Di vueltas y revueltas para escribir esta columna, porque no sabía por dónde empezar. Con Franklin me unió una amistad de años. Fue mi amigo amigo, yo lo consideraba un gran hombre, un ser original. Alguien en quien confiaba, alguien con quien intercambié horas de conversaciones, en su casa o en la mía. Franklin Martínez […]
Di vueltas y revueltas para escribir esta columna, porque no sabía por dónde empezar. Con Franklin me unió una amistad de años. Fue mi amigo amigo, yo lo consideraba un gran hombre, un ser original. Alguien en quien confiaba, alguien con quien intercambié horas de conversaciones, en su casa o en la mía.
Franklin Martínez Solano era vallenato con raíces de La Guajira; falleció ayer, después de dos meses de hospitalización por covid-19.
Con Franklin uno podía hablar varias horas (muchas veces lo hicimos), siempre nos respetamos los espacios. Fue un gran escucha, su respuesta siempre fue ajustada a la verdad. Con él conocí a varios de sus amigos, como la alcaldesa Claudia López y al periodista Gonzalo Guillén.
Su otra condición fue su amor por la familia. Por sus hijos, aunque era parco en sus manifestaciones. Aquel juez de carácter fuerte se amilanaba de amor al llegar a su casa donde su esposa Johana, sus hijos Leslie y Franklin, a quien le decía ‘doctor panqui’.
Nuestra amistad se forjó en un campo laboral distinto, él como juez y yo como periodista. Luego la vida nos acercó como docentes en la Universidad Popular del Cesar y más tarde iniciamos un doctorado en Ciencia Política con una treintena de abogados y profesionales de la costa Atlántica.
Esa amistad fue creciendo en los seis años de estudios que, finalmente, fuimos los primeros en obtener el título de doctor en la Universidad del Zulia de Venezuela, el 5 de diciembre del 2016.
Franklin era un hombre humilde, de personalidad extraordinaria y recia. El juez Aníbal Guillermo González Moscote lo definió en una sabia frase: “En el poder judicial era un hombre valioso y valiente”.
Era una de las personas impolutas y profesionales del Derecho, que ejercía el cargo con seriedad, honestidad y franca laboriosidad de entrega, un abogado que ejerció su profesión con idoneidad.
Franklin Martínez Solano era merecedor para dirigir cualquier Tribunal del país, por su trayectoria como profesional y por su transparencia, que siempre la tuvo como fiscal, juez o magistrado. En el momento era fiscal Delegado ante los Tribunales del Distrito Judicial de Riohacha.
Poseía capacidades profesionales capaces de discernir asuntos con toda la autoridad intelectual ajustada al Derecho, como lo expuso en los cargos que ocupó en sus tres décadas de profesión. No se equivocó cuando dejó de estudiar Enfermería por Derecho en la Universidad del Atlántico.
Además, Franklin Martínez constituyó un símbolo de calidades humanas. Siempre fue una persona emprendedora, comprometida y minuciosa en el cumplimiento de sus tareas. Inteligente y disciplinado para sus labores como investigador.
Muchos de sus colegas afirman que nunca le tembló la mano para firmar una sentencia de condena ni de absolución y muchas veces se retiró de reuniones en donde funcionarios de elección popular y encopetados personajes le propusieron “…hasta cheques en blanco”, para que cambiara su posición frente a un proceso.
Entiendo que, en un país tan corrupto como el nuestro, le ofrecieron hasta lo divino, pero él nunca se dejó comprar. “Yo no tengo precio, ‘gran Aqui’”, me decía.
Varias veces, a su casa, llegaron emisarios, de parte de famosos interpretes de conjuntos vallenatos para pedirle que aceptara saludos en el próximo disco. “…Yo nunca he aceptado esos saludos, porque eso compromete”, decía.
Nunca le pregunté por qué cuando me saludaba me decía: ‘El gran Aqui’, siempre lo acepté, sin malicias, sin conjeturas. Una semana antes de enfermarse hablamos por celular. Estaba contento en su nueva posición en el poder judicial. “Estoy más descansado, viajo menos, estoy con la familia”. Descansa en paz compañero y amigo. Hasta la próxima semana.
@tiochiro
Di vueltas y revueltas para escribir esta columna, porque no sabía por dónde empezar. Con Franklin me unió una amistad de años. Fue mi amigo amigo, yo lo consideraba un gran hombre, un ser original. Alguien en quien confiaba, alguien con quien intercambié horas de conversaciones, en su casa o en la mía. Franklin Martínez […]
Di vueltas y revueltas para escribir esta columna, porque no sabía por dónde empezar. Con Franklin me unió una amistad de años. Fue mi amigo amigo, yo lo consideraba un gran hombre, un ser original. Alguien en quien confiaba, alguien con quien intercambié horas de conversaciones, en su casa o en la mía.
Franklin Martínez Solano era vallenato con raíces de La Guajira; falleció ayer, después de dos meses de hospitalización por covid-19.
Con Franklin uno podía hablar varias horas (muchas veces lo hicimos), siempre nos respetamos los espacios. Fue un gran escucha, su respuesta siempre fue ajustada a la verdad. Con él conocí a varios de sus amigos, como la alcaldesa Claudia López y al periodista Gonzalo Guillén.
Su otra condición fue su amor por la familia. Por sus hijos, aunque era parco en sus manifestaciones. Aquel juez de carácter fuerte se amilanaba de amor al llegar a su casa donde su esposa Johana, sus hijos Leslie y Franklin, a quien le decía ‘doctor panqui’.
Nuestra amistad se forjó en un campo laboral distinto, él como juez y yo como periodista. Luego la vida nos acercó como docentes en la Universidad Popular del Cesar y más tarde iniciamos un doctorado en Ciencia Política con una treintena de abogados y profesionales de la costa Atlántica.
Esa amistad fue creciendo en los seis años de estudios que, finalmente, fuimos los primeros en obtener el título de doctor en la Universidad del Zulia de Venezuela, el 5 de diciembre del 2016.
Franklin era un hombre humilde, de personalidad extraordinaria y recia. El juez Aníbal Guillermo González Moscote lo definió en una sabia frase: “En el poder judicial era un hombre valioso y valiente”.
Era una de las personas impolutas y profesionales del Derecho, que ejercía el cargo con seriedad, honestidad y franca laboriosidad de entrega, un abogado que ejerció su profesión con idoneidad.
Franklin Martínez Solano era merecedor para dirigir cualquier Tribunal del país, por su trayectoria como profesional y por su transparencia, que siempre la tuvo como fiscal, juez o magistrado. En el momento era fiscal Delegado ante los Tribunales del Distrito Judicial de Riohacha.
Poseía capacidades profesionales capaces de discernir asuntos con toda la autoridad intelectual ajustada al Derecho, como lo expuso en los cargos que ocupó en sus tres décadas de profesión. No se equivocó cuando dejó de estudiar Enfermería por Derecho en la Universidad del Atlántico.
Además, Franklin Martínez constituyó un símbolo de calidades humanas. Siempre fue una persona emprendedora, comprometida y minuciosa en el cumplimiento de sus tareas. Inteligente y disciplinado para sus labores como investigador.
Muchos de sus colegas afirman que nunca le tembló la mano para firmar una sentencia de condena ni de absolución y muchas veces se retiró de reuniones en donde funcionarios de elección popular y encopetados personajes le propusieron “…hasta cheques en blanco”, para que cambiara su posición frente a un proceso.
Entiendo que, en un país tan corrupto como el nuestro, le ofrecieron hasta lo divino, pero él nunca se dejó comprar. “Yo no tengo precio, ‘gran Aqui’”, me decía.
Varias veces, a su casa, llegaron emisarios, de parte de famosos interpretes de conjuntos vallenatos para pedirle que aceptara saludos en el próximo disco. “…Yo nunca he aceptado esos saludos, porque eso compromete”, decía.
Nunca le pregunté por qué cuando me saludaba me decía: ‘El gran Aqui’, siempre lo acepté, sin malicias, sin conjeturas. Una semana antes de enfermarse hablamos por celular. Estaba contento en su nueva posición en el poder judicial. “Estoy más descansado, viajo menos, estoy con la familia”. Descansa en paz compañero y amigo. Hasta la próxima semana.
@tiochiro