“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy…” Hechos 3,6. Esta es la ocasión cuando Pedro y Juan, subiendo al Templo, encuentran a un hombre cojo de nacimiento que era llevado y dejado en la puerta la Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban al Templo. ¿Qué tanto puede significar […]
“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy…” Hechos 3,6.
Esta es la ocasión cuando Pedro y Juan, subiendo al Templo, encuentran a un hombre cojo de nacimiento que era llevado y dejado en la puerta la Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban al Templo. ¿Qué tanto puede significar una limosna? Para nosotros, tal vez no tanto. Pero, para quien la pide tal vez represente mucho. Cuando alguien nos pide, con certeza que no nos está pidiendo mucho; serán algunos pesos que sumados a los que otras personas piadosas le puedan dar, le ayudarán a paliar alguna necesidad.
En el relato, Pedro y Juan no tenían ni siquiera dinero para un simple acto de caridad hacia este mendigo. Pero sí tenían algo más; algo que no tenía nada que ver con el dinero. Tenían un tesoro de experiencias que habían acumulado junto al Maestro de Galilea. Tenían corazones transformados por la compasión de Dios. Tenían un compromiso firme y sin reservas con las almas perdidas. Y fue de eso que, sí tenían, que le dieron al mendigo. Y el hombre cojo fue trasformado por el poder de Dios. Al instante se le afirmaron los pies y tobillos y entró al Templo andando, saltando y alabando a Dios.
De este relato podemos aprender que lo que la gente pide muchas veces no es lo que realmente necesita. Cada persona establece un orden en sus prioridades y le da importancia a las cosas que se relacionan con su propio mundo y elabora sus peticiones conforme con su realidad. Sin embargo, no necesariamente lo que pedimos, es lo que más necesitamos. Para fortuna nuestra, Dios quien mira de manera perpendicular y no horizontal como nosotros, no siempre nos da conforme con lo que le pedimos, sino según lo que necesitamos.
Caros amigos: Pedro y Juan podría haber quedado tristes, sintiendo la frustración de no poder hacer más debido a la escasez de sus recursos. El punto aquí es que debemos aprender a movernos con lo que tenemos. Son muchas las veces en las que no hacemos lo que debe ser hecho, porque nos quedamos esperando los recursos que nos hacen falta. Escuchamos a los amigos lamentarse porque no cuentan con los recursos necesarios para llevar a cabo sus planes. Incluso, amigos que entran en letargos de quietud y conformismo de no poder avanzar por no tener.
Finalmente, también es importante discernir las peticiones que otros nos hacen, para saber si realmente necesitan lo que piden. Y buscar conceder o apoyar en aquellas áreas en las cuales existe la necesidad real y sentida.
Estoy cierto que Dios nos ha dado lo que necesitamos para llevar a cabo los planes y proyectos que nos ha encomendado. Él no envía a nadie sin equiparlo con todo lo que necesita. Si Dios nos pide que hagamos algo, los recursos están. Pero, como todas las cosas en el Reino, el respaldo de Dios se activa cuando nosotros nos ponemos en marcha con lo que tenemos. El mar Rojo se abrió cuando Moisés usó la vara. El río Jordán se secó cuando los pies de los sacerdotes tocaron las aguas. ¡Justo a tiempo! Dios no llega antes, siempre llega a tiempo.
Amigos: si no somos generosos con lo que tenemos ahora, nos engañamos al pensar que seríamos generosos si tuviéramos más. Cuando el corazón se abre, también se abren nuestras manos. ¡Abre tu corazón, para dar de lo que tienes!
Un abrazo y muchas bendiciones.
“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy…” Hechos 3,6. Esta es la ocasión cuando Pedro y Juan, subiendo al Templo, encuentran a un hombre cojo de nacimiento que era llevado y dejado en la puerta la Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban al Templo. ¿Qué tanto puede significar […]
“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy…” Hechos 3,6.
Esta es la ocasión cuando Pedro y Juan, subiendo al Templo, encuentran a un hombre cojo de nacimiento que era llevado y dejado en la puerta la Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban al Templo. ¿Qué tanto puede significar una limosna? Para nosotros, tal vez no tanto. Pero, para quien la pide tal vez represente mucho. Cuando alguien nos pide, con certeza que no nos está pidiendo mucho; serán algunos pesos que sumados a los que otras personas piadosas le puedan dar, le ayudarán a paliar alguna necesidad.
En el relato, Pedro y Juan no tenían ni siquiera dinero para un simple acto de caridad hacia este mendigo. Pero sí tenían algo más; algo que no tenía nada que ver con el dinero. Tenían un tesoro de experiencias que habían acumulado junto al Maestro de Galilea. Tenían corazones transformados por la compasión de Dios. Tenían un compromiso firme y sin reservas con las almas perdidas. Y fue de eso que, sí tenían, que le dieron al mendigo. Y el hombre cojo fue trasformado por el poder de Dios. Al instante se le afirmaron los pies y tobillos y entró al Templo andando, saltando y alabando a Dios.
De este relato podemos aprender que lo que la gente pide muchas veces no es lo que realmente necesita. Cada persona establece un orden en sus prioridades y le da importancia a las cosas que se relacionan con su propio mundo y elabora sus peticiones conforme con su realidad. Sin embargo, no necesariamente lo que pedimos, es lo que más necesitamos. Para fortuna nuestra, Dios quien mira de manera perpendicular y no horizontal como nosotros, no siempre nos da conforme con lo que le pedimos, sino según lo que necesitamos.
Caros amigos: Pedro y Juan podría haber quedado tristes, sintiendo la frustración de no poder hacer más debido a la escasez de sus recursos. El punto aquí es que debemos aprender a movernos con lo que tenemos. Son muchas las veces en las que no hacemos lo que debe ser hecho, porque nos quedamos esperando los recursos que nos hacen falta. Escuchamos a los amigos lamentarse porque no cuentan con los recursos necesarios para llevar a cabo sus planes. Incluso, amigos que entran en letargos de quietud y conformismo de no poder avanzar por no tener.
Finalmente, también es importante discernir las peticiones que otros nos hacen, para saber si realmente necesitan lo que piden. Y buscar conceder o apoyar en aquellas áreas en las cuales existe la necesidad real y sentida.
Estoy cierto que Dios nos ha dado lo que necesitamos para llevar a cabo los planes y proyectos que nos ha encomendado. Él no envía a nadie sin equiparlo con todo lo que necesita. Si Dios nos pide que hagamos algo, los recursos están. Pero, como todas las cosas en el Reino, el respaldo de Dios se activa cuando nosotros nos ponemos en marcha con lo que tenemos. El mar Rojo se abrió cuando Moisés usó la vara. El río Jordán se secó cuando los pies de los sacerdotes tocaron las aguas. ¡Justo a tiempo! Dios no llega antes, siempre llega a tiempo.
Amigos: si no somos generosos con lo que tenemos ahora, nos engañamos al pensar que seríamos generosos si tuviéramos más. Cuando el corazón se abre, también se abren nuestras manos. ¡Abre tu corazón, para dar de lo que tienes!
Un abrazo y muchas bendiciones.