Me mueven a escribir esta columna dos opiniones aparecidas en EL PILÓN en cabeza de Julio Cesar Oñate Martínez y de José Romero Churio, que ameritan algunas aclaraciones para el público lector. Se tocan temas como el Centro Cultural del Vallenato, la “declaratoria” de la UNESCO como Patrimonio “de la humanidad”, la necesidad de la […]
Me mueven a escribir esta columna dos opiniones aparecidas en EL PILÓN en cabeza de Julio Cesar Oñate Martínez y de José Romero Churio, que ameritan algunas aclaraciones para el público lector. Se tocan temas como el Centro Cultural del Vallenato, la “declaratoria” de la UNESCO como Patrimonio “de la humanidad”, la necesidad de la educación obligatoria sobre el folclor vallenato en colegios públicos y privados y la participación activa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata en la operación de dicho centro cultural. Para una mayor comprensión y conocimiento de los temas tratados, me permito compartir parte de mi experiencia en el logro de la mal llamada “declaratoria” de la Unesco y la equivocación que existe sobre “patrimonio de la humanidad”.
En primer término debe quedar claro que no es una declaratoria, es la inclusión en la ‘Lista Representativa del Orden Internacional del Patrimonio Cultural Inmaterial en necesidad urgente de salvaguardia’ de la Música Vallenata Tradicional del Magdalena Grande, una de las tres listas que maneja la Unesco para estos reconocimientos y que tiene mayor peso que la lista de Patrimonio de la Humanidad.
En el mundo solo hay cuatro manifestaciones incluidas en esta lista y en Colombia es la única. En segunda instancia, debo ser reiterativo en que el Estado colombiano (alcaldías, gobernaciones y Gobierno nacional), sin que se escapen nuestras administraciones locales y departamentales, han tenido un total desconocimiento de esa “necesidad urgente de salvaguardia” que responde a las iniciativas de protección contenidas en el Plan Especial de Salvaguardia, PES, formulado por la Corporación Clúster de la Cultura y la Música Vallenata, a pesar de la gestión realizada y la presentación de proyectos acordes con el PES.
La dirigencia de estas entidades de gobierno, y sus concejos y asambleas, nunca han asimilado que los contenidos del PES son procesos, no infraestructura de cemento y ladrillo. En este logro de reconocimientos de Patrimonio nacional e internacional y en la gestión realizada, la única entidad privada que apoyó el proceso fue la Cámara de Comercio de Valledupar, y la única entidad pública de apoyo fue el Ministerio de Cultura en la administración de Paula Marcela Moreno.
La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata no tuvo ninguna participación en estos procesos, a pesar de la insistente invitación a participar; sería un muy mal acompañante “de la mano” a propósito del Centro Cultural del Vallenato, en el que se debe conocer que para el diseño de los contenidos de este Centro, la ruta escogida por la firma española IDOM Consulting, fue el Plan Especial de Salvaguardia, PES, formulado por la Corporación Clúster de la Cultura y la Música Vallenata, equipo conformado por Adrián Villamizar Zapata, Rosendo Romero Ospino, Stella Durán Escalona, Santander Durán Escalona, Lolita Acosta Maestre (q. e. p. d.) y Carlos Llanos Diazgranados, quien ofició de coordinador de los dos procesos.
Esta escogencia del PES para definir los contenidos del Centro se realizó después de estudiar toda la historiografía publicada sobre esta manifestación, escritas por Consuelo Araujonoguera, Ciro Quiroz, Julio Oñate Martínez, Tomás Darío Gutiérrez y otros historiadores reconocidos. En relación a lo que tiene que ver con la necesidad de la educación obligatoria sobre el folclor vallenato en colegios públicos y privados, el Clúster sí tuvo la voluntad para la creación de la Cátedra vallenata, teniendo en cuenta que la Ley 739 de 2002, conocida como la Ley Consuelo, se encuentra ad portas de cumplir 20 años de vigencia sin su cumplimiento y allí se registra esta obligatoriedad. Se logró por iniciativa del diputado Hilario Añez la implementación de esta Cátedra en todo el departamento del Cesar.
Nos dimos a la tarea de proyectar sus contenidos y cuando fuimos a Aguachica a socializar el tema, las cabezas visibles del municipio se opusieron taxativamente con el argumento de que la música vallenata no era parte de su identidad cultural. Con el mismo argumento, un grupo de jóvenes de Tamalameque, entre los que se encontraba un hijo de Diógenes Pino, puso una tutela ante el Consejo de Estado, dándoles este la razón dado que esa cátedra no puede ser obligatoria porque la identidad cultural de ese municipio está alrededor de la tambora. Esta decisión perjudicó a los otros 24 municipios del Cesar, dado que fue dictada en forma general. Se inició entonces la propuesta de implementarla en forma optativa, ante el Ministerio de Educación Nacional y ante la Secretaría de Educación Municipal de Valledupar, sin ninguna respuesta positiva.
Quiero dejar constancia de que no soy historiador, ni ejecutante de instrumentos, ni intérprete del canto, ni compositor, es decir, no soy actor ni detentor de la manifestación. Simplemente soy un amante de la música vallenata tradicional, foráneo vallenatizado, haciendo gestión cultural, en espera de que la dirigencia del Magdalena Grande se pellizque sobre la importancia de la función social que cumple la música vallenata tradicional como identidad cultural de toda una subregión del Caribe colombiano.
Carlos Llanos Diazgranados
Me mueven a escribir esta columna dos opiniones aparecidas en EL PILÓN en cabeza de Julio Cesar Oñate Martínez y de José Romero Churio, que ameritan algunas aclaraciones para el público lector. Se tocan temas como el Centro Cultural del Vallenato, la “declaratoria” de la UNESCO como Patrimonio “de la humanidad”, la necesidad de la […]
Me mueven a escribir esta columna dos opiniones aparecidas en EL PILÓN en cabeza de Julio Cesar Oñate Martínez y de José Romero Churio, que ameritan algunas aclaraciones para el público lector. Se tocan temas como el Centro Cultural del Vallenato, la “declaratoria” de la UNESCO como Patrimonio “de la humanidad”, la necesidad de la educación obligatoria sobre el folclor vallenato en colegios públicos y privados y la participación activa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata en la operación de dicho centro cultural. Para una mayor comprensión y conocimiento de los temas tratados, me permito compartir parte de mi experiencia en el logro de la mal llamada “declaratoria” de la Unesco y la equivocación que existe sobre “patrimonio de la humanidad”.
En primer término debe quedar claro que no es una declaratoria, es la inclusión en la ‘Lista Representativa del Orden Internacional del Patrimonio Cultural Inmaterial en necesidad urgente de salvaguardia’ de la Música Vallenata Tradicional del Magdalena Grande, una de las tres listas que maneja la Unesco para estos reconocimientos y que tiene mayor peso que la lista de Patrimonio de la Humanidad.
En el mundo solo hay cuatro manifestaciones incluidas en esta lista y en Colombia es la única. En segunda instancia, debo ser reiterativo en que el Estado colombiano (alcaldías, gobernaciones y Gobierno nacional), sin que se escapen nuestras administraciones locales y departamentales, han tenido un total desconocimiento de esa “necesidad urgente de salvaguardia” que responde a las iniciativas de protección contenidas en el Plan Especial de Salvaguardia, PES, formulado por la Corporación Clúster de la Cultura y la Música Vallenata, a pesar de la gestión realizada y la presentación de proyectos acordes con el PES.
La dirigencia de estas entidades de gobierno, y sus concejos y asambleas, nunca han asimilado que los contenidos del PES son procesos, no infraestructura de cemento y ladrillo. En este logro de reconocimientos de Patrimonio nacional e internacional y en la gestión realizada, la única entidad privada que apoyó el proceso fue la Cámara de Comercio de Valledupar, y la única entidad pública de apoyo fue el Ministerio de Cultura en la administración de Paula Marcela Moreno.
La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata no tuvo ninguna participación en estos procesos, a pesar de la insistente invitación a participar; sería un muy mal acompañante “de la mano” a propósito del Centro Cultural del Vallenato, en el que se debe conocer que para el diseño de los contenidos de este Centro, la ruta escogida por la firma española IDOM Consulting, fue el Plan Especial de Salvaguardia, PES, formulado por la Corporación Clúster de la Cultura y la Música Vallenata, equipo conformado por Adrián Villamizar Zapata, Rosendo Romero Ospino, Stella Durán Escalona, Santander Durán Escalona, Lolita Acosta Maestre (q. e. p. d.) y Carlos Llanos Diazgranados, quien ofició de coordinador de los dos procesos.
Esta escogencia del PES para definir los contenidos del Centro se realizó después de estudiar toda la historiografía publicada sobre esta manifestación, escritas por Consuelo Araujonoguera, Ciro Quiroz, Julio Oñate Martínez, Tomás Darío Gutiérrez y otros historiadores reconocidos. En relación a lo que tiene que ver con la necesidad de la educación obligatoria sobre el folclor vallenato en colegios públicos y privados, el Clúster sí tuvo la voluntad para la creación de la Cátedra vallenata, teniendo en cuenta que la Ley 739 de 2002, conocida como la Ley Consuelo, se encuentra ad portas de cumplir 20 años de vigencia sin su cumplimiento y allí se registra esta obligatoriedad. Se logró por iniciativa del diputado Hilario Añez la implementación de esta Cátedra en todo el departamento del Cesar.
Nos dimos a la tarea de proyectar sus contenidos y cuando fuimos a Aguachica a socializar el tema, las cabezas visibles del municipio se opusieron taxativamente con el argumento de que la música vallenata no era parte de su identidad cultural. Con el mismo argumento, un grupo de jóvenes de Tamalameque, entre los que se encontraba un hijo de Diógenes Pino, puso una tutela ante el Consejo de Estado, dándoles este la razón dado que esa cátedra no puede ser obligatoria porque la identidad cultural de ese municipio está alrededor de la tambora. Esta decisión perjudicó a los otros 24 municipios del Cesar, dado que fue dictada en forma general. Se inició entonces la propuesta de implementarla en forma optativa, ante el Ministerio de Educación Nacional y ante la Secretaría de Educación Municipal de Valledupar, sin ninguna respuesta positiva.
Quiero dejar constancia de que no soy historiador, ni ejecutante de instrumentos, ni intérprete del canto, ni compositor, es decir, no soy actor ni detentor de la manifestación. Simplemente soy un amante de la música vallenata tradicional, foráneo vallenatizado, haciendo gestión cultural, en espera de que la dirigencia del Magdalena Grande se pellizque sobre la importancia de la función social que cumple la música vallenata tradicional como identidad cultural de toda una subregión del Caribe colombiano.
Carlos Llanos Diazgranados