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Columnista - 5 mayo, 2021

Colombia tiene rabia

Los colombianos están enviando mensajes directos a los políticos: el país quiere cambios urgentes; la gente quiere renovación, pero no renovación del padre por el hijo, del hermano por la hermana, ni del tío por el sobrino, no más cambios familiares.  Los colombianos quieren verdaderos cambios y están decididos a poner a gobernar hasta al […]

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Los colombianos están enviando mensajes directos a los políticos: el país quiere cambios urgentes; la gente quiere renovación, pero no renovación del padre por el hijo, del hermano por la hermana, ni del tío por el sobrino, no más cambios familiares. 

Los colombianos quieren verdaderos cambios y están decididos a poner a gobernar hasta al propio diablo, si es el caso. Los colombianos no quieren que sigan los grupos familiares de poderes inmarcesibles para elegir a sus hijos, sus nietos ni a sus familiares. Quieren transparencias electorales, no más fraudes para volver a reelegirse.  

El mensaje que están lanzando los colombianos tiene como lectura la necesidad de cambiar a un Congreso que convive con la corrupción y que unos patrocinan y otros apoyan soterradamente.

El mensaje presiente que en las próximas elecciones serán elegidos los mismos congresistas de hoy en el Cesar: José Alfredo Gnecco, Didier Lobo, Cristian Moreno, Chichí Quintero, Ape Cuello y José Salazar. Se afirma que ellos y sus aliados ya decidieron que repetirán curules, todo quedará entre ellos, usando los medios que sean para repetir. 

En las manifestaciones, los colombianos, lo que están diciendo es que el país ya no aguanta más a los mismos con sus triquiñuelas para reelegirse, quieren desterrar a los gamonales y piden la ayuda del Estado. 

El problema no es Uribe y Petro, pero del uno al otro hay diferencias filosóficas, dividen. Lo que el país necesita es que se ejercite la democracia en un ejercicio puro, que gane quien más votos obtenga. Claro, con un debate transparente, limpio y ecuánime. Sin la participación de las fuerzas oscuras, con un Estado imparcial, un Estado que pregone por la tranquilidad de la gente. Que todos tengan oportunidades, sin cegamientos. 

La lectura que dejan las movilizaciones pacíficas y violentas está en la necesidad de terminar de una vez con salarios mensuales de un millón de pesos para la mayoría y de $40 millones para una minoría.

Se quiere que los saldos del Estado no los pague la gente que menos tiene, mientras unos cada día son más ricos y los pobres más pobres, por eso se cayó la reforma tributaria y con ella su ministro.

Aquí lo que hay que debatir en el Congreso es aquella frase de nuestro héroe ex campeón mundial de boxeo Antonio Cervantes Kid Pambelé: “Es mejor ser rico que pobre”.

Tenemos angustias por el desborde de la pobreza en Colombia y la indigencia pulula con alcances peligrosos de romper la brecha de la desidia estatal.

Aquí falta mucho más por hace en el país, la gente quiere un Estado con equidad social, combatir sin misericordia a los corruptos que se roban lo dineros de la salud, los alimentos de los niños y ancianos, los que procuran salarios estruendosos y aun así por las madrugadas desde sus casas se oyen silenciosos los conteos de fajos de billetes llenos de sangre, de saqueos, corrupciones y criminalidades. 

La lectura que dejan las movilizaciones en el país es que los colombianos ya están hastiados de tanta politiquería y desean que se implante el modelo filosófico de igualdad, como bien lo contempla el artículo 13 de la Constitución.

El benemérito educador latinoamericano Reyber Parra Contreras sostiene que: “La democracia colombiana necesita renovarse y ello solo será posible en el marco de la transformación de los partidos políticos, los cuales deben evolucionar y pasar de estructuras cerradas al servicio de elites tradicionales a organizaciones plurales de carácter popular y en sintonía con las aspiraciones de la ciudadanía” (Cotes, 2016). Hasta la próxima semana.

Columnista
5 mayo, 2021

Colombia tiene rabia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Los colombianos están enviando mensajes directos a los políticos: el país quiere cambios urgentes; la gente quiere renovación, pero no renovación del padre por el hijo, del hermano por la hermana, ni del tío por el sobrino, no más cambios familiares.  Los colombianos quieren verdaderos cambios y están decididos a poner a gobernar hasta al […]


Los colombianos están enviando mensajes directos a los políticos: el país quiere cambios urgentes; la gente quiere renovación, pero no renovación del padre por el hijo, del hermano por la hermana, ni del tío por el sobrino, no más cambios familiares. 

Los colombianos quieren verdaderos cambios y están decididos a poner a gobernar hasta al propio diablo, si es el caso. Los colombianos no quieren que sigan los grupos familiares de poderes inmarcesibles para elegir a sus hijos, sus nietos ni a sus familiares. Quieren transparencias electorales, no más fraudes para volver a reelegirse.  

El mensaje que están lanzando los colombianos tiene como lectura la necesidad de cambiar a un Congreso que convive con la corrupción y que unos patrocinan y otros apoyan soterradamente.

El mensaje presiente que en las próximas elecciones serán elegidos los mismos congresistas de hoy en el Cesar: José Alfredo Gnecco, Didier Lobo, Cristian Moreno, Chichí Quintero, Ape Cuello y José Salazar. Se afirma que ellos y sus aliados ya decidieron que repetirán curules, todo quedará entre ellos, usando los medios que sean para repetir. 

En las manifestaciones, los colombianos, lo que están diciendo es que el país ya no aguanta más a los mismos con sus triquiñuelas para reelegirse, quieren desterrar a los gamonales y piden la ayuda del Estado. 

El problema no es Uribe y Petro, pero del uno al otro hay diferencias filosóficas, dividen. Lo que el país necesita es que se ejercite la democracia en un ejercicio puro, que gane quien más votos obtenga. Claro, con un debate transparente, limpio y ecuánime. Sin la participación de las fuerzas oscuras, con un Estado imparcial, un Estado que pregone por la tranquilidad de la gente. Que todos tengan oportunidades, sin cegamientos. 

La lectura que dejan las movilizaciones pacíficas y violentas está en la necesidad de terminar de una vez con salarios mensuales de un millón de pesos para la mayoría y de $40 millones para una minoría.

Se quiere que los saldos del Estado no los pague la gente que menos tiene, mientras unos cada día son más ricos y los pobres más pobres, por eso se cayó la reforma tributaria y con ella su ministro.

Aquí lo que hay que debatir en el Congreso es aquella frase de nuestro héroe ex campeón mundial de boxeo Antonio Cervantes Kid Pambelé: “Es mejor ser rico que pobre”.

Tenemos angustias por el desborde de la pobreza en Colombia y la indigencia pulula con alcances peligrosos de romper la brecha de la desidia estatal.

Aquí falta mucho más por hace en el país, la gente quiere un Estado con equidad social, combatir sin misericordia a los corruptos que se roban lo dineros de la salud, los alimentos de los niños y ancianos, los que procuran salarios estruendosos y aun así por las madrugadas desde sus casas se oyen silenciosos los conteos de fajos de billetes llenos de sangre, de saqueos, corrupciones y criminalidades. 

La lectura que dejan las movilizaciones en el país es que los colombianos ya están hastiados de tanta politiquería y desean que se implante el modelo filosófico de igualdad, como bien lo contempla el artículo 13 de la Constitución.

El benemérito educador latinoamericano Reyber Parra Contreras sostiene que: “La democracia colombiana necesita renovarse y ello solo será posible en el marco de la transformación de los partidos políticos, los cuales deben evolucionar y pasar de estructuras cerradas al servicio de elites tradicionales a organizaciones plurales de carácter popular y en sintonía con las aspiraciones de la ciudadanía” (Cotes, 2016). Hasta la próxima semana.