En esta época, típico año electoral, se siente y se observa, con gran preocupación, la pérdida de confianza en la dirigencia política local, regional y nacional.
La pérdida de confianza es uno de los problemas más urgentes al que se enfrenta nuestro país, y el Cesar no es la excepción. Ello impacta a toda la sociedad, miremos algunos ejemplos: los votantes eligen a los candidatos que, según su opinión, cumplirán las promesas electorales; las empresas invierten esperando seguridad jurídica; los compradores confían en los vendedores, estos a su vez confían en que les pagarán sus bienes o servicios en el futuro; el ciudadano confía en que la Policía, al darle información, actúe consecuentemente…
¿Pero qué es confianza? De manera resumida podríamos decir que es la fe en los demás: en su honestidad, fiabilidad y buena voluntad; que no se actuará de manera oportunista.
En esta época, típico año electoral, se siente y se observa, con gran preocupación, la pérdida de confianza en la dirigencia política local, regional y nacional.
SILENCIO
En el caso de aspirantes cesarenses a repetir curul en el Congreso es muy marcada esa desconfianza. La percepción, casi generalizada, es que han actuado de manera oportunista, poco confiable… sobre todo en su gestión legislativa y en la época más crítica de la pandemia, cuando no se pronunciaron, igual que la gran mayoría de diputados, en casos locales tan evidentes como la crisis en el Hospital Rosario Pumarejo de López, en el IDREEC, sobrecostos en los mercados repartidos a inicios de pandemia, reactivación económica, informalidad, inseguridad urbana y rural, inversiones de recursos de regalías en construcciones faraónicas, la terminación de los contratos mineros del grupo Prodeco, etc.
Hoy, a menos de dos meses de las elecciones parlamentarias, se pone una vez más a prueba el concepto de la cultura de la tolerancia, del pluralismo, de la aceptación de las diferencias, mediante deliberación colectiva.
Esa prueba en el Cesar no pasa el examen: no hay debate, no hay pluralismo ni siquiera opciones diferentes que deslumbren un inicio de cambio; al contrario, la masa votante está llena de miedo, de temor, al hablar y expresar lo que piensa y quiere. ¿Será que lo expresarán en las urnas? Amanecerá y veremos.
Y aquí cabe mencionar a Drew Westen, haciendo alusión a la presencia de algo que podríamos llamar “razón emocional”, donde el cerebro se comporta como un típico “cerebro político” y la emoción (que forma parte del concepto amplio de cultura como factor de cohesión social) se impone sobre la razón. Y ese debería ser el gran reto: que la razón se imponga sobre la emoción.
CERO CRÍTICAS, DEMASIADOS APLAUSOS
Por otro lado, ha tomado mucha relevancia en Valledupar y en todo el Cesar el concepto de “discurso medieval”, de que la gestión de los gobernantes, de los congresistas, diputados y concejales debe ser siempre aplaudida o enaltecida y nunca criticada, obviamente entendiendo la crítica en el ámbito de su gestión política, más no en la vida privada de nadie, lo que es parte esencial del ejercicio democrático.
Es increíble e inadmisible que entidades, organismos e instancias privadas y gran parte de la sociedad civil consideren que ejercer la crítica a la dirigencia política del departamento del Cesar no tiene justificación ni debe permitirse.
Al parecer, según ellos, debemos contentarnos o conformarnos con mediocres gestiones y ejecutorias. Eso, precisamente, nos ha hecho merecedores de los últimos puestos en competitividad y sostenibilidad ambiental y estar dentro de los primeros lugares en desempleo, inflación, pobreza, desigualdad y demás índices socioeconómicos, al compararnos con otras ciudades y departamentos del país.
Es necesario resaltar que la democracia muestra algunas formas muy interesantes de defenderse ante la crítica: la transparencia, la coherencia y la integridad.
Son acciones que permiten dar respuesta a cualquier cuestionamiento o crítica que pueda haber sobre la gestión de un gobernante o cualquier actor político o funcionario público.
Inmediatamente surge una serie de interrogantes: ¿Será que los nuestros pueden echar mano de esas formas o acciones mencionadas? ¿Existe coherencia entre los propósitos, lo que dicen y lo que hacen?
¿Se ajustan los comportamientos de los actuales mandatarios y congresistas a los actos transparentes, coherentes, honestos e íntegros? ¿Será que generan confianza al escuchar sus “discursos” o al analizar los mensajes de sus campañas publicitarias?
Realmente son puntos claves en las estrategias de comunicación de los gobernantes, pero en lo que normalmente se centran sus estrategias es en tapar acciones, promover silencios, evadir responsabilidades, callar a los críticos, mensajes confusos o poco creíbles, entre otras. ¡En el Cesar el mundo anda al revés!
Por Aristides López Cuello
En esta época, típico año electoral, se siente y se observa, con gran preocupación, la pérdida de confianza en la dirigencia política local, regional y nacional.
La pérdida de confianza es uno de los problemas más urgentes al que se enfrenta nuestro país, y el Cesar no es la excepción. Ello impacta a toda la sociedad, miremos algunos ejemplos: los votantes eligen a los candidatos que, según su opinión, cumplirán las promesas electorales; las empresas invierten esperando seguridad jurídica; los compradores confían en los vendedores, estos a su vez confían en que les pagarán sus bienes o servicios en el futuro; el ciudadano confía en que la Policía, al darle información, actúe consecuentemente…
¿Pero qué es confianza? De manera resumida podríamos decir que es la fe en los demás: en su honestidad, fiabilidad y buena voluntad; que no se actuará de manera oportunista.
En esta época, típico año electoral, se siente y se observa, con gran preocupación, la pérdida de confianza en la dirigencia política local, regional y nacional.
SILENCIO
En el caso de aspirantes cesarenses a repetir curul en el Congreso es muy marcada esa desconfianza. La percepción, casi generalizada, es que han actuado de manera oportunista, poco confiable… sobre todo en su gestión legislativa y en la época más crítica de la pandemia, cuando no se pronunciaron, igual que la gran mayoría de diputados, en casos locales tan evidentes como la crisis en el Hospital Rosario Pumarejo de López, en el IDREEC, sobrecostos en los mercados repartidos a inicios de pandemia, reactivación económica, informalidad, inseguridad urbana y rural, inversiones de recursos de regalías en construcciones faraónicas, la terminación de los contratos mineros del grupo Prodeco, etc.
Hoy, a menos de dos meses de las elecciones parlamentarias, se pone una vez más a prueba el concepto de la cultura de la tolerancia, del pluralismo, de la aceptación de las diferencias, mediante deliberación colectiva.
Esa prueba en el Cesar no pasa el examen: no hay debate, no hay pluralismo ni siquiera opciones diferentes que deslumbren un inicio de cambio; al contrario, la masa votante está llena de miedo, de temor, al hablar y expresar lo que piensa y quiere. ¿Será que lo expresarán en las urnas? Amanecerá y veremos.
Y aquí cabe mencionar a Drew Westen, haciendo alusión a la presencia de algo que podríamos llamar “razón emocional”, donde el cerebro se comporta como un típico “cerebro político” y la emoción (que forma parte del concepto amplio de cultura como factor de cohesión social) se impone sobre la razón. Y ese debería ser el gran reto: que la razón se imponga sobre la emoción.
CERO CRÍTICAS, DEMASIADOS APLAUSOS
Por otro lado, ha tomado mucha relevancia en Valledupar y en todo el Cesar el concepto de “discurso medieval”, de que la gestión de los gobernantes, de los congresistas, diputados y concejales debe ser siempre aplaudida o enaltecida y nunca criticada, obviamente entendiendo la crítica en el ámbito de su gestión política, más no en la vida privada de nadie, lo que es parte esencial del ejercicio democrático.
Es increíble e inadmisible que entidades, organismos e instancias privadas y gran parte de la sociedad civil consideren que ejercer la crítica a la dirigencia política del departamento del Cesar no tiene justificación ni debe permitirse.
Al parecer, según ellos, debemos contentarnos o conformarnos con mediocres gestiones y ejecutorias. Eso, precisamente, nos ha hecho merecedores de los últimos puestos en competitividad y sostenibilidad ambiental y estar dentro de los primeros lugares en desempleo, inflación, pobreza, desigualdad y demás índices socioeconómicos, al compararnos con otras ciudades y departamentos del país.
Es necesario resaltar que la democracia muestra algunas formas muy interesantes de defenderse ante la crítica: la transparencia, la coherencia y la integridad.
Son acciones que permiten dar respuesta a cualquier cuestionamiento o crítica que pueda haber sobre la gestión de un gobernante o cualquier actor político o funcionario público.
Inmediatamente surge una serie de interrogantes: ¿Será que los nuestros pueden echar mano de esas formas o acciones mencionadas? ¿Existe coherencia entre los propósitos, lo que dicen y lo que hacen?
¿Se ajustan los comportamientos de los actuales mandatarios y congresistas a los actos transparentes, coherentes, honestos e íntegros? ¿Será que generan confianza al escuchar sus “discursos” o al analizar los mensajes de sus campañas publicitarias?
Realmente son puntos claves en las estrategias de comunicación de los gobernantes, pero en lo que normalmente se centran sus estrategias es en tapar acciones, promover silencios, evadir responsabilidades, callar a los críticos, mensajes confusos o poco creíbles, entre otras. ¡En el Cesar el mundo anda al revés!
Por Aristides López Cuello