Siempre se alegan los tiempos y los trámites y el debido proceso. Está bien, lejos estamos de la arbitrariedad. Aunque aclaremos la funcionalidad de las normas que nos rigen.
Se pregunta si no hay voluntad de la Administración municipal de recuperar los centros de manzana del Centro Histórico de Valledupar. Ni siquiera ante las invasiones recientes más insultantes, como las del llamado Campito (acceso por la cuarta, entre calles 14 y 15), o detrás de EL PILÓN, (por la octava, entre las mismas calles). Tanto el señor alcalde, Mello Castro, como el señor secretario de Gobierno, Luis Galvis, han visto con sus propios ojos la descarada invasión.
Siempre se alegan los tiempos y los trámites y el debido proceso. Está bien, lejos estamos de la arbitrariedad. Aunque aclaremos la funcionalidad de las normas que nos rigen.
El derecho es un instrumento para que se logren los fines de la vida en sociedad pero si no hay resultados cesa la confianza. Aquí lo que se quiere, independientemente de los medios usados, es que se recuperen los centros de manzana, de manera por lo menos parcial, práctica y geométrica; para que se pueda gozar de unos parques internos. Qué más se puede pedir si hasta los vecinos están dispuestos a poner dinero, recursos y trabajo para esa recuperación.
Con ello gana la ciudad, el centro histórico, los moradores y vecinos, la seguridad, el entretenimiento, el turismo y la cultura.
La idea es que esos centros -empecemos aunque sea por uno y seguimos con el otro- dejen de ser parqueaderos informales, puntos de ventas de drogas, y de los drogadictos del sector, sitios oscuros y de basureros, para ser parques internos iluminados, senderos con plantas y árboles y bancas para la gente. Eso lo hacen aportando los vecinos jardinería, algunas luminarias y las bancas que ofrecen las ferreterías y las cementeras.
“Si nos ponemos a esperar recursos del municipio, o no los tiene o requiere un contrato especial y tal vez costoso, o se demora mucho”, es lo que se repite entre amigos del sector central.
No creemos que sea tan difícil. Los vecinos saben que se les abren posibilidades porque pueden contar con otros frentes traseros para sus propiedades en los que se pueden montar negocios como cafés, tiendas, pequeños comercios.
Sobre esos centros hay dos posiciones de los amigos del centro histórico: unos que plantean con base en el PEMP, el Plan Especial de Manejo Patrimonial, tutelado por el Ministerio de Cultura, que hay que recuperar los centros de manzana y regresarlos a su estado fundacional (fin estratégico muy loable que consideramos de largo plazo), y otros que consideran que sin perder el fin estratégico, que tiene que superar largos pleitos judiciales, se pueden hacer avances parciales y progresivos. Apoyamos esta última posición ya que ofrece victorias tempranas en una larga lucha por recuperar unos espacios vitales.
La experiencia de la Alcaldía hace 30 años de adoquinar e iluminar los callejones del centro cañahuatero, que han sido elementos de transformación cultural y patrimonial de Valledupar, son un ejemplo que debería motivar a la Alcaldía a hacer un esfuerzo concreto y visible.
No nos podemos quedar con la idea de que a los administradores públicos solo les fascinan las obras millonarias, cuando con las pequeñas, aportando solo gestión y voluntad, se logran grandes beneficios de impacto social.
Siempre se alegan los tiempos y los trámites y el debido proceso. Está bien, lejos estamos de la arbitrariedad. Aunque aclaremos la funcionalidad de las normas que nos rigen.
Se pregunta si no hay voluntad de la Administración municipal de recuperar los centros de manzana del Centro Histórico de Valledupar. Ni siquiera ante las invasiones recientes más insultantes, como las del llamado Campito (acceso por la cuarta, entre calles 14 y 15), o detrás de EL PILÓN, (por la octava, entre las mismas calles). Tanto el señor alcalde, Mello Castro, como el señor secretario de Gobierno, Luis Galvis, han visto con sus propios ojos la descarada invasión.
Siempre se alegan los tiempos y los trámites y el debido proceso. Está bien, lejos estamos de la arbitrariedad. Aunque aclaremos la funcionalidad de las normas que nos rigen.
El derecho es un instrumento para que se logren los fines de la vida en sociedad pero si no hay resultados cesa la confianza. Aquí lo que se quiere, independientemente de los medios usados, es que se recuperen los centros de manzana, de manera por lo menos parcial, práctica y geométrica; para que se pueda gozar de unos parques internos. Qué más se puede pedir si hasta los vecinos están dispuestos a poner dinero, recursos y trabajo para esa recuperación.
Con ello gana la ciudad, el centro histórico, los moradores y vecinos, la seguridad, el entretenimiento, el turismo y la cultura.
La idea es que esos centros -empecemos aunque sea por uno y seguimos con el otro- dejen de ser parqueaderos informales, puntos de ventas de drogas, y de los drogadictos del sector, sitios oscuros y de basureros, para ser parques internos iluminados, senderos con plantas y árboles y bancas para la gente. Eso lo hacen aportando los vecinos jardinería, algunas luminarias y las bancas que ofrecen las ferreterías y las cementeras.
“Si nos ponemos a esperar recursos del municipio, o no los tiene o requiere un contrato especial y tal vez costoso, o se demora mucho”, es lo que se repite entre amigos del sector central.
No creemos que sea tan difícil. Los vecinos saben que se les abren posibilidades porque pueden contar con otros frentes traseros para sus propiedades en los que se pueden montar negocios como cafés, tiendas, pequeños comercios.
Sobre esos centros hay dos posiciones de los amigos del centro histórico: unos que plantean con base en el PEMP, el Plan Especial de Manejo Patrimonial, tutelado por el Ministerio de Cultura, que hay que recuperar los centros de manzana y regresarlos a su estado fundacional (fin estratégico muy loable que consideramos de largo plazo), y otros que consideran que sin perder el fin estratégico, que tiene que superar largos pleitos judiciales, se pueden hacer avances parciales y progresivos. Apoyamos esta última posición ya que ofrece victorias tempranas en una larga lucha por recuperar unos espacios vitales.
La experiencia de la Alcaldía hace 30 años de adoquinar e iluminar los callejones del centro cañahuatero, que han sido elementos de transformación cultural y patrimonial de Valledupar, son un ejemplo que debería motivar a la Alcaldía a hacer un esfuerzo concreto y visible.
No nos podemos quedar con la idea de que a los administradores públicos solo les fascinan las obras millonarias, cuando con las pequeñas, aportando solo gestión y voluntad, se logran grandes beneficios de impacto social.