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Columnista - 3 mayo, 2021

¿Mármol o agua?

‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’ es el título de la publicación del Cesore, Centro de Estudios Socioeconómicos y Regionales, que corresponde a diciembre de 2020, de denso e interesante contenido, pero la que hubiera querido poder leer en letra de mayor tamaño -y no por mis anteojos que están […]

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‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’ es el título de la publicación del Cesore, Centro de Estudios Socioeconómicos y Regionales, que corresponde a diciembre de 2020, de denso e interesante contenido, pero la que hubiera querido poder leer en letra de mayor tamaño -y no por mis anteojos que están recién formulados-, es letra pequeña, incómoda.

Claro que eso no es lo principal, lo importante es que es un aporte investigativo valioso, de los muchos que necesitamos para ver cómo es que andamos y para donde vamos.

Me enfoco en la Crónica 5 que llama poderosamente la atención, porque el título habla por sí solo: ‘Falta agua, pero sobran parques’, esto además de una importante conclusión corresponde a un  sentimiento generalizado, es una posición crítica sobre los razonamientos adoptados por ciertas autoridades para definir la  dirección de la inversión pública, abriéndole paso a unas obras de espaldas  a la grave situación que vivimos.

Mis afirmaciones  no representan un señalamiento a ninguna persona en particular, no se trata de eso, y no es una acusación penal ni disciplinaria o fiscal, es  un  claro llamado a reflexionar sobre los motivos que llevan a un mandatario municipal, departamental o nacional a construir o reconstruir plazas o parques mientras que la cabecera municipal o  los corregimientos tienen  deficiencias en servicios públicos y tomo cómo ejemplo los mencionados  en la aludida publicación: la Plaza Rosso Machado de Becerril, la Alfonso López de Valledupar  y el parque lineal de El Paso, población que según  el Cesore no contaba con acueducto municipal.

No entiendo y tenemos que repensar eso, aquí y en toda comunidad en donde haya ocurrido o pueda ocurrir, cómo es que con el 50 % de la población viviendo en condiciones de pobreza no se tomen esos recursos, evidentemente cuantiosos, y no impulsen el saneamiento ambiental o la salud.

No debiera ser legal adelantar obras faraónicas mientras una gruesa parte de la ciudad tiene problemas de alimentación, salud o educación.

No creo que sea mala fe de los gobernantes y quiero creer que están guiados  por  paradigmas equivocados, que dan la espalda a las necesidades vitales de las personas y toman referente de un buen gobierno la cantidad de mármol y cemento.

Qué hacemos con tanto lujo si hay barrios con un deterioro social que espanta o una casa en el aire si en la que yo vivo hay hambre. Qué hago yo con la inseguridad, fruto entre otras de la pobreza generalizada, pero ilumino fastuosamente la ciudad para fin de año. Eso se llama inversión de valores pues primero es lo primero.

Y no se trata de promover irracionalmente los subsidios y el asistencialismo miserabilista, pues en lo que debemos pensar es que con cien mil millones de pesos es mucho lo que se puede influir en el mejoramiento permanente  de los niveles de vida, no exactamente repartiendo gratuitamente  comida, regalando un pescado, sino enseñando a pescar.  

Jaime García Chadid

Columnista
3 mayo, 2021

¿Mármol o agua?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’ es el título de la publicación del Cesore, Centro de Estudios Socioeconómicos y Regionales, que corresponde a diciembre de 2020, de denso e interesante contenido, pero la que hubiera querido poder leer en letra de mayor tamaño -y no por mis anteojos que están […]


‘Para que nadie se quede atrás en el departamento del Cesar’ es el título de la publicación del Cesore, Centro de Estudios Socioeconómicos y Regionales, que corresponde a diciembre de 2020, de denso e interesante contenido, pero la que hubiera querido poder leer en letra de mayor tamaño -y no por mis anteojos que están recién formulados-, es letra pequeña, incómoda.

Claro que eso no es lo principal, lo importante es que es un aporte investigativo valioso, de los muchos que necesitamos para ver cómo es que andamos y para donde vamos.

Me enfoco en la Crónica 5 que llama poderosamente la atención, porque el título habla por sí solo: ‘Falta agua, pero sobran parques’, esto además de una importante conclusión corresponde a un  sentimiento generalizado, es una posición crítica sobre los razonamientos adoptados por ciertas autoridades para definir la  dirección de la inversión pública, abriéndole paso a unas obras de espaldas  a la grave situación que vivimos.

Mis afirmaciones  no representan un señalamiento a ninguna persona en particular, no se trata de eso, y no es una acusación penal ni disciplinaria o fiscal, es  un  claro llamado a reflexionar sobre los motivos que llevan a un mandatario municipal, departamental o nacional a construir o reconstruir plazas o parques mientras que la cabecera municipal o  los corregimientos tienen  deficiencias en servicios públicos y tomo cómo ejemplo los mencionados  en la aludida publicación: la Plaza Rosso Machado de Becerril, la Alfonso López de Valledupar  y el parque lineal de El Paso, población que según  el Cesore no contaba con acueducto municipal.

No entiendo y tenemos que repensar eso, aquí y en toda comunidad en donde haya ocurrido o pueda ocurrir, cómo es que con el 50 % de la población viviendo en condiciones de pobreza no se tomen esos recursos, evidentemente cuantiosos, y no impulsen el saneamiento ambiental o la salud.

No debiera ser legal adelantar obras faraónicas mientras una gruesa parte de la ciudad tiene problemas de alimentación, salud o educación.

No creo que sea mala fe de los gobernantes y quiero creer que están guiados  por  paradigmas equivocados, que dan la espalda a las necesidades vitales de las personas y toman referente de un buen gobierno la cantidad de mármol y cemento.

Qué hacemos con tanto lujo si hay barrios con un deterioro social que espanta o una casa en el aire si en la que yo vivo hay hambre. Qué hago yo con la inseguridad, fruto entre otras de la pobreza generalizada, pero ilumino fastuosamente la ciudad para fin de año. Eso se llama inversión de valores pues primero es lo primero.

Y no se trata de promover irracionalmente los subsidios y el asistencialismo miserabilista, pues en lo que debemos pensar es que con cien mil millones de pesos es mucho lo que se puede influir en el mejoramiento permanente  de los niveles de vida, no exactamente repartiendo gratuitamente  comida, regalando un pescado, sino enseñando a pescar.  

Jaime García Chadid