Hay nombres que con el correr de los años se convierten en una marca. Un sello indeleble que con solo pronunciarlo se identifican una serie de situaciones que generan diversas clases de sentimientos: alegría, amor, sencillez, nostalgias, humildad, amistad, trabajo y entrega; y las relacionas, en este caso particular, con la imagen de una mujer […]
Hay nombres que con el correr de los años se convierten en una marca. Un sello indeleble que con solo pronunciarlo se identifican una serie de situaciones que generan diversas clases de sentimientos: alegría, amor, sencillez, nostalgias, humildad, amistad, trabajo y entrega; y las relacionas, en este caso particular, con la imagen de una mujer aguerrida y extraordinaria.
Justamente para esta época, esa distinguida mujer hace honor a su ‘edad de oro’. Es una mujer octogenaria, pero llena de vitalidad y de una grata lucidez que le abraza todos sus sentidos.
Una dama en todo su esplendor; la señora Julia Durán hace algunos años entregó su mocedad y toda su vitalidad a un proyecto admirable, una actividad desde la cual se genera vida a través de la educación, permite crear conciencia ciudadana, exaltar la cultura y entregarse de manera especial a la enseñanza.
De esta iniciativa y amor por la comunidad, la ‘seño Julia’ creó el colegio ‘Mi edad de oro’, ubicado en la carrera 6A número 19A 49, en el barrio Kennedy en Valledupar. Son muchos años entregada a este apostolado de manera especial.
En esa doctrina de amor y confianza a su prójimo, la ‘seño Julia’ se entregó en cuerpo y alma y por sus manos delicadas y tiernas han pasado varias generaciones que hoy cosechan de ese cultivo maravilloso sus enseñanzas, y sobre todo a través de su ejemplo de virtud y pundonor académico.
Hoy, además de exaltar la maravillosa actividad de esta gran mujer, y darle luces multicolores a esta empresa de formación, me voy a referir a una situación que compartí de manera especial con ella. Hace pocos días me encontraba haciendo compras en un supermercado; en medio de los protocolos de seguridad y todo lo que conlleva estar en un sitio de estos se me acerca una señora y me pregunta: “¿Usted cómo se llama?”. Le dije: “Mi nombre es Eduardo Santos”; acto seguido ella pregunta: “¿Usted es el que escribe en EL PILÓN?”. “Sí señora, yo escribo en EL PILÓN”, le dije un tanto sorprendido. “Bájese el tapaboca”, eso hice y al reconocerme me dijo: “Yo me leo todas sus columnas, me parece que es una persona centrada, escribe bien; aduce lo justo y no se extralimita en sus comentarios, muy bueno. Soy asidua lectora de este gran periódico y los sigo con regularidad”.
Me sentí honrado, y pensé que son estas cosas lo que hace que uno se sienta comprometido con los lectores; eso te exige estar mejor cada día, y desde luego maravillado de que una señora de esta raigambre elogie el trabajo humilde que le aportamos a este maravilloso medio.
Hablamos de muchos temas, luego de presentarse y decirme yo soy la ‘Seño Julia’ del colegio Mi edad de oro. Hoy le reconozco ‘seño Julia’, que efectivamente está usted en la mejor edad, en esa edad de oro, que con su sapiencia y experiencia tiene tanto por dar, y nosotros y todas las generaciones que vienen tanto por aprender. Dios la bendiga. Sólo Eso.
Hay nombres que con el correr de los años se convierten en una marca. Un sello indeleble que con solo pronunciarlo se identifican una serie de situaciones que generan diversas clases de sentimientos: alegría, amor, sencillez, nostalgias, humildad, amistad, trabajo y entrega; y las relacionas, en este caso particular, con la imagen de una mujer […]
Hay nombres que con el correr de los años se convierten en una marca. Un sello indeleble que con solo pronunciarlo se identifican una serie de situaciones que generan diversas clases de sentimientos: alegría, amor, sencillez, nostalgias, humildad, amistad, trabajo y entrega; y las relacionas, en este caso particular, con la imagen de una mujer aguerrida y extraordinaria.
Justamente para esta época, esa distinguida mujer hace honor a su ‘edad de oro’. Es una mujer octogenaria, pero llena de vitalidad y de una grata lucidez que le abraza todos sus sentidos.
Una dama en todo su esplendor; la señora Julia Durán hace algunos años entregó su mocedad y toda su vitalidad a un proyecto admirable, una actividad desde la cual se genera vida a través de la educación, permite crear conciencia ciudadana, exaltar la cultura y entregarse de manera especial a la enseñanza.
De esta iniciativa y amor por la comunidad, la ‘seño Julia’ creó el colegio ‘Mi edad de oro’, ubicado en la carrera 6A número 19A 49, en el barrio Kennedy en Valledupar. Son muchos años entregada a este apostolado de manera especial.
En esa doctrina de amor y confianza a su prójimo, la ‘seño Julia’ se entregó en cuerpo y alma y por sus manos delicadas y tiernas han pasado varias generaciones que hoy cosechan de ese cultivo maravilloso sus enseñanzas, y sobre todo a través de su ejemplo de virtud y pundonor académico.
Hoy, además de exaltar la maravillosa actividad de esta gran mujer, y darle luces multicolores a esta empresa de formación, me voy a referir a una situación que compartí de manera especial con ella. Hace pocos días me encontraba haciendo compras en un supermercado; en medio de los protocolos de seguridad y todo lo que conlleva estar en un sitio de estos se me acerca una señora y me pregunta: “¿Usted cómo se llama?”. Le dije: “Mi nombre es Eduardo Santos”; acto seguido ella pregunta: “¿Usted es el que escribe en EL PILÓN?”. “Sí señora, yo escribo en EL PILÓN”, le dije un tanto sorprendido. “Bájese el tapaboca”, eso hice y al reconocerme me dijo: “Yo me leo todas sus columnas, me parece que es una persona centrada, escribe bien; aduce lo justo y no se extralimita en sus comentarios, muy bueno. Soy asidua lectora de este gran periódico y los sigo con regularidad”.
Me sentí honrado, y pensé que son estas cosas lo que hace que uno se sienta comprometido con los lectores; eso te exige estar mejor cada día, y desde luego maravillado de que una señora de esta raigambre elogie el trabajo humilde que le aportamos a este maravilloso medio.
Hablamos de muchos temas, luego de presentarse y decirme yo soy la ‘Seño Julia’ del colegio Mi edad de oro. Hoy le reconozco ‘seño Julia’, que efectivamente está usted en la mejor edad, en esa edad de oro, que con su sapiencia y experiencia tiene tanto por dar, y nosotros y todas las generaciones que vienen tanto por aprender. Dios la bendiga. Sólo Eso.