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Columnista - 7 julio, 2021

La ilusión de la Constitución del 91

La Constitución de 1991 fue producto de la coerción de los estudiantes, cuando promovieron, junto con otros segmentos sociales, la inclusión de la séptima papeleta en el certamen electoral, para originar una Constituyente y cambiar la Constitución de 1886, considerada obsoleta para el país. En este país sin memoria, seguramente hay quienes niegan a los […]

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La Constitución de 1991 fue producto de la coerción de los estudiantes, cuando promovieron, junto con otros segmentos sociales, la inclusión de la séptima papeleta en el certamen electoral, para originar una Constituyente y cambiar la Constitución de 1886, considerada obsoleta para el país.

En este país sin memoria, seguramente hay quienes niegan a los estudiantes el protagonismo que se les atribuye en la celebración de la Constituyente que dio vía libre a la idea y entrada en vigencia de una nueva Constitución. Colombia atravesaba una etapa difícil, donde las violencias de distinta naturaleza se conspiraron para hacer trizas la convivencia nacional. Además, las instituciones estaban en peligro, la vida en el país estaba convulsionada por secuestros, narcotráfico, violencia política y la corrupción, prácticamente como ahora.  

La idea de la nueva Constitución se vendió como salida a la difícil situación nacional y los estudiantes protagonizaron un respaldo poco visto a la idea de una nueva Carta. Entonces, una nueva Constitución fue quizás la idea salvadora para los colombianos. El país, en los últimos diez años, había vivido una etapa de violencia marcada con distintos frentes, pero con un solo contenido: la baja calidad de vida de los colombianos, la zozobra, inseguridad, que llevó al común de los ciudadanos a no estar seguros de tener un mañana. 

Con la nueva Carta de 1991 se rompió la espina dorsal a la violencia de ese entonces, en la que era difícil distinguir a los contendores y los grupos guerrilleros que decían tener la intención de “libertar” a los colombianos de la situación que enfrentaban. La sola idea de un cambio institucional ilusionó a los ciudadanos de buena fe y la idea de una nueva carta política generó ilusiones. 

Conocida la voluntad popular a favor de una Constituyente, los cabecillas políticos cambiaron su vestido, se erigieron como salvadores nacionales; cambiaron sus discursos y apuntaron sus megáfonos hacia sus propias imágenes, solo que, sin fijarles un nombre, para confundir al desprevenido. Entre los constituyentes elegidos quedó el mismo núcleo político que había sido el responsable de la situación de postración que vivía el país. 

Entonces, fungían como salvadores, lanzaban discursos en los que se distraía la atención de los colombianos, para que no se dieran cuenta de que quienes les hablaban no eran otros que los mismos que habían llevado a la sociedad a ese estado de postrada desesperación en que se hallaba. Al final participaron entre los constituyentes elegidos, aunque con distinta rotula, los mismos líderes a quienes en sana justicia se debía encausar por el daño causado al país. 

Son treinta años apenas y siguen manejando propuestas de nuevas constituyentes, en lo que viene a ser una confirmación de que, definitivamente, el país sigue siendo manejado desde el concepto de la inmediatez y no de la proyección de la vida de los colombianos al mediano y largo tiempo, mediante la toma de medidas que realmente creen espacios para la consulta serena, el diagnóstico apropiado y las propuestas de mejoras ajenas al interés malsano de la política mal entendida. 

Con apenas 30 años de vigencia, el número de reformas que se han introducido en la Constitución de 1991 es muy superior a las calendas que la soportan. El 10 % del articulado ha sido reformado y, además, algunos temas han sido reiteradamente trajinados legislativamente, en lo que viene a ser una muestra de la poca coincidencia paradigmática de los legisladores en cuanto se relaciona con el bienestar y desarrollo del país. Hasta la próxima semana. 

[email protected]    

@tiochiro

Columnista
7 julio, 2021

La ilusión de la Constitución del 91

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

La Constitución de 1991 fue producto de la coerción de los estudiantes, cuando promovieron, junto con otros segmentos sociales, la inclusión de la séptima papeleta en el certamen electoral, para originar una Constituyente y cambiar la Constitución de 1886, considerada obsoleta para el país. En este país sin memoria, seguramente hay quienes niegan a los […]


La Constitución de 1991 fue producto de la coerción de los estudiantes, cuando promovieron, junto con otros segmentos sociales, la inclusión de la séptima papeleta en el certamen electoral, para originar una Constituyente y cambiar la Constitución de 1886, considerada obsoleta para el país.

En este país sin memoria, seguramente hay quienes niegan a los estudiantes el protagonismo que se les atribuye en la celebración de la Constituyente que dio vía libre a la idea y entrada en vigencia de una nueva Constitución. Colombia atravesaba una etapa difícil, donde las violencias de distinta naturaleza se conspiraron para hacer trizas la convivencia nacional. Además, las instituciones estaban en peligro, la vida en el país estaba convulsionada por secuestros, narcotráfico, violencia política y la corrupción, prácticamente como ahora.  

La idea de la nueva Constitución se vendió como salida a la difícil situación nacional y los estudiantes protagonizaron un respaldo poco visto a la idea de una nueva Carta. Entonces, una nueva Constitución fue quizás la idea salvadora para los colombianos. El país, en los últimos diez años, había vivido una etapa de violencia marcada con distintos frentes, pero con un solo contenido: la baja calidad de vida de los colombianos, la zozobra, inseguridad, que llevó al común de los ciudadanos a no estar seguros de tener un mañana. 

Con la nueva Carta de 1991 se rompió la espina dorsal a la violencia de ese entonces, en la que era difícil distinguir a los contendores y los grupos guerrilleros que decían tener la intención de “libertar” a los colombianos de la situación que enfrentaban. La sola idea de un cambio institucional ilusionó a los ciudadanos de buena fe y la idea de una nueva carta política generó ilusiones. 

Conocida la voluntad popular a favor de una Constituyente, los cabecillas políticos cambiaron su vestido, se erigieron como salvadores nacionales; cambiaron sus discursos y apuntaron sus megáfonos hacia sus propias imágenes, solo que, sin fijarles un nombre, para confundir al desprevenido. Entre los constituyentes elegidos quedó el mismo núcleo político que había sido el responsable de la situación de postración que vivía el país. 

Entonces, fungían como salvadores, lanzaban discursos en los que se distraía la atención de los colombianos, para que no se dieran cuenta de que quienes les hablaban no eran otros que los mismos que habían llevado a la sociedad a ese estado de postrada desesperación en que se hallaba. Al final participaron entre los constituyentes elegidos, aunque con distinta rotula, los mismos líderes a quienes en sana justicia se debía encausar por el daño causado al país. 

Son treinta años apenas y siguen manejando propuestas de nuevas constituyentes, en lo que viene a ser una confirmación de que, definitivamente, el país sigue siendo manejado desde el concepto de la inmediatez y no de la proyección de la vida de los colombianos al mediano y largo tiempo, mediante la toma de medidas que realmente creen espacios para la consulta serena, el diagnóstico apropiado y las propuestas de mejoras ajenas al interés malsano de la política mal entendida. 

Con apenas 30 años de vigencia, el número de reformas que se han introducido en la Constitución de 1991 es muy superior a las calendas que la soportan. El 10 % del articulado ha sido reformado y, además, algunos temas han sido reiteradamente trajinados legislativamente, en lo que viene a ser una muestra de la poca coincidencia paradigmática de los legisladores en cuanto se relaciona con el bienestar y desarrollo del país. Hasta la próxima semana. 

[email protected]    

@tiochiro