al médico, a quien se le mueren los 10; al sepulturero, que entierra a los 11 y al gusano, que se come a los 12.
Y hoy más que nunca se evidencian las profecías bíblicas, que interpretan el pasado e inspiran el presente, para entender el futuro: se levantarán nación contra nación, reino contra reino y habrá terremotos, hambre y alboroto, profetizan Marcos y Mateo, y son apenas principios de dolores.
La política que mata personas no salva la economía, puso en contexto el gobernador de Sao Paulo (Brasil), Joao Agripino de Costa Doria Jr., al inicio de la pandemia del Covid-19, cuando poco o nada se conocía acerca del letal virus, y hasta se polarizó la opinión entre los partidarios del confinamiento para salvar vidas y los que desaprobaban esa idea temiendo enormes pérdidas económicas por la prohibición de salir a trabajar.
Nada justifica la pérdida de vidas humanas por la prosperidad de un país, porque más temprano que tarde lo cobra la historia, y esto para llegar a los que le hacen “loa” al exdictador Chileno, Augusto Pinochet, por el auge económico del país austral, pero tristemente recordado por sus atrocidades, cuando gobernó entre 1973 y 1990 y derrocó al presidente demócrata Salvador Allende, época signada por crímenes de lesa humanidad, torturas o desapariciones por las que fue encarcelado en Inglaterra en 1988, tras un auto de procesamiento dictado por el Juez de Jueces Español, Baltazar Garzón.
Eran las fórmulas de las viejas dictaduras militares: encierro, destierro o entierro, lo reafirma el escritor hondureño, Tito Monterroso. En Colombia no estamos lejos de esas nefastas prácticas que se traducen en falsos positivos, masacres y el exterminio de líderes sociales.
La historia da testimonio fiel de lo que está bien contado y ella misma se reprocha lo que se cuenta mal, porque se convierte en la mentira encuadernada, premisa que nos permite una visión de expertos internacionales que se retrotraen a la génesis del conflicto Rusia-Ucrania.
Traen a relucir el común denominador de las potencias por ejercer influencias en la mal llamada grandeza imperialista, en términos de expansión y supremacía de poder, por someter y bloquear a las naciones que disponen de riqueza minero-energética, que no satisfagan sus intereses.
Es la explicación del sinnúmero de invasiones y bombardeos entre naciones, aún con la misma historia, lengua, cultura y tradiciones, como es el caso de Rusia y Ucrania, pero el récord Guinness lo tiene Estados Unidos, que junto a Occidente mantienen la hegemonía continental, arena internacional que también quieren regular otros países, como el caso de Rusia, que de la mano de Vladimir Putin, ha logrado resurgir como potencia, igual que China, Corea del Norte, Turquía e Irán, que a la sazón le muestran los dientes al bloque antagónico y trazan un nuevo orden mundial.
Y hoy más que nunca se evidencian las profecías bíblicas, que interpretan el pasado e inspiran el presente, para entender el futuro: se levantarán nación contra nación, reino contra reino y habrá terremotos, hambre y alboroto, profetizan Marcos y Mateo, y son apenas principios de dolores.
La onda radiactiva de una guerra nuclear haría desaparecer de la faz de la tierra hasta al mismo gusano, que nos come a todos, a ricos y pobres, al soldado que cuida a los dos, al que tributa, que sostiene a los tres; al obrero, que trabaja por los cuatro; al flojo, que vive de los cinco; al usurero, que explota a los seis; al abogado, que condena a los siete; al cantinero, que envenena a los ocho; al cura, que confiesa a los nueve; al médico, a quien se le mueren los 10; al sepulturero, que entierra a los 11 y al gusano, que se come a los 12.