El sábado anterior, el periódico EL TIEMPO publicó la entrevista de Miguel Ceballos, donde informa que permanecería como alto comisionado para la paz de Colombia hasta el 25 de mayo de 2021, notificada al presidente Duque el 3 de este mismo mes y preaviso de retiro desde el pasado diciembre, no obstante, le delega la […]
El sábado anterior, el periódico EL TIEMPO publicó la entrevista de Miguel Ceballos, donde informa que permanecería como alto comisionado para la paz de Colombia hasta el 25 de mayo de 2021, notificada al presidente Duque el 3 de este mismo mes y preaviso de retiro desde el pasado diciembre, no obstante, le delega la coordinación en la mesa de negociación con el comité nacional del paro que inició a mediados del mes en curso.
No es necesario ser politólogo ni siquiera tener estudio universitario para entender o suponer por qué tal personaje renunció a su importante cargo en un momento tan crucial. Obviamente, porque estaba muy aburrido de que el absoluto mandamás del partido gobernante, olímpicamente, lo ignorara asumiendo su principal función a sus espaldas.
Castizamente, se cansó de tanto irrespeto.
Para los olvidadizos traigo a colación la histórica -o trágica- advertencia del inhabilitado exministro Fernando Londoño Hoyos, cuando fungía como director honorario del partido político Centro Democrático, que en convención nacional realizada antes de salir elegido Iván Duque como presidente de Colombia, tajantemente, manifestó: “El primer desafío del Centro Democrático será el de volver trizas ese maldito papel que llaman acuerdo final con las FARC, que es una claudicación y que no puede subsistir”.
Tal reto fue aprobado con aplauso unánime por los asistentes a tan tremenda confabulación, en la cual estuvo el hoy presidente de nuestro país; también el destituido exprocurador Alejandro Ordoñez aprovechó el fervor e invitó a los presentes a destruir sin reservas el acuerdo firmado por Juan Manuel Santos y ‘Timochenko’; el entonces senador expresidente y líder del CD remató exhortando a sus copartidarios no parar hasta lograr el objetivo común pactado.
Presumo que el presidente Iván Duque nombró al abogado Miguel Ceballos por su meritorio currículum, cumplido especialmente en la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, donde fue director del Instituto de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario durante 10 años, y cuando su discípulo amigo le concede el cargo era decano de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de dicha universidad.
Sería insensatez cuestionar su idoneidad, pero censurable que una persona talentosa y académica versada en derechos y deberes de la humanidad aceptara un puesto de tanta responsabilidad como gestionar la convivencia pacífica, conociéndose el antecedente ya descrito.
Lo más reprochable es que haya permitido y tolerado tanto tiempo la intromisión indebida en su área de acción y peor la manipulación de parte de su amigo, lógicamente, por orden del mandamás de marras.
Qué tal el mañoso Twitter del expresidente Uribe: “El dr Miguel Ceballos es una muy buena persona, qué le voy a contestar yo que tengo tantos enemigos malas personas”.
Después de conocerse las argumentaciones algo contradictorias del saliente comisionado, intentando justificar su renuncia que, sin duda alguna, deja en entredicho no solo su solvencia intelectual y moral, sino su dignidad y credibilidad. De veras, siento pena ajena por su tardía determinación, por la cual ha recibido despiadada crítica, tanto del uribismo que lo califica como desleal con quien lo nombró y le depositó amplia confianza, como de los opositores que lo enjuician por ser secuaz del actual gobierno.
Entendible el comportamiento de Miguel Ceballos, teniendo en cuenta la deplorable situación en que se encuentra Luis Carlos Restrepo Ramírez, excomisionado para la paz del expresidente Uribe, también con brillante currículum. Prófugo de la justicia con orden de captura internacional. Cabe preguntar: ¿Será por evitar encarcelamiento o por miedo de revelar la verdad?
El sábado anterior, el periódico EL TIEMPO publicó la entrevista de Miguel Ceballos, donde informa que permanecería como alto comisionado para la paz de Colombia hasta el 25 de mayo de 2021, notificada al presidente Duque el 3 de este mismo mes y preaviso de retiro desde el pasado diciembre, no obstante, le delega la […]
El sábado anterior, el periódico EL TIEMPO publicó la entrevista de Miguel Ceballos, donde informa que permanecería como alto comisionado para la paz de Colombia hasta el 25 de mayo de 2021, notificada al presidente Duque el 3 de este mismo mes y preaviso de retiro desde el pasado diciembre, no obstante, le delega la coordinación en la mesa de negociación con el comité nacional del paro que inició a mediados del mes en curso.
No es necesario ser politólogo ni siquiera tener estudio universitario para entender o suponer por qué tal personaje renunció a su importante cargo en un momento tan crucial. Obviamente, porque estaba muy aburrido de que el absoluto mandamás del partido gobernante, olímpicamente, lo ignorara asumiendo su principal función a sus espaldas.
Castizamente, se cansó de tanto irrespeto.
Para los olvidadizos traigo a colación la histórica -o trágica- advertencia del inhabilitado exministro Fernando Londoño Hoyos, cuando fungía como director honorario del partido político Centro Democrático, que en convención nacional realizada antes de salir elegido Iván Duque como presidente de Colombia, tajantemente, manifestó: “El primer desafío del Centro Democrático será el de volver trizas ese maldito papel que llaman acuerdo final con las FARC, que es una claudicación y que no puede subsistir”.
Tal reto fue aprobado con aplauso unánime por los asistentes a tan tremenda confabulación, en la cual estuvo el hoy presidente de nuestro país; también el destituido exprocurador Alejandro Ordoñez aprovechó el fervor e invitó a los presentes a destruir sin reservas el acuerdo firmado por Juan Manuel Santos y ‘Timochenko’; el entonces senador expresidente y líder del CD remató exhortando a sus copartidarios no parar hasta lograr el objetivo común pactado.
Presumo que el presidente Iván Duque nombró al abogado Miguel Ceballos por su meritorio currículum, cumplido especialmente en la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, donde fue director del Instituto de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario durante 10 años, y cuando su discípulo amigo le concede el cargo era decano de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de dicha universidad.
Sería insensatez cuestionar su idoneidad, pero censurable que una persona talentosa y académica versada en derechos y deberes de la humanidad aceptara un puesto de tanta responsabilidad como gestionar la convivencia pacífica, conociéndose el antecedente ya descrito.
Lo más reprochable es que haya permitido y tolerado tanto tiempo la intromisión indebida en su área de acción y peor la manipulación de parte de su amigo, lógicamente, por orden del mandamás de marras.
Qué tal el mañoso Twitter del expresidente Uribe: “El dr Miguel Ceballos es una muy buena persona, qué le voy a contestar yo que tengo tantos enemigos malas personas”.
Después de conocerse las argumentaciones algo contradictorias del saliente comisionado, intentando justificar su renuncia que, sin duda alguna, deja en entredicho no solo su solvencia intelectual y moral, sino su dignidad y credibilidad. De veras, siento pena ajena por su tardía determinación, por la cual ha recibido despiadada crítica, tanto del uribismo que lo califica como desleal con quien lo nombró y le depositó amplia confianza, como de los opositores que lo enjuician por ser secuaz del actual gobierno.
Entendible el comportamiento de Miguel Ceballos, teniendo en cuenta la deplorable situación en que se encuentra Luis Carlos Restrepo Ramírez, excomisionado para la paz del expresidente Uribe, también con brillante currículum. Prófugo de la justicia con orden de captura internacional. Cabe preguntar: ¿Será por evitar encarcelamiento o por miedo de revelar la verdad?