Después de las protestas convocadas el 28 de abril en nuestro país, el tablero político se movió. Un mar de colombianos desencantados se lanzó a las calles para protestar inicialmente por el retiro de la reforma tributaria, pero en el fondo, todo cogió tanta fuerza que se marchó además por: empleo, salud, educación y un […]
Después de las protestas convocadas el 28 de abril en nuestro país, el tablero político se movió. Un mar de colombianos desencantados se lanzó a las calles para protestar inicialmente por el retiro de la reforma tributaria, pero en el fondo, todo cogió tanta fuerza que se marchó además por: empleo, salud, educación y un sinfín de demandas sociales que ya existían pero que se recrudecieron después de la pandemia.
Ese día, creo que ni el más optimista contradictor de Duque esperaba tan magna indignación social. Todo sucedió como una bola de nieve; día a día se sumaban actores desde distintas orillas políticas, no importó el riesgo al contagio con ocasión de la pandemia, bajo lluvia, bajo sol, en carpas, universidades, en ciudades grandes y pequeñas; una manifestación histórica.
Pero, como toda protesta social en Colombia, uno sabe por dónde se empieza, pero no se sabe cómo y cuándo termina. Con el pasar de los días, ocurrieron una sucesión de hechos que puso en vilo la institucionalidad del país. Ver las redes sociales durante esas horas era equivalente a clavarnos un puñal en el corazón. Por un momento entramos en una nebulosa nacional en la que todo, sí, absolutamente todo, podía pasar. Hoy, con el diario del lunes tenemos la sensación de que, gracias a Dios y como se pudo, nos salvamos de una catástrofe. Pero, ¿qué ha dejado el paro después del 28 de abril? He aquí algunas reflexiones.
Un presidente sin gobernabilidad. He tenido la sensación de que Duque después del 28 de abril dejó de gobernar. El presidente de la república es ignorado hasta por la gente de su propio partido, quienes en una jugada política le soltaron la mano, justo cuando se venía el caos. Se le desarmó la coalición que había concretado en el Congreso, le devolvieron la tributaria y la reforma a la salud. Nadie quiere salir en la foto con él; “la política es dinámica”, dicen, y hoy Duque vive esa triste realidad.
Un despertar de fuerzas alternativas. Todo parece indicar que, en las próximas elecciones Colombia vivirá un cambio en su estructura política y que por primera vez existe una gran posibilidad de tener un presidente alejado de los partidos tradicionales. Eso ya se venía cocinando, pero el paro lo aceleró. Es muy probable que emerjan nuevos liderazgos políticos que con una narrativa anti establishment ganen espacio en la arena política y se impongan en las urnas.
Un comité difuso. El día que el comité del paro presentó su pliego de peticiones para negociar sentí que había una desconexión total con las bases de la protesta. Todos esperábamos seriedad y sensatez, pero no fue así. Eso, aunado a la ausencia de liderazgo de sus masas ha permeado su legitimidad. Manifestarse a tiempo sobre el vandalismo y los bloqueos hubiera evitado lo que posteriormente vimos, pero tampoco fue así.
Un asomo de paramilitarismo. De terror esto. ¿Ustedes vieron lo que pasaba en Cali? Esto lo vislumbré en un tuit el 9 de mayo que me permito replicar: “Lo que está pasando en Cali es una historia que ya conocemos en Colombia: 1. Un grupo poblacional que se siente abandonado se rebeldiza y ataca. En este caso los indígenas. 2. Un gobierno que no reacciona a tiempo y pierde el control de la situación. 3. Ciudadanos que ante la ausencia de autoridad pública defienden sus bienes e integridad en nombre propio, conformando pequeños ejércitos privados (autodefensas)”. Literal, así fue.
Al escribir esta columna quedan temas pendientes en el país. Hay un proceso de diálogo andando, un ambiente mucho más polarizado, figuras nuevas y emergentes asomándose, la fuerza pública en proceso de reforma, etc. Esperemos que el tiempo trate de poner las cosas en su lugar, ya que a nosotros como ciudadanos nos ha costado tanto hacerlo.
Después de las protestas convocadas el 28 de abril en nuestro país, el tablero político se movió. Un mar de colombianos desencantados se lanzó a las calles para protestar inicialmente por el retiro de la reforma tributaria, pero en el fondo, todo cogió tanta fuerza que se marchó además por: empleo, salud, educación y un […]
Después de las protestas convocadas el 28 de abril en nuestro país, el tablero político se movió. Un mar de colombianos desencantados se lanzó a las calles para protestar inicialmente por el retiro de la reforma tributaria, pero en el fondo, todo cogió tanta fuerza que se marchó además por: empleo, salud, educación y un sinfín de demandas sociales que ya existían pero que se recrudecieron después de la pandemia.
Ese día, creo que ni el más optimista contradictor de Duque esperaba tan magna indignación social. Todo sucedió como una bola de nieve; día a día se sumaban actores desde distintas orillas políticas, no importó el riesgo al contagio con ocasión de la pandemia, bajo lluvia, bajo sol, en carpas, universidades, en ciudades grandes y pequeñas; una manifestación histórica.
Pero, como toda protesta social en Colombia, uno sabe por dónde se empieza, pero no se sabe cómo y cuándo termina. Con el pasar de los días, ocurrieron una sucesión de hechos que puso en vilo la institucionalidad del país. Ver las redes sociales durante esas horas era equivalente a clavarnos un puñal en el corazón. Por un momento entramos en una nebulosa nacional en la que todo, sí, absolutamente todo, podía pasar. Hoy, con el diario del lunes tenemos la sensación de que, gracias a Dios y como se pudo, nos salvamos de una catástrofe. Pero, ¿qué ha dejado el paro después del 28 de abril? He aquí algunas reflexiones.
Un presidente sin gobernabilidad. He tenido la sensación de que Duque después del 28 de abril dejó de gobernar. El presidente de la república es ignorado hasta por la gente de su propio partido, quienes en una jugada política le soltaron la mano, justo cuando se venía el caos. Se le desarmó la coalición que había concretado en el Congreso, le devolvieron la tributaria y la reforma a la salud. Nadie quiere salir en la foto con él; “la política es dinámica”, dicen, y hoy Duque vive esa triste realidad.
Un despertar de fuerzas alternativas. Todo parece indicar que, en las próximas elecciones Colombia vivirá un cambio en su estructura política y que por primera vez existe una gran posibilidad de tener un presidente alejado de los partidos tradicionales. Eso ya se venía cocinando, pero el paro lo aceleró. Es muy probable que emerjan nuevos liderazgos políticos que con una narrativa anti establishment ganen espacio en la arena política y se impongan en las urnas.
Un comité difuso. El día que el comité del paro presentó su pliego de peticiones para negociar sentí que había una desconexión total con las bases de la protesta. Todos esperábamos seriedad y sensatez, pero no fue así. Eso, aunado a la ausencia de liderazgo de sus masas ha permeado su legitimidad. Manifestarse a tiempo sobre el vandalismo y los bloqueos hubiera evitado lo que posteriormente vimos, pero tampoco fue así.
Un asomo de paramilitarismo. De terror esto. ¿Ustedes vieron lo que pasaba en Cali? Esto lo vislumbré en un tuit el 9 de mayo que me permito replicar: “Lo que está pasando en Cali es una historia que ya conocemos en Colombia: 1. Un grupo poblacional que se siente abandonado se rebeldiza y ataca. En este caso los indígenas. 2. Un gobierno que no reacciona a tiempo y pierde el control de la situación. 3. Ciudadanos que ante la ausencia de autoridad pública defienden sus bienes e integridad en nombre propio, conformando pequeños ejércitos privados (autodefensas)”. Literal, así fue.
Al escribir esta columna quedan temas pendientes en el país. Hay un proceso de diálogo andando, un ambiente mucho más polarizado, figuras nuevas y emergentes asomándose, la fuerza pública en proceso de reforma, etc. Esperemos que el tiempo trate de poner las cosas en su lugar, ya que a nosotros como ciudadanos nos ha costado tanto hacerlo.