En casi todo el Valle de Upar los encuentros informales de acordeoneros eran lo cotidiano. Sin predicción, los protagonistas dieron inicio a lo que hoy son los festivales. Desde Riohacha hasta Tamalameque, y desde La Paz y San Diego hasta Salamina y Ciénaga; estos eventos se ejercieron en fiestas patronales, carnavales y en ocasiones, cumpliendo […]
En casi todo el Valle de Upar los encuentros informales de acordeoneros eran lo cotidiano. Sin predicción, los protagonistas dieron inicio a lo que hoy son los festivales. Desde Riohacha hasta Tamalameque, y desde La Paz y San Diego hasta Salamina y Ciénaga; estos eventos se ejercieron en fiestas patronales, carnavales y en ocasiones, cumpliendo citas con retadores, azuzados por terceros, se forjaron encuentros de titanes del acordeón vallenato.
Fue tanta la fama de los acordeoneros que hasta el mismo diablo se enteró, tal vez por la brisa, o por el voz a voz de la época, que a estos mortales su público los consideraban dioses por la maestría en la ejecución. A unos les apodaban ‘Hombre’, a otro ‘Gallo’, al joven ‘Pollo’, ‘El rey del merengue’, ‘El Rey de la puya’, ‘El Rey de los bajos’.
La espiritualidad moldea al hombre. Somos conscientes de la existencia de un Ser Superior. Antes de Cristo, ya se hablaba de él; en Fenicia, Mesopotamia, Babilonia y Egipto, esperaban al Mesías. Muchos “vivos” se hicieron pasar por el Hijo de Dios, tal vez por ello, el escepticismo por Jesús.
La Biblia inicialmente fue en hebreo; luego el griego le ganó terreno, desplazándolo; para perder definitivamente con el latín, la actual lengua dominante del legado religioso. Así, el pasaje del Evangelio de Juan (19:5), que en griego es idoú ho ánthropos; en latín ecce homo; que en castellano significa “este es el hombre” o “he aquí el hombre”, las cuales fueron las palabras de Poncio Pilatos al gobernador romano de Judea cuando presentó a Jesús de Nazaret.
A partir del pasaje bíblico se acuñó la expresión “este es el hombre”. Por asociación y semejanza, recurso del lenguaje figurado, el habitante Caribe colombiano ha enriquecido su léxico a través de la inspiración natural. Es el caso del sentido metafórico que en la provincia de Padilla se les dio a los acordeoneros que sobresalían. Entonces, Francisco ‘El Hombre’, Juan Granados ‘El Gallo de Camperucho’, Octavio Mendoza ‘El rey del merengue’, Eusebio Ayala ‘El rey de los bajos’, Francisco Rada ‘El Padre del son’, Abel Antonio Villa ‘El Padre del acordeón’, Alberto Rada ‘El Gallo negro’…
Pero fueron los sabaneros de Bolívar, Sucre y Córdoba, los dueños de la impronta del ‘Pollo vallenato’, refiriéndose a Luis Enrique Martínez. Al escucharlo, inmediatamente exclamaron: “Este es el pollo vallenato”, en alusión a los pollos finos de peleas.
Desde entonces se cambiaron los conceptos de ‘Hombre’ y ‘Gallo’, por el de ‘Pollo’. De ahí surgió el memorable merengue de Adolfo Pacheco Anillo, ‘El cordobés’.
En Pivijay, Magdalena, Vicente Caballero bautizó un pollo fino como ‘Poncho’ Zuleta; ‘El Pollo Irra’, del glorioso Binomio de Oro; ‘El Pollito’ Herrera; ‘El Pollo’ Isma… Todos los padres alentamos a nuestros hijos, de la siguiente manera: “¡Ese es mi pollo!” “¡Esa es mi pollita!” “¡Vamos pollo bueno!”.
Otoñal, Festival de la Leyenda Vallenata 2021.
En casi todo el Valle de Upar los encuentros informales de acordeoneros eran lo cotidiano. Sin predicción, los protagonistas dieron inicio a lo que hoy son los festivales. Desde Riohacha hasta Tamalameque, y desde La Paz y San Diego hasta Salamina y Ciénaga; estos eventos se ejercieron en fiestas patronales, carnavales y en ocasiones, cumpliendo […]
En casi todo el Valle de Upar los encuentros informales de acordeoneros eran lo cotidiano. Sin predicción, los protagonistas dieron inicio a lo que hoy son los festivales. Desde Riohacha hasta Tamalameque, y desde La Paz y San Diego hasta Salamina y Ciénaga; estos eventos se ejercieron en fiestas patronales, carnavales y en ocasiones, cumpliendo citas con retadores, azuzados por terceros, se forjaron encuentros de titanes del acordeón vallenato.
Fue tanta la fama de los acordeoneros que hasta el mismo diablo se enteró, tal vez por la brisa, o por el voz a voz de la época, que a estos mortales su público los consideraban dioses por la maestría en la ejecución. A unos les apodaban ‘Hombre’, a otro ‘Gallo’, al joven ‘Pollo’, ‘El rey del merengue’, ‘El Rey de la puya’, ‘El Rey de los bajos’.
La espiritualidad moldea al hombre. Somos conscientes de la existencia de un Ser Superior. Antes de Cristo, ya se hablaba de él; en Fenicia, Mesopotamia, Babilonia y Egipto, esperaban al Mesías. Muchos “vivos” se hicieron pasar por el Hijo de Dios, tal vez por ello, el escepticismo por Jesús.
La Biblia inicialmente fue en hebreo; luego el griego le ganó terreno, desplazándolo; para perder definitivamente con el latín, la actual lengua dominante del legado religioso. Así, el pasaje del Evangelio de Juan (19:5), que en griego es idoú ho ánthropos; en latín ecce homo; que en castellano significa “este es el hombre” o “he aquí el hombre”, las cuales fueron las palabras de Poncio Pilatos al gobernador romano de Judea cuando presentó a Jesús de Nazaret.
A partir del pasaje bíblico se acuñó la expresión “este es el hombre”. Por asociación y semejanza, recurso del lenguaje figurado, el habitante Caribe colombiano ha enriquecido su léxico a través de la inspiración natural. Es el caso del sentido metafórico que en la provincia de Padilla se les dio a los acordeoneros que sobresalían. Entonces, Francisco ‘El Hombre’, Juan Granados ‘El Gallo de Camperucho’, Octavio Mendoza ‘El rey del merengue’, Eusebio Ayala ‘El rey de los bajos’, Francisco Rada ‘El Padre del son’, Abel Antonio Villa ‘El Padre del acordeón’, Alberto Rada ‘El Gallo negro’…
Pero fueron los sabaneros de Bolívar, Sucre y Córdoba, los dueños de la impronta del ‘Pollo vallenato’, refiriéndose a Luis Enrique Martínez. Al escucharlo, inmediatamente exclamaron: “Este es el pollo vallenato”, en alusión a los pollos finos de peleas.
Desde entonces se cambiaron los conceptos de ‘Hombre’ y ‘Gallo’, por el de ‘Pollo’. De ahí surgió el memorable merengue de Adolfo Pacheco Anillo, ‘El cordobés’.
En Pivijay, Magdalena, Vicente Caballero bautizó un pollo fino como ‘Poncho’ Zuleta; ‘El Pollo Irra’, del glorioso Binomio de Oro; ‘El Pollito’ Herrera; ‘El Pollo’ Isma… Todos los padres alentamos a nuestros hijos, de la siguiente manera: “¡Ese es mi pollo!” “¡Esa es mi pollita!” “¡Vamos pollo bueno!”.
Otoñal, Festival de la Leyenda Vallenata 2021.