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Editorial - 4 agosto, 2021

Alegrías y angustias del padre al graduar al hijo profesional

A raíz de que este pasado viernes 29 de julio se celebraron grados de una nueva cohorte de profesionales de la Universidad Popular del Cesar, día en el que por cierto todos los establecimientos públicos de entretenimiento de la ciudad, entre ellos los restaurantes,  se coparon como nunca había sucedido en estos tiempos de pandemia. […]

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A raíz de que este pasado viernes 29 de julio se celebraron grados de una nueva cohorte de profesionales de la Universidad Popular del Cesar, día en el que por cierto todos los establecimientos públicos de entretenimiento de la ciudad, entre ellos los restaurantes,  se coparon como nunca había sucedido en estos tiempos de pandemia.

Eduardo Santos Ortega escribió ayer en su columna  ‘A buscar nuevos horizontes’, manifestando, junto a la satisfacción de la etapa cumplida por graduar recientemente a su hijo, la preocupación porque las oportunidades laborales de los jóvenes, en especial los recién graduados, es muy baja.

Eduardo Santos Ortega  dice: “Se siente uno de verdad orgulloso de ver a los hijos cumpliendo sus metas, después de recorrer caminos de sacrificio; al final de la senda la ceremonia de graduación que emerge como esa luz de esperanza y ensoñación, cual aurora que despunta y el alba que nos brinda nueva ilusión”.

“Verse en ese punto de partida patinando en busca de puertas que le brinde seguridad y certidumbre en su futuro profesional.

La angustia que genera, a ellos como profesionales y jóvenes y a uno como padres y avanzados en el camino de la vida, es ver la pobreza de oportunidades que existe en esta región.  Aquí se pueden contar con los dedos de una mano  las fuentes de empleo: Alcaldía, Gobernación, las minas de carbón, que ya no tanto, y unas cuantas empresas que no suplen la demanda que hoy abunda con tantos jóvenes y  profesionales.

Aquí estoy, en el Terminal de Transporte con el corazón compungido,  acompañando a mi hijo Eduardo Andrés, como quizás tantos otros padres que ven a sus hijos  salir a buscar nuevos horizontes y abrirse camino en otras latitudes  pues por acá no hay nada.

Lo que uno desea como padre es que sus hijos en el ejercicio de formación puedan encontrar oportunidades laborales, que les permitan, además, seguir con su orden: especialización, maestría y doctorados, cosa que no es fácil si no se cuenta con recursos y sólidas bases económicas en la familia que ayuden a proyectarse profesionalmente.

No es fácil ver partir a sus hijos, es la ley de la vida;  la biblia dice que cuando el hijo crezca, “dejará a su padre y a su madre (Génesis 2:24). La misión de todo padre responsable es preparar a los hijos para ese momento, pero lo difícil aquí es ver el oscuro panorama, y por más que uno les ayude a preparar y cultivar las habilidades que requieren dar pasos en la oscuridad no deja de ser difícil”. Coletilla: el Gobierno nacional acaba de  ofrecer en un programa pagar el 25 % de un salario mínimos legal mensual a quienes empleen jóvenes hasta 28 años. ¿Qué le costaría al gobierno departamental o a los  locales incentivar (como se hizo con el incentivo de capitalización rural, ICR, complementario al nacional, que el departamento ha aplicado a los productores del campo) darles una suma adicional?  Si fueran 1.000 jóvenes, a razón de $250 mil cada uno, solo serían $ 3.000 millones anuales, poco respecto a lo que se gasta hoy en regalías  en obras de infraestructura, dice el director de Cesore Fernando Herrera,  quien lanzó la idea.

Editorial
4 agosto, 2021

Alegrías y angustias del padre al graduar al hijo profesional

A raíz de que este pasado viernes 29 de julio se celebraron grados de una nueva cohorte de profesionales de la Universidad Popular del Cesar, día en el que por cierto todos los establecimientos públicos de entretenimiento de la ciudad, entre ellos los restaurantes,  se coparon como nunca había sucedido en estos tiempos de pandemia. […]


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A raíz de que este pasado viernes 29 de julio se celebraron grados de una nueva cohorte de profesionales de la Universidad Popular del Cesar, día en el que por cierto todos los establecimientos públicos de entretenimiento de la ciudad, entre ellos los restaurantes,  se coparon como nunca había sucedido en estos tiempos de pandemia.

Eduardo Santos Ortega escribió ayer en su columna  ‘A buscar nuevos horizontes’, manifestando, junto a la satisfacción de la etapa cumplida por graduar recientemente a su hijo, la preocupación porque las oportunidades laborales de los jóvenes, en especial los recién graduados, es muy baja.

Eduardo Santos Ortega  dice: “Se siente uno de verdad orgulloso de ver a los hijos cumpliendo sus metas, después de recorrer caminos de sacrificio; al final de la senda la ceremonia de graduación que emerge como esa luz de esperanza y ensoñación, cual aurora que despunta y el alba que nos brinda nueva ilusión”.

“Verse en ese punto de partida patinando en busca de puertas que le brinde seguridad y certidumbre en su futuro profesional.

La angustia que genera, a ellos como profesionales y jóvenes y a uno como padres y avanzados en el camino de la vida, es ver la pobreza de oportunidades que existe en esta región.  Aquí se pueden contar con los dedos de una mano  las fuentes de empleo: Alcaldía, Gobernación, las minas de carbón, que ya no tanto, y unas cuantas empresas que no suplen la demanda que hoy abunda con tantos jóvenes y  profesionales.

Aquí estoy, en el Terminal de Transporte con el corazón compungido,  acompañando a mi hijo Eduardo Andrés, como quizás tantos otros padres que ven a sus hijos  salir a buscar nuevos horizontes y abrirse camino en otras latitudes  pues por acá no hay nada.

Lo que uno desea como padre es que sus hijos en el ejercicio de formación puedan encontrar oportunidades laborales, que les permitan, además, seguir con su orden: especialización, maestría y doctorados, cosa que no es fácil si no se cuenta con recursos y sólidas bases económicas en la familia que ayuden a proyectarse profesionalmente.

No es fácil ver partir a sus hijos, es la ley de la vida;  la biblia dice que cuando el hijo crezca, “dejará a su padre y a su madre (Génesis 2:24). La misión de todo padre responsable es preparar a los hijos para ese momento, pero lo difícil aquí es ver el oscuro panorama, y por más que uno les ayude a preparar y cultivar las habilidades que requieren dar pasos en la oscuridad no deja de ser difícil”. Coletilla: el Gobierno nacional acaba de  ofrecer en un programa pagar el 25 % de un salario mínimos legal mensual a quienes empleen jóvenes hasta 28 años. ¿Qué le costaría al gobierno departamental o a los  locales incentivar (como se hizo con el incentivo de capitalización rural, ICR, complementario al nacional, que el departamento ha aplicado a los productores del campo) darles una suma adicional?  Si fueran 1.000 jóvenes, a razón de $250 mil cada uno, solo serían $ 3.000 millones anuales, poco respecto a lo que se gasta hoy en regalías  en obras de infraestructura, dice el director de Cesore Fernando Herrera,  quien lanzó la idea.