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Columnista - 25 agosto, 2021

¿Valledupar en orden?

Sería lo ideal un Valledupar en orden, porque predicar lo contrario es enviar un mensaje fatal, ya que “el desorden almuerza con la abundancia, come con la pobreza, cena con la miseria y va a acostarse con la muerte”: Benjamín Franklin. Para poner a Valledupar en orden se requiere autoridad con fuerza, porque carente de […]

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Sería lo ideal un Valledupar en orden, porque predicar lo contrario es enviar un mensaje fatal, ya que “el desorden almuerza con la abundancia, come con la pobreza, cena con la miseria y va a acostarse con la muerte”: Benjamín Franklin. Para poner a Valledupar en orden se requiere autoridad con fuerza, porque carente de fuerza no vale y nos convierte en reyes de burla.

Hay que coger el toro por los cachos y no echar en saco roto las inquietudes que conciernen a la gente del común, que se raja la boca denunciando el robo de las áreas de cesión y la violación del uso del suelo consagrada en el POT (Acuerdo 021 de 2015), y no pasa nada, denuncias que le corresponde avocar de oficio a la Secretaría de Gobierno Municipal como autoridad policiva y a la Oficina Asesora de Planeación Municipal como instancia de control físico urbano de la ciudad.

Por ejemplo, se es complaciente con el reciclaje, cuya filosofía gira alrededor de la vida y del medio ambiente, lo que es un despropósito, porque dicho oficio en lugar de preservar la salud atenta contra ella, además de constituir una actividad no formalizada, que de manera desbordada funciona en cualquier parte de Valledupar, llámese zona residencial, de uso público, y hasta en ciudadelas universitarias, para lo que se alega el derecho al trabajo, pero por fuera de la ley. 

Ahora, lo único que falta es que tomen una avenida para reciclar basura. Lo grave es que la queja ciudadana no hace eco en las esferas de gobierno, a pesar de ser un mal precedente que arrastra problemas de contaminación ambiental e insalubridad por el hedor e incremento de moscas, zancudos, cucarachas y ratones, especialmente, cuadro que se agrava con la inseguridad que fomenta la cadena delincuencial que gravita alrededor de un trabajo informal que se debe realizar en sectores de menor impacto de afectación para el conglomerado humano.

Plausible el Centro Integral de Bienestar y Protección Animal que contará con patrullas de la Policía para recoger y proteger la infinidad de perros con garrapatas, gatos que apestan, ganado vacuno, burros y caballos en condición de calle que pululan y deambulan en Valledupar, en la medida en que se cumpla ese cometido como asepsia de la considerada Meca del vallenato, aunque queda pendiente hacer realidad la escombrera que está ordenada mediante Acción de Cumplimiento para evitar que la capital del Cesar degenere en un basurero a cielo abierto, lo que propician carro muleros que arrojan la basura en el primer lote que encuentran, porque no hay un comparendo ambiental que los persuada o se los impida, ni nadie que les retenga la carreta de tracción animal.

Y la responsabilidad de este estado de cosas no solo le compete al alcalde Mello Castro, también hay un personero Municipal cuya función no se debe limitar únicamente a velar por el cumplimiento de las tutelas de medicamentos contra las EPS, sino que como defensor de los intereses generales de la comunidad debe hacer lo propio, sin hipotecar su gestión al alcalde de turno, ejercitarse en la vigilancia de la contratación pública, mayor foco de corrupción en Colombia, conforme a la Contraloría Municipal la emplazan a desempeñar un verdadero control fiscal, no de bolsillo a mutuo propio.

¿Qué decir de la insalubridad alrededor de las clínicas? No se sabe si el paciente muere por la enfermedad o por las bacterias de los ventorrillos que expenden alimentos sin ningún control. Ahí debe estar la Secretaría de Salud Municipal.

Por los lados de Emdupar la falencia no puede ser mayor en términos de derroche de agua potable, que mal utilizan residentes para el diario lavado de las terrazas de sus casas, corrientes en donde se incuba el dengue hemorrágico y que terminan por pudrir el pavimento, sin que obren patrullas de operarios de la empresa para evitarlo.

El pobre desempeño fiscal del municipio certificado por el DNP desnuda la baja gestión de recaudo y languidece la cultura de pago, lo que arriesga la aplicación de la Ley 550 conocida como ley de quiebra o reestructuración de pasivos a la que se vio obligado a apelar el exalcalde Fredy Socarrás Reales, para hacer viable el ente territorial, asfixiado por los constantes embargos y las concesiones, para acoger la doctrina del expresidente colombiano, José Vicente Concha: “A mi administración no se juzgaría por los ladrillos nuevos que pegaría, sino por las muchas ruinas que evitaría”

Más que obras de cemento, Socarrás se la jugó por el saneamiento fiscal en un municipio que llegó a ser embargado hasta por unos pasteles y que por poco retrocede a corregimiento.

Columnista
25 agosto, 2021

¿Valledupar en orden?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Sería lo ideal un Valledupar en orden, porque predicar lo contrario es enviar un mensaje fatal, ya que “el desorden almuerza con la abundancia, come con la pobreza, cena con la miseria y va a acostarse con la muerte”: Benjamín Franklin. Para poner a Valledupar en orden se requiere autoridad con fuerza, porque carente de […]


Sería lo ideal un Valledupar en orden, porque predicar lo contrario es enviar un mensaje fatal, ya que “el desorden almuerza con la abundancia, come con la pobreza, cena con la miseria y va a acostarse con la muerte”: Benjamín Franklin. Para poner a Valledupar en orden se requiere autoridad con fuerza, porque carente de fuerza no vale y nos convierte en reyes de burla.

Hay que coger el toro por los cachos y no echar en saco roto las inquietudes que conciernen a la gente del común, que se raja la boca denunciando el robo de las áreas de cesión y la violación del uso del suelo consagrada en el POT (Acuerdo 021 de 2015), y no pasa nada, denuncias que le corresponde avocar de oficio a la Secretaría de Gobierno Municipal como autoridad policiva y a la Oficina Asesora de Planeación Municipal como instancia de control físico urbano de la ciudad.

Por ejemplo, se es complaciente con el reciclaje, cuya filosofía gira alrededor de la vida y del medio ambiente, lo que es un despropósito, porque dicho oficio en lugar de preservar la salud atenta contra ella, además de constituir una actividad no formalizada, que de manera desbordada funciona en cualquier parte de Valledupar, llámese zona residencial, de uso público, y hasta en ciudadelas universitarias, para lo que se alega el derecho al trabajo, pero por fuera de la ley. 

Ahora, lo único que falta es que tomen una avenida para reciclar basura. Lo grave es que la queja ciudadana no hace eco en las esferas de gobierno, a pesar de ser un mal precedente que arrastra problemas de contaminación ambiental e insalubridad por el hedor e incremento de moscas, zancudos, cucarachas y ratones, especialmente, cuadro que se agrava con la inseguridad que fomenta la cadena delincuencial que gravita alrededor de un trabajo informal que se debe realizar en sectores de menor impacto de afectación para el conglomerado humano.

Plausible el Centro Integral de Bienestar y Protección Animal que contará con patrullas de la Policía para recoger y proteger la infinidad de perros con garrapatas, gatos que apestan, ganado vacuno, burros y caballos en condición de calle que pululan y deambulan en Valledupar, en la medida en que se cumpla ese cometido como asepsia de la considerada Meca del vallenato, aunque queda pendiente hacer realidad la escombrera que está ordenada mediante Acción de Cumplimiento para evitar que la capital del Cesar degenere en un basurero a cielo abierto, lo que propician carro muleros que arrojan la basura en el primer lote que encuentran, porque no hay un comparendo ambiental que los persuada o se los impida, ni nadie que les retenga la carreta de tracción animal.

Y la responsabilidad de este estado de cosas no solo le compete al alcalde Mello Castro, también hay un personero Municipal cuya función no se debe limitar únicamente a velar por el cumplimiento de las tutelas de medicamentos contra las EPS, sino que como defensor de los intereses generales de la comunidad debe hacer lo propio, sin hipotecar su gestión al alcalde de turno, ejercitarse en la vigilancia de la contratación pública, mayor foco de corrupción en Colombia, conforme a la Contraloría Municipal la emplazan a desempeñar un verdadero control fiscal, no de bolsillo a mutuo propio.

¿Qué decir de la insalubridad alrededor de las clínicas? No se sabe si el paciente muere por la enfermedad o por las bacterias de los ventorrillos que expenden alimentos sin ningún control. Ahí debe estar la Secretaría de Salud Municipal.

Por los lados de Emdupar la falencia no puede ser mayor en términos de derroche de agua potable, que mal utilizan residentes para el diario lavado de las terrazas de sus casas, corrientes en donde se incuba el dengue hemorrágico y que terminan por pudrir el pavimento, sin que obren patrullas de operarios de la empresa para evitarlo.

El pobre desempeño fiscal del municipio certificado por el DNP desnuda la baja gestión de recaudo y languidece la cultura de pago, lo que arriesga la aplicación de la Ley 550 conocida como ley de quiebra o reestructuración de pasivos a la que se vio obligado a apelar el exalcalde Fredy Socarrás Reales, para hacer viable el ente territorial, asfixiado por los constantes embargos y las concesiones, para acoger la doctrina del expresidente colombiano, José Vicente Concha: “A mi administración no se juzgaría por los ladrillos nuevos que pegaría, sino por las muchas ruinas que evitaría”

Más que obras de cemento, Socarrás se la jugó por el saneamiento fiscal en un municipio que llegó a ser embargado hasta por unos pasteles y que por poco retrocede a corregimiento.