“Confía en Dios con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia”. Proverbios 3:5. Es incontable la cantidad de personas que viven diariamente derrotados y espiritualmente adormecidos, ajenos a la realidad de la batalla que se libra por sus mentes. Estamos llamados a vivir en plena libertad percibiendo la naturaleza del conflicto […]
“Confía en Dios con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia”. Proverbios 3:5.
Es incontable la cantidad de personas que viven diariamente derrotados y espiritualmente adormecidos, ajenos a la realidad de la batalla que se libra por sus mentes. Estamos llamados a vivir en plena libertad percibiendo la naturaleza del conflicto y dándonos cuenta de que podemos ser victoriosos y ser transformados mediante la renovación de la mente.
La confianza en Dios y su Palabra es la manera correcta de vivir; sin embargo, hemos decidido vivir por la lógica y la razón. La primera es a la manera de Dios, la otra es a la manera del hombre. No necesariamente la fe y la razón tienen que entrar en conflicto; especialmente, porque funcionan en longitudes de ondas lógicas totalmente diferente.
No se trata de que la fe sea irracional, ni tampoco que ignoremos nuestra responsabilidad para pensar y decidir. Por el contrario, Dios nos exige que pensemos y escojamos. Dios es un ser racional y obra por medio de nuestra habilidad de razonar. El problema radica en que nuestra habilidad de razonar es limitada y condicionada por el tiempo y el espacio, sujeta a cambiantes estados de ánimo internos y a tornadizas circunstancias externas.
Puesto que somos incapaces de determinar los pensamientos de Dios por medio del razonamiento humano, debemos depender de la revelación divina y la confianza en su Palabra. Isaías lo advirtió así: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos”.
Así que de cara a la vida tenemos dos opciones: podemos vivir a la manera de Dios, confiando en su palabra y operando por la fe o vivir a nuestra manera, operando por medio de nuestra limitada manera de razonar y de entender el mundo. Salomón nos urgía a que siempre vivamos a la manera de Dios: “No te apoyes en tu propia prudencia”.
Queridos amigos: la fuerza de la primera opción está determinada por la convicción de que la manera de Dios será siempre justa y traerá su recompensa por la obediencia y la confianza. Mientras que la fuerza de la segunda opción queda determinada por la cantidad de tiempo y energía que se invierta en considerar pensamientos, muchas veces contrarios a la Palabra de Dios.
Puede ser que, en realidad, estemos convencidos intelectualmente que la manera de Dios es lo mejor, pero nuestro egocentrismo nos impele a vivir conforme con nuestros pensamientos y convicciones; en vez de vivir por confianza en Dios y obediencia a sus preceptos. Si quiero terminar con los planes mediocres y egocéntricos que tengo hoy debo someter mi voluntad a la perfecta manera de Dios y confiar en que los resultados beneficiosos vendrán.
Será entonces más lógico y racional, ¿preferir nuestra manera respecto de la manera de Dios?
Hago oración para que aprendamos a confiar en Dios y vivamos conforme con sus pensamientos de paz en la tierra y buena voluntad para con los hombres. Abrazos y bendiciones en Cristo.
“Confía en Dios con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia”. Proverbios 3:5. Es incontable la cantidad de personas que viven diariamente derrotados y espiritualmente adormecidos, ajenos a la realidad de la batalla que se libra por sus mentes. Estamos llamados a vivir en plena libertad percibiendo la naturaleza del conflicto […]
“Confía en Dios con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia”. Proverbios 3:5.
Es incontable la cantidad de personas que viven diariamente derrotados y espiritualmente adormecidos, ajenos a la realidad de la batalla que se libra por sus mentes. Estamos llamados a vivir en plena libertad percibiendo la naturaleza del conflicto y dándonos cuenta de que podemos ser victoriosos y ser transformados mediante la renovación de la mente.
La confianza en Dios y su Palabra es la manera correcta de vivir; sin embargo, hemos decidido vivir por la lógica y la razón. La primera es a la manera de Dios, la otra es a la manera del hombre. No necesariamente la fe y la razón tienen que entrar en conflicto; especialmente, porque funcionan en longitudes de ondas lógicas totalmente diferente.
No se trata de que la fe sea irracional, ni tampoco que ignoremos nuestra responsabilidad para pensar y decidir. Por el contrario, Dios nos exige que pensemos y escojamos. Dios es un ser racional y obra por medio de nuestra habilidad de razonar. El problema radica en que nuestra habilidad de razonar es limitada y condicionada por el tiempo y el espacio, sujeta a cambiantes estados de ánimo internos y a tornadizas circunstancias externas.
Puesto que somos incapaces de determinar los pensamientos de Dios por medio del razonamiento humano, debemos depender de la revelación divina y la confianza en su Palabra. Isaías lo advirtió así: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos”.
Así que de cara a la vida tenemos dos opciones: podemos vivir a la manera de Dios, confiando en su palabra y operando por la fe o vivir a nuestra manera, operando por medio de nuestra limitada manera de razonar y de entender el mundo. Salomón nos urgía a que siempre vivamos a la manera de Dios: “No te apoyes en tu propia prudencia”.
Queridos amigos: la fuerza de la primera opción está determinada por la convicción de que la manera de Dios será siempre justa y traerá su recompensa por la obediencia y la confianza. Mientras que la fuerza de la segunda opción queda determinada por la cantidad de tiempo y energía que se invierta en considerar pensamientos, muchas veces contrarios a la Palabra de Dios.
Puede ser que, en realidad, estemos convencidos intelectualmente que la manera de Dios es lo mejor, pero nuestro egocentrismo nos impele a vivir conforme con nuestros pensamientos y convicciones; en vez de vivir por confianza en Dios y obediencia a sus preceptos. Si quiero terminar con los planes mediocres y egocéntricos que tengo hoy debo someter mi voluntad a la perfecta manera de Dios y confiar en que los resultados beneficiosos vendrán.
Será entonces más lógico y racional, ¿preferir nuestra manera respecto de la manera de Dios?
Hago oración para que aprendamos a confiar en Dios y vivamos conforme con sus pensamientos de paz en la tierra y buena voluntad para con los hombres. Abrazos y bendiciones en Cristo.