BITÁCORA Por: Oscar Ariza Daza En pocos días China anunciará al mundo la promulgación de una ley que busca proteger a los ancianos para que no queden abandonados por los hijos quienes muchas veces los tiran al olvido. La medida los obligará a visitar a sus padres y a mantenerse en contacto con ellos para […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza Daza
En pocos días China anunciará al mundo la promulgación de una ley que busca proteger a los ancianos para que no queden abandonados por los hijos quienes muchas veces los tiran al olvido. La medida los obligará a visitar a sus padres y a mantenerse en contacto con ellos para no ser sujetos de sanciones que pueden ir desde lo pecuniario hasta lo penal.
China es un país que cree en sus ancianos como fuerza conservadora de las tradiciones, pero la explosión demográfica y las políticas gubernamentales para el control de la natalidad obligan a los matrimonios a tener un solo hijo, lo que ha facilitado la desnuclearización de la familia como consecuencia de que los ancianos vayan a vivir en casas solos, pues los asilos no son muy comunes en este país.
Otras culturas también encuentran en sus mayores una fuente de sabiduría que no sólo contribuye con la conservación de las tradiciones, sino con toda su experiencia de vida al servicio del progreso.
Europa por ejemplo, debido al envejecimiento de su población ha adoptado fuertes medidas legislativas, para generar una cultura de preservación de la dignidad y el derecho de los ancianos, pero también para castigar con todo rigor a quienes incurran en maltratos. Es una forma de garantizar que los abuelos no queden excluidos de la fuerza social y productiva que se necesita para que los países avancen.
En Colombia, hoy más que nunca los ancianos se convierten en la mejor posibilidad para mantenerlas costumbres y tradiciones de la Nación, pero también para guiar desde la experiencia vivida esta sociedad que cada día se aleja del núcleo familiar, estimulando individualidades que terminan por generar fundamentalismos que atentan contra el valor humano, dándole mayor prioridad a los valores de cambio que a los morales.
En contra sentido, otros sectores de la población, especialmente los jóvenes tienden a despreciar a los ancianos, a mirarlos como necios, como estorbo, sometiéndolos a discriminaciones y maltratos, seguido de conductas de exclusión social muchas veces permitidas por los padres.
Pese a los esfuerzos del gobierno para generar una cultura de respaldo a la tercera edad, el maltrato no cederá sino hay una formación fuerte que desde el interior de los hogares y en los colegios vea en los abuelos un referente de respeto y autoridad para muchas de las decisiones en la familia.
Es necesario reconocer que en el país todo los abusos a ancianos, que a diario son mostrados por los noticieros muriéndose en las puertas de los hospitales o abandonados en las calles, se deben tratar como un grave asunto de salud pública, principalmente en las ciudades más populosas donde parece que los viejos se constituyeran en una pesada carga, en un obstáculo para la armonía de la familia y no en los bastiones de cambio para ella.
Estas arbitrariedades contra la tercera edad son poco detectadas por las autoridades porque la mayoría de víctimas no denuncian por depender emocional o económicamente de quienes los maltratan. En la mitad de los casos son los propios hijos quienes lastiman a sus padres confinándolos en lo recóndito de las casas donde queden neutralizados o lanzándolos a las calles donde se exponen a abusos sexuales.
En el Caribe, y más en el Cesar, gracias al fuerte arraigo familiar, los ancianos aún representan la fuerza vital para mantenernos en pie; no obstante, ya empiezan a presentarse brotes de maltrato y abandono que a tiempo pueden protegernos de caer en el olvido de nuestra historia y en la fatal tarea de deshonrar a nuestros mayores que en cada relato se esfuerzan para que los nietos no pierdan la memoria.
Los ancianos son el fundamento esencial de la sociedad, ellos estuvieron y siguen siendo llamados a desafiar los grandes retos que se ha impuesto la humanidad; trascender dejando huellas para perpetuarse en la historia a través de hijos y nietos, conservando los valores, tradiciones y la fuerza familiar, siempre teniendo como norte, el respeto y admiración por la vida que va y viene, porque todo habrá de repetirse como antes, pues es imposible desviar el camino que lleva al sol de los abuelos.
BITÁCORA Por: Oscar Ariza Daza En pocos días China anunciará al mundo la promulgación de una ley que busca proteger a los ancianos para que no queden abandonados por los hijos quienes muchas veces los tiran al olvido. La medida los obligará a visitar a sus padres y a mantenerse en contacto con ellos para […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza Daza
En pocos días China anunciará al mundo la promulgación de una ley que busca proteger a los ancianos para que no queden abandonados por los hijos quienes muchas veces los tiran al olvido. La medida los obligará a visitar a sus padres y a mantenerse en contacto con ellos para no ser sujetos de sanciones que pueden ir desde lo pecuniario hasta lo penal.
China es un país que cree en sus ancianos como fuerza conservadora de las tradiciones, pero la explosión demográfica y las políticas gubernamentales para el control de la natalidad obligan a los matrimonios a tener un solo hijo, lo que ha facilitado la desnuclearización de la familia como consecuencia de que los ancianos vayan a vivir en casas solos, pues los asilos no son muy comunes en este país.
Otras culturas también encuentran en sus mayores una fuente de sabiduría que no sólo contribuye con la conservación de las tradiciones, sino con toda su experiencia de vida al servicio del progreso.
Europa por ejemplo, debido al envejecimiento de su población ha adoptado fuertes medidas legislativas, para generar una cultura de preservación de la dignidad y el derecho de los ancianos, pero también para castigar con todo rigor a quienes incurran en maltratos. Es una forma de garantizar que los abuelos no queden excluidos de la fuerza social y productiva que se necesita para que los países avancen.
En Colombia, hoy más que nunca los ancianos se convierten en la mejor posibilidad para mantenerlas costumbres y tradiciones de la Nación, pero también para guiar desde la experiencia vivida esta sociedad que cada día se aleja del núcleo familiar, estimulando individualidades que terminan por generar fundamentalismos que atentan contra el valor humano, dándole mayor prioridad a los valores de cambio que a los morales.
En contra sentido, otros sectores de la población, especialmente los jóvenes tienden a despreciar a los ancianos, a mirarlos como necios, como estorbo, sometiéndolos a discriminaciones y maltratos, seguido de conductas de exclusión social muchas veces permitidas por los padres.
Pese a los esfuerzos del gobierno para generar una cultura de respaldo a la tercera edad, el maltrato no cederá sino hay una formación fuerte que desde el interior de los hogares y en los colegios vea en los abuelos un referente de respeto y autoridad para muchas de las decisiones en la familia.
Es necesario reconocer que en el país todo los abusos a ancianos, que a diario son mostrados por los noticieros muriéndose en las puertas de los hospitales o abandonados en las calles, se deben tratar como un grave asunto de salud pública, principalmente en las ciudades más populosas donde parece que los viejos se constituyeran en una pesada carga, en un obstáculo para la armonía de la familia y no en los bastiones de cambio para ella.
Estas arbitrariedades contra la tercera edad son poco detectadas por las autoridades porque la mayoría de víctimas no denuncian por depender emocional o económicamente de quienes los maltratan. En la mitad de los casos son los propios hijos quienes lastiman a sus padres confinándolos en lo recóndito de las casas donde queden neutralizados o lanzándolos a las calles donde se exponen a abusos sexuales.
En el Caribe, y más en el Cesar, gracias al fuerte arraigo familiar, los ancianos aún representan la fuerza vital para mantenernos en pie; no obstante, ya empiezan a presentarse brotes de maltrato y abandono que a tiempo pueden protegernos de caer en el olvido de nuestra historia y en la fatal tarea de deshonrar a nuestros mayores que en cada relato se esfuerzan para que los nietos no pierdan la memoria.
Los ancianos son el fundamento esencial de la sociedad, ellos estuvieron y siguen siendo llamados a desafiar los grandes retos que se ha impuesto la humanidad; trascender dejando huellas para perpetuarse en la historia a través de hijos y nietos, conservando los valores, tradiciones y la fuerza familiar, siempre teniendo como norte, el respeto y admiración por la vida que va y viene, porque todo habrá de repetirse como antes, pues es imposible desviar el camino que lleva al sol de los abuelos.