Uno de los museos imperdibles durante la visita a Valledupar es, sin duda alguna, la ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’, dadas sus características particulares y originales. Es viviente porque se interactúa con el protagonista, que es creador de su propio museo, director, músico, compositor, investigador, escritor y productor, faceta que no tienen los demás museos. […]
Uno de los museos imperdibles durante la visita a Valledupar es, sin duda alguna, la ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’, dadas sus características particulares y originales. Es viviente porque se interactúa con el protagonista, que es creador de su propio museo, director, músico, compositor, investigador, escritor y productor, faceta que no tienen los demás museos.
No es casual que el museólogo de Barcelona (España), Iván Burgos Murillo, se haya maravillado con el Museo del Acordeón en Valledupar, ni descabellada la expresión “viviente”, que surge cuando Alberto ‘Beto’ Murgas le hace pedagogía y le interpreta en los 80 acordeones que compila en su museo los 4 aires vallenatos: paseo, merengue, puya y son al experto y supervisor de museos español, quien exclamó: “¡Usted es el museo viviente!”.
Es una galería de acordeones de los países Balcánicos, de la desintegrada Yugoslavia, Checoslovaquia, Rusia, Ucrania, China, Hungría, Alemania, Francia, Brasil, Italia, Japón, México, y por supuesto Colombia.
Ya hay voces que sugieren trasladar el Museo del Acordeón al Centro Cultural de la Música Vallenata, en construcción, propuesta que no le suena al nacido en el barrio San Luis de Villanueva (La Guajira), al considerar que perdería identidad.
El afamado compositor argumenta la existencia de Casas Museo famosas como la de Pablo Neruda en la Isla Negra, ciudad costera en Valparaíso (Chile), lugar de refugio y paz del poeta y premio Nobel, que le fue propicio para escribir y exhibir su imaginario poético.
Trae a colación el autor de La Negra, la Casa Museo de Salvador Dalí en Costa Brava Catalana, zona costera de España, declarada bien de interés cultural, y la Casa Museo de Ana Frank en Ámsterdam, quizás la más conocida del mundo por el Diario personal en el que relata la vida de ella y la de su familia en la clandestinidad, forzados a salir en estampida de Alemania y esconderse en los países bajos entre 1942 y 1944, para poder sobrevivir a la persecución nazi, cunado Frank contaba con escasos 4 años, pero solo hasta 1960 se abrieron las puertas del museo para denunciar la barbarie del holocausto.
El creador del Museo Viviente tuvo la experiencia de visitar la Casa Azul de Frida Kahlo en el encantador barrio de Coyoacán en Ciudad de México, uno de los museos más icónico del país Azteca, para compenetrarse con el hogar de la famosa artista mexicana, explorar su universo creativo y entender mejor su obra, caracterizada por la expresión del sufrimiento.
La ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’ también exhibe fotos con ficha técnica de nuestros juglares y escritores, semblanzas biográficas sobre vallenato y un rincón indígena que atesora ritos y reliquias de las etnias de la Sierra Nevada.
Desde ya se propone un monumento epónimo a Beto Murgas por su iniciativa, que indefectiblemente trascenderá a la literatura a través de un libro que escribe sobre el acordeón, para lo cual el artista se remonta al año 2013 cuando empresarios de la casa Honner de Alemania, traídos a Valledupar por Emilianito Zuleta Díaz, se deslumbraron con un museo que apenas disponía de 14 acordeones, fecha que marca los albores de esta obra monumental, sin olvidar que en 1982 recibió un acordeón de dos hileras de manos de Isaías Molina.
En un acordeón como esa Emiliano Zuleta Baquero grabó la Gota Fría en 1938, le relató el juglar al intérprete, y ya eran los primeros destellos en la creación de la ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’.
Un monumento epónimo es un reconocimiento en vida por el legado que deja una persona, en el caso de Beto Murgas, por la genial idea de erigir un museo alusivo al acordeón. “Los homenajes, aunque pequeños parezcan, reconfortan más en vida, que los apoteósicos después de muerto”: Post Mortem.
Uno de los museos imperdibles durante la visita a Valledupar es, sin duda alguna, la ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’, dadas sus características particulares y originales. Es viviente porque se interactúa con el protagonista, que es creador de su propio museo, director, músico, compositor, investigador, escritor y productor, faceta que no tienen los demás museos. […]
Uno de los museos imperdibles durante la visita a Valledupar es, sin duda alguna, la ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’, dadas sus características particulares y originales. Es viviente porque se interactúa con el protagonista, que es creador de su propio museo, director, músico, compositor, investigador, escritor y productor, faceta que no tienen los demás museos.
No es casual que el museólogo de Barcelona (España), Iván Burgos Murillo, se haya maravillado con el Museo del Acordeón en Valledupar, ni descabellada la expresión “viviente”, que surge cuando Alberto ‘Beto’ Murgas le hace pedagogía y le interpreta en los 80 acordeones que compila en su museo los 4 aires vallenatos: paseo, merengue, puya y son al experto y supervisor de museos español, quien exclamó: “¡Usted es el museo viviente!”.
Es una galería de acordeones de los países Balcánicos, de la desintegrada Yugoslavia, Checoslovaquia, Rusia, Ucrania, China, Hungría, Alemania, Francia, Brasil, Italia, Japón, México, y por supuesto Colombia.
Ya hay voces que sugieren trasladar el Museo del Acordeón al Centro Cultural de la Música Vallenata, en construcción, propuesta que no le suena al nacido en el barrio San Luis de Villanueva (La Guajira), al considerar que perdería identidad.
El afamado compositor argumenta la existencia de Casas Museo famosas como la de Pablo Neruda en la Isla Negra, ciudad costera en Valparaíso (Chile), lugar de refugio y paz del poeta y premio Nobel, que le fue propicio para escribir y exhibir su imaginario poético.
Trae a colación el autor de La Negra, la Casa Museo de Salvador Dalí en Costa Brava Catalana, zona costera de España, declarada bien de interés cultural, y la Casa Museo de Ana Frank en Ámsterdam, quizás la más conocida del mundo por el Diario personal en el que relata la vida de ella y la de su familia en la clandestinidad, forzados a salir en estampida de Alemania y esconderse en los países bajos entre 1942 y 1944, para poder sobrevivir a la persecución nazi, cunado Frank contaba con escasos 4 años, pero solo hasta 1960 se abrieron las puertas del museo para denunciar la barbarie del holocausto.
El creador del Museo Viviente tuvo la experiencia de visitar la Casa Azul de Frida Kahlo en el encantador barrio de Coyoacán en Ciudad de México, uno de los museos más icónico del país Azteca, para compenetrarse con el hogar de la famosa artista mexicana, explorar su universo creativo y entender mejor su obra, caracterizada por la expresión del sufrimiento.
La ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’ también exhibe fotos con ficha técnica de nuestros juglares y escritores, semblanzas biográficas sobre vallenato y un rincón indígena que atesora ritos y reliquias de las etnias de la Sierra Nevada.
Desde ya se propone un monumento epónimo a Beto Murgas por su iniciativa, que indefectiblemente trascenderá a la literatura a través de un libro que escribe sobre el acordeón, para lo cual el artista se remonta al año 2013 cuando empresarios de la casa Honner de Alemania, traídos a Valledupar por Emilianito Zuleta Díaz, se deslumbraron con un museo que apenas disponía de 14 acordeones, fecha que marca los albores de esta obra monumental, sin olvidar que en 1982 recibió un acordeón de dos hileras de manos de Isaías Molina.
En un acordeón como esa Emiliano Zuleta Baquero grabó la Gota Fría en 1938, le relató el juglar al intérprete, y ya eran los primeros destellos en la creación de la ‘Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón’.
Un monumento epónimo es un reconocimiento en vida por el legado que deja una persona, en el caso de Beto Murgas, por la genial idea de erigir un museo alusivo al acordeón. “Los homenajes, aunque pequeños parezcan, reconfortan más en vida, que los apoteósicos después de muerto”: Post Mortem.