Este 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, la oportunidad ideal para recordar a quienes han enfrentado en primera línea la pandemia provocada por el covid-19: los profesionales de la salud: médicos, especialistas, enfermeros y administrativos.
Este 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, la oportunidad ideal para recordar a quienes han enfrentado en primera línea la pandemia provocada por el covid-19: los profesionales de la salud: médicos, especialistas, enfermeros y administrativos.
No ha sido fácil. Miles han muerto, otros han perdido su familia. Las condiciones tampoco han sido justas, trabajando sin el pago puntual de sus salarios, sin los implementos, desprotegidos ante un virus que reafirmó la importancia de los profesionales de la salud.
El año pasado, en una apuesta ambiciosa, el Gobierno nacional giró millonarios recursos al sector de la salud para sanear las deudas. Decisión fundamental, pero no estructural. Por eso, para evitar que los profesionales de hospitales como el Rosario Pumarejo de López padezcan nuevamente por la falta de pago, consecuencia de la insostenibilidad financiera, es necesario una reforma estructural al sector salud. La salud no es un negocio, pero debe ser rentable.
El mejor reconocimiento a los profesionales de bata blanca por parte del Gobierno nacional, no es una placa, tampoco las felicitaciones, simplemente es la implementación de políticas que permitan que la contratación sea justa, acorde a la importancia de su labor y a la inversión que hacen para prepararse. Destacar la vacunación contra el covid-19 de gran parte de los trabajadores.
Igual reconocimiento les debemos los ciudadanos. Más que una felicitación, en época de pandemia, el mejor detalle es cuidarnos, evitar aglomeraciones para disminuir los contagios de covid-19, que siguen aumentando sin control en Colombia.
Los profesionales de la salud, incluso por encima de acusaciones falsas, calumnias sobre su compromiso, han estado al frente en las peores situaciones y ahora lo hacen, en regiones como el Cesar, sin las condiciones óptimas, luchando por salvar vidas en medio de otra anunciada ola y pico de contagios.
Cuidarnos es el mejor detalle que se le puede dar a quienes se preparan para salvar y mejorar nuestras vidas.
Estamos en un año determinante para el curso que adoptará la pandemia y el reinicio de actividades ordinarias en la sociedad.
El proceso de vacunación aunque avanza se percibe lento. La normalidad se nota distante. Y el desespero es agobiante. Es ver caer piezas en un juego mientras el juego sigue, ver las víctimas mortales y hasta caminar por encima de ellas sin compasión porque la vida sigue. En un camino, al que la humanidad está acostumbrado, de avance en medio de pandemias y guerras.
En ese trasegar de la historia los héroes también pasan, también mueren, como cientos de abnegados trabajadores de la salud que ponen su cuota en la primera línea. Pero ese recuerdo será doble por haber vivido para los demás antes que para sí mismos. Ante su testimonio que repara y salva vidas, los vemos con la cabeza inclinada atendiendo a sus pacientes y les decimos que pueden levantarla con orgullo para recibir nuestras gracias, nuestras miles de gracias.
Este 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, la oportunidad ideal para recordar a quienes han enfrentado en primera línea la pandemia provocada por el covid-19: los profesionales de la salud: médicos, especialistas, enfermeros y administrativos.
Este 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, la oportunidad ideal para recordar a quienes han enfrentado en primera línea la pandemia provocada por el covid-19: los profesionales de la salud: médicos, especialistas, enfermeros y administrativos.
No ha sido fácil. Miles han muerto, otros han perdido su familia. Las condiciones tampoco han sido justas, trabajando sin el pago puntual de sus salarios, sin los implementos, desprotegidos ante un virus que reafirmó la importancia de los profesionales de la salud.
El año pasado, en una apuesta ambiciosa, el Gobierno nacional giró millonarios recursos al sector de la salud para sanear las deudas. Decisión fundamental, pero no estructural. Por eso, para evitar que los profesionales de hospitales como el Rosario Pumarejo de López padezcan nuevamente por la falta de pago, consecuencia de la insostenibilidad financiera, es necesario una reforma estructural al sector salud. La salud no es un negocio, pero debe ser rentable.
El mejor reconocimiento a los profesionales de bata blanca por parte del Gobierno nacional, no es una placa, tampoco las felicitaciones, simplemente es la implementación de políticas que permitan que la contratación sea justa, acorde a la importancia de su labor y a la inversión que hacen para prepararse. Destacar la vacunación contra el covid-19 de gran parte de los trabajadores.
Igual reconocimiento les debemos los ciudadanos. Más que una felicitación, en época de pandemia, el mejor detalle es cuidarnos, evitar aglomeraciones para disminuir los contagios de covid-19, que siguen aumentando sin control en Colombia.
Los profesionales de la salud, incluso por encima de acusaciones falsas, calumnias sobre su compromiso, han estado al frente en las peores situaciones y ahora lo hacen, en regiones como el Cesar, sin las condiciones óptimas, luchando por salvar vidas en medio de otra anunciada ola y pico de contagios.
Cuidarnos es el mejor detalle que se le puede dar a quienes se preparan para salvar y mejorar nuestras vidas.
Estamos en un año determinante para el curso que adoptará la pandemia y el reinicio de actividades ordinarias en la sociedad.
El proceso de vacunación aunque avanza se percibe lento. La normalidad se nota distante. Y el desespero es agobiante. Es ver caer piezas en un juego mientras el juego sigue, ver las víctimas mortales y hasta caminar por encima de ellas sin compasión porque la vida sigue. En un camino, al que la humanidad está acostumbrado, de avance en medio de pandemias y guerras.
En ese trasegar de la historia los héroes también pasan, también mueren, como cientos de abnegados trabajadores de la salud que ponen su cuota en la primera línea. Pero ese recuerdo será doble por haber vivido para los demás antes que para sí mismos. Ante su testimonio que repara y salva vidas, los vemos con la cabeza inclinada atendiendo a sus pacientes y les decimos que pueden levantarla con orgullo para recibir nuestras gracias, nuestras miles de gracias.