De lo llamativo del crecimiento de los precios de bienes y servicios en Colombia -fenómeno inflacionario de alcance global, después de la crisis de la pandemia- es el de los alimentos, cuya subida de valor en el 2021 se acercó al 20%.
De lo llamativo del crecimiento de los precios de bienes y servicios en Colombia -fenómeno inflacionario de alcance global, después de la crisis de la pandemia- es el de los alimentos, cuya subida de valor en el 2021 se acercó al 20%. Con dos consecuencias: que la gente más pobre, de por si crucificada por la pandemia, es la que destina casi todo su ingreso a consumir alimentos, y que sorprende en un país que se ha pensado es una despensa alimentaria a nivel internacional.
Habría muchas razones para explicar esa alza (costo insumos y fertilizantes importados, en medio de la devaluación; bloqueos viales en el primer semestre, fenómenos climáticos, demanda mundial, etc) en las que los expertos tienen diferentes enfoques.
Ese panorama se da en medio de una controversia nacional sobre la vieja insistencia de los productores agropecuarios en hacer más costosa la importación de productos que les compiten, pues les afectan los empleos y entables de producción, y los apoyos políticos que reciben en estas épocas de cosecha electoral.
Por eso, el pasado domingo en El Espectador el connotado economista Armando Montenegro escribió una columna con el título de ‘Extraña Alianza’. ¿Qué dice?
“En qué coinciden Gustavo Petro y Fedegán? ¿En qué están de acuerdo algunos dirigentes de la SAC y el Moir? Todos ellos favorecen la idea de elevar el precio de los alimentos en nuestro país mediante el alza de los aranceles. Casi siempre, en tono patriótico, sostienen que, de esta forma, se defienden los grandes intereses nacionales.
La realidad es bastante diferente. Como el arancel no es más que un impuesto que pagan los consumidores, cualquier libro elemental de economía muestra que el impacto de un arancel es el alza del precio del producto afectado. Subir los precios de los alimentos por medio de mayores aranceles es una política que afectaría gravemente a millones de personas pobres e indigentes. Investigadores de Fedesarrollo analizaron hace algunos años el caso del arroz, un bien esencial de la canasta básica, cuyo precio en Colombia es bastante superior al internacional a causa de sus elevados aranceles. El trabajo concluyó que, ‘si se eliminara la brecha que existe actualmente entre el precio nacional y los precios internacionales, más de 1,2 millones de personas saldrían de la pobreza y más de 450.000 saldrían de la indigencia o pobreza extrema’”.
Para concluir “quienes proponen elevar los aranceles de la comida están, de hecho, impulsando el aumento de la pobreza en Colombia”. Más complicado aun en un periodo de inflación de precios de los alimentos.
Propone hacer en su lugar, una “política con énfasis en innovación, investigación, transferencia de conocimiento y tecnología; la conectividad de las zonas rurales con los centros de consumo, por medio de vías secundarias y terciarias, así como la extensión de redes digitales; y la solución a los agudos problemas de los derechos de propiedad que impiden la inversión y el despegue de una agricultura moderna..” . Buen debate, en esta región costeña que paradójicamente, teniendo un dormido potencial del agro, importa del exterior y de las regiones del interior toneladas de alimentos.
De lo llamativo del crecimiento de los precios de bienes y servicios en Colombia -fenómeno inflacionario de alcance global, después de la crisis de la pandemia- es el de los alimentos, cuya subida de valor en el 2021 se acercó al 20%.
De lo llamativo del crecimiento de los precios de bienes y servicios en Colombia -fenómeno inflacionario de alcance global, después de la crisis de la pandemia- es el de los alimentos, cuya subida de valor en el 2021 se acercó al 20%. Con dos consecuencias: que la gente más pobre, de por si crucificada por la pandemia, es la que destina casi todo su ingreso a consumir alimentos, y que sorprende en un país que se ha pensado es una despensa alimentaria a nivel internacional.
Habría muchas razones para explicar esa alza (costo insumos y fertilizantes importados, en medio de la devaluación; bloqueos viales en el primer semestre, fenómenos climáticos, demanda mundial, etc) en las que los expertos tienen diferentes enfoques.
Ese panorama se da en medio de una controversia nacional sobre la vieja insistencia de los productores agropecuarios en hacer más costosa la importación de productos que les compiten, pues les afectan los empleos y entables de producción, y los apoyos políticos que reciben en estas épocas de cosecha electoral.
Por eso, el pasado domingo en El Espectador el connotado economista Armando Montenegro escribió una columna con el título de ‘Extraña Alianza’. ¿Qué dice?
“En qué coinciden Gustavo Petro y Fedegán? ¿En qué están de acuerdo algunos dirigentes de la SAC y el Moir? Todos ellos favorecen la idea de elevar el precio de los alimentos en nuestro país mediante el alza de los aranceles. Casi siempre, en tono patriótico, sostienen que, de esta forma, se defienden los grandes intereses nacionales.
La realidad es bastante diferente. Como el arancel no es más que un impuesto que pagan los consumidores, cualquier libro elemental de economía muestra que el impacto de un arancel es el alza del precio del producto afectado. Subir los precios de los alimentos por medio de mayores aranceles es una política que afectaría gravemente a millones de personas pobres e indigentes. Investigadores de Fedesarrollo analizaron hace algunos años el caso del arroz, un bien esencial de la canasta básica, cuyo precio en Colombia es bastante superior al internacional a causa de sus elevados aranceles. El trabajo concluyó que, ‘si se eliminara la brecha que existe actualmente entre el precio nacional y los precios internacionales, más de 1,2 millones de personas saldrían de la pobreza y más de 450.000 saldrían de la indigencia o pobreza extrema’”.
Para concluir “quienes proponen elevar los aranceles de la comida están, de hecho, impulsando el aumento de la pobreza en Colombia”. Más complicado aun en un periodo de inflación de precios de los alimentos.
Propone hacer en su lugar, una “política con énfasis en innovación, investigación, transferencia de conocimiento y tecnología; la conectividad de las zonas rurales con los centros de consumo, por medio de vías secundarias y terciarias, así como la extensión de redes digitales; y la solución a los agudos problemas de los derechos de propiedad que impiden la inversión y el despegue de una agricultura moderna..” . Buen debate, en esta región costeña que paradójicamente, teniendo un dormido potencial del agro, importa del exterior y de las regiones del interior toneladas de alimentos.