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Columnista - 24 diciembre, 2010

¿Cómo se combate el contrabando?

Por: Raul Bermudez “Allá en la Guajira arriba, donde nace el contrabando, el almirante Padilla, barrió a Puerto López y lo dejó arruinado” Escalona El contrabando desde Venezuela, Panamá y las Antillas (Aruba y Curazao) es una actividad que para los pueblos de la Guajira y del norte del Cesar, a pesar de su ilegalidad, […]

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Por: Raul Bermudez

“Allá en la Guajira arriba,
donde nace el contrabando,
el almirante Padilla,
barrió a Puerto López y lo dejó arruinado”

Escalona

El contrabando desde Venezuela, Panamá y las Antillas (Aruba y Curazao) es una actividad que para los pueblos de la Guajira y del norte del Cesar, a pesar de su ilegalidad, históricamente la han considerado legal. Manuel Daza (q.e.p.d) y Dignora Martínez, para sólo poner un ejemplo, sostuvieron y educaron a sus hijos, – Jose, Yenis, Piedad, Manuel de Jesús, Encho, Jorge Luis y Náser-, con el producto de la actividad comercial cuyo epicentro era Maicao.
Y no sólo eso, también les permitió hacerse cargo durante la adolescencia de Nicolás y Álvaro, dos sobrinos que coadyuvaron a graduarse con todos los honores en Agronomía y Medicina. Y nadie que los haya conocido, podría dudar jamás de la honorabilidad de Mane y Digna. Todo lo contrario, quienes como yo, tuvimos la fortuna de interactuar con ellos en el barrio Kennedy de Valledupar, lo que profesamos es una inmensa gratitud por acogernos en esa casa, donde por primera vez conocimos un televisor, nos reuníamos para organizar el equipo de fútbol del barrio y hasta éramos invitados a pasar a la mesa, si la hora de las comidas nos sorprendía jugando en sus grandes terrazas y sus espaciosos corredores.
Algo similar podría decirse de medio Valledupar, que en esa época, -década de los sesenta y los setenta-, dependía de la venta de los productos provenientes de Maicao. En el mercado público, las mercancías venezolanas eran las preferidas, porque se conseguían a menor precio que las nacionales y su calidad en muchos casos superaba a las producidas en el país. No es casual entonces que Escalona, por allá en 1954, se indignara tanto con el decomiso de productos extranjeros que la fragata Almirante Padilla hiciera en Puerto López, arruinando de paso, a su amigo Tite Socarrás; o que después en su canto “El Chevrolito” el mismo maestro, lo confesara abiertamente: “Soy el contrabandista que llegué de los mares de Aruba por aquí, tengo grandes tesoros para ti y mucho contrabando pa´vender”.
Algo parecido decía Sergio Moya en una de sus canciones más representativas: “Vengo desde la alta Guajira, burlando guardias hasta aquí, para entregarte negra linda, un contrabando para ti”.  De manera que al contrabando, tanto ayer, como hoy fue y es un error que se le brinde un tratamiento exclusivamente represivo. Pasaría lo mismo que con el tabaco y los licores, cuando su represión lo que favorecía era a las mafias traficantes, porque se encarecían y sus ganancias se disparaban. El contrabando se combate, brindándole a la gente alternativas distintas, pero también rentables de trabajo. Mucho se ha dicho, de la bomba de tiempo en que se ha convertido La Paz, capital del municipio de Robles en el Cesar. El almacenamiento impresionante de gasolina sin las más mínimas medidas de seguridad en casas, garajes y patios, hacen temer ante el menor descuido -Dios no lo quiera así-, una conflagración de vastísimas proporciones. Pero la pregunta es: ¿A qué se dedicaría el 90% de su población –el otro 10% vive de la venta de almojábanas y de comida-, si se le quita posibilidad de vender gasolina?  Sin industrias, con una ganadería extensiva que demanda poca mano de obra, con una agricultura atropellada en épocas de sequía por el intenso verano, y en épocas de crudo invierno, -como la actual-, por las inundaciones y carencias de vías secundarias y terciarias, sus pobladores quedarían con las manos atadas y a merced de la caridad pública. Por eso, se requieren medidas audaces.
La iniciativa de la sede del Caribe continental de la Universidad Nacional en La Paz, puede llegar a convertirse en un poderoso polo de desarrollo para que la industria, el comercio y los padres de familia de la zona de influencia, vean en esa histórica región un atractivo lugar de inversión y de generación de fuentes de trabajo. Por eso es inexplicable, que aves de mal agüero se ensañen en contra de una iniciativa, que además de educación de calidad, brindaría posibilidades de desarrollo.

[email protected]

Columnista
24 diciembre, 2010

¿Cómo se combate el contrabando?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Raúl Bermúdez Márquez

Por: Raul Bermudez “Allá en la Guajira arriba, donde nace el contrabando, el almirante Padilla, barrió a Puerto López y lo dejó arruinado” Escalona El contrabando desde Venezuela, Panamá y las Antillas (Aruba y Curazao) es una actividad que para los pueblos de la Guajira y del norte del Cesar, a pesar de su ilegalidad, […]


Por: Raul Bermudez

“Allá en la Guajira arriba,
donde nace el contrabando,
el almirante Padilla,
barrió a Puerto López y lo dejó arruinado”

Escalona

El contrabando desde Venezuela, Panamá y las Antillas (Aruba y Curazao) es una actividad que para los pueblos de la Guajira y del norte del Cesar, a pesar de su ilegalidad, históricamente la han considerado legal. Manuel Daza (q.e.p.d) y Dignora Martínez, para sólo poner un ejemplo, sostuvieron y educaron a sus hijos, – Jose, Yenis, Piedad, Manuel de Jesús, Encho, Jorge Luis y Náser-, con el producto de la actividad comercial cuyo epicentro era Maicao.
Y no sólo eso, también les permitió hacerse cargo durante la adolescencia de Nicolás y Álvaro, dos sobrinos que coadyuvaron a graduarse con todos los honores en Agronomía y Medicina. Y nadie que los haya conocido, podría dudar jamás de la honorabilidad de Mane y Digna. Todo lo contrario, quienes como yo, tuvimos la fortuna de interactuar con ellos en el barrio Kennedy de Valledupar, lo que profesamos es una inmensa gratitud por acogernos en esa casa, donde por primera vez conocimos un televisor, nos reuníamos para organizar el equipo de fútbol del barrio y hasta éramos invitados a pasar a la mesa, si la hora de las comidas nos sorprendía jugando en sus grandes terrazas y sus espaciosos corredores.
Algo similar podría decirse de medio Valledupar, que en esa época, -década de los sesenta y los setenta-, dependía de la venta de los productos provenientes de Maicao. En el mercado público, las mercancías venezolanas eran las preferidas, porque se conseguían a menor precio que las nacionales y su calidad en muchos casos superaba a las producidas en el país. No es casual entonces que Escalona, por allá en 1954, se indignara tanto con el decomiso de productos extranjeros que la fragata Almirante Padilla hiciera en Puerto López, arruinando de paso, a su amigo Tite Socarrás; o que después en su canto “El Chevrolito” el mismo maestro, lo confesara abiertamente: “Soy el contrabandista que llegué de los mares de Aruba por aquí, tengo grandes tesoros para ti y mucho contrabando pa´vender”.
Algo parecido decía Sergio Moya en una de sus canciones más representativas: “Vengo desde la alta Guajira, burlando guardias hasta aquí, para entregarte negra linda, un contrabando para ti”.  De manera que al contrabando, tanto ayer, como hoy fue y es un error que se le brinde un tratamiento exclusivamente represivo. Pasaría lo mismo que con el tabaco y los licores, cuando su represión lo que favorecía era a las mafias traficantes, porque se encarecían y sus ganancias se disparaban. El contrabando se combate, brindándole a la gente alternativas distintas, pero también rentables de trabajo. Mucho se ha dicho, de la bomba de tiempo en que se ha convertido La Paz, capital del municipio de Robles en el Cesar. El almacenamiento impresionante de gasolina sin las más mínimas medidas de seguridad en casas, garajes y patios, hacen temer ante el menor descuido -Dios no lo quiera así-, una conflagración de vastísimas proporciones. Pero la pregunta es: ¿A qué se dedicaría el 90% de su población –el otro 10% vive de la venta de almojábanas y de comida-, si se le quita posibilidad de vender gasolina?  Sin industrias, con una ganadería extensiva que demanda poca mano de obra, con una agricultura atropellada en épocas de sequía por el intenso verano, y en épocas de crudo invierno, -como la actual-, por las inundaciones y carencias de vías secundarias y terciarias, sus pobladores quedarían con las manos atadas y a merced de la caridad pública. Por eso, se requieren medidas audaces.
La iniciativa de la sede del Caribe continental de la Universidad Nacional en La Paz, puede llegar a convertirse en un poderoso polo de desarrollo para que la industria, el comercio y los padres de familia de la zona de influencia, vean en esa histórica región un atractivo lugar de inversión y de generación de fuentes de trabajo. Por eso es inexplicable, que aves de mal agüero se ensañen en contra de una iniciativa, que además de educación de calidad, brindaría posibilidades de desarrollo.

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