“El mandato que te entrego hoy no es demasiado difícil de entender ni está fuera de tu alcance”. Deuteronomio 30,11 (NTV). Cuando entramos a las redes sociales nos topamos con cantidades de personas expertos en dar órdenes, mandatos y declaraciones que prometen destrabar la bendición del Señor en nuestras vidas. Uno podría pensar: de eso […]
“El mandato que te entrego hoy no es demasiado difícil de entender ni está fuera de tu alcance”. Deuteronomio 30,11 (NTV).
Cuando entramos a las redes sociales nos topamos con cantidades de personas expertos en dar órdenes, mandatos y declaraciones que prometen destrabar la bendición del Señor en nuestras vidas. Uno podría pensar: de eso tan bonito y fácil, ¿por qué yo no tengo, o no lo estoy alcanzando?
También, uno podría pensar, frente a tantas declaraciones positivas, que es la falta de entendimiento de los hijos de Dios acerca de la vida cristina lo que ha dado lugar a tan increíble proliferación de mandatos, como si solo con decir se abrieran las puertas de las respuestas de Dios.
Contrario a eso, comparemos esa montaña de información en las redes con lo sencillo del texto del epígrafe. Pareciera que tanta exhibición de supuesta autoridad sobre las circunstancias nos distrajera de la verdadera sencillez que encierra el plan de Dios para nuestras vidas.
No estoy en contra del positivismo y del reconocimiento que las palabras tienen poder y que la vida y la muerte están en poder de la lengua; el punto es que la abundancia de recursos en las redes no debe hacernos pensar que la vida espiritual está supeditada a que una sola declaración verbal resuelve las situaciones a nuestro favor. Creo, más bien, que el requisito para vivir una vida victoriosa en Cristo no es difícil y podría resumirse en una palabra: ¡Obediencia!
En el contexto, lo que Dios estaba diciéndole al pueblo que salía de los cuarenta años en el desierto, era que esa palabra que él traía a sus vidas no era una palabra demasiado complicada, ni muy difícil de practicar; sino que estaba al alcance de todos aquellos que deseaban vivir una vida agradable para Dios. La dificultad se la hemos dado los hombres, con rebuscadas explicaciones e interpretaciones y la hemos complicado. La real dificultad detrás de todo radica en la obstinada resistencia del espíritu humano a recibir órdenes.
Observemos que Dios hace esta afirmación a un pueblo que no poseía libros, biblias o redes sociales, pero la ausencia de esto no iba a convertirse en un impedimento para una vida de obediencia. Esa palabra estaría muy cerca para que cada uno de ellos la guardara en su corazón.
Una vez más, el bondadoso corazón de Dios está mucho más interesado en que vivamos una vida plena, abundante, victoriosa y que le agrade a él. Para esto ha hecho una amplia provisión, poniendo la palabra al alcance de todos aquellos que aman la verdad, quienes con la ayuda de su Santo Espíritu podrán hacer realidad en su vida y entorno todas las palabras de bendición y todas las promesas de provisión, sanidad y libertad para un mejoramiento continuo.
¡Será la obediencia a sus mandatos lo que hará la diferencia entre el éxito y fracaso de nuestras vidas! ¡Cómo no vivir una vida de victoria! ¡No es difícil!
Abrazos y bendiciones del Señor…
“El mandato que te entrego hoy no es demasiado difícil de entender ni está fuera de tu alcance”. Deuteronomio 30,11 (NTV). Cuando entramos a las redes sociales nos topamos con cantidades de personas expertos en dar órdenes, mandatos y declaraciones que prometen destrabar la bendición del Señor en nuestras vidas. Uno podría pensar: de eso […]
“El mandato que te entrego hoy no es demasiado difícil de entender ni está fuera de tu alcance”. Deuteronomio 30,11 (NTV).
Cuando entramos a las redes sociales nos topamos con cantidades de personas expertos en dar órdenes, mandatos y declaraciones que prometen destrabar la bendición del Señor en nuestras vidas. Uno podría pensar: de eso tan bonito y fácil, ¿por qué yo no tengo, o no lo estoy alcanzando?
También, uno podría pensar, frente a tantas declaraciones positivas, que es la falta de entendimiento de los hijos de Dios acerca de la vida cristina lo que ha dado lugar a tan increíble proliferación de mandatos, como si solo con decir se abrieran las puertas de las respuestas de Dios.
Contrario a eso, comparemos esa montaña de información en las redes con lo sencillo del texto del epígrafe. Pareciera que tanta exhibición de supuesta autoridad sobre las circunstancias nos distrajera de la verdadera sencillez que encierra el plan de Dios para nuestras vidas.
No estoy en contra del positivismo y del reconocimiento que las palabras tienen poder y que la vida y la muerte están en poder de la lengua; el punto es que la abundancia de recursos en las redes no debe hacernos pensar que la vida espiritual está supeditada a que una sola declaración verbal resuelve las situaciones a nuestro favor. Creo, más bien, que el requisito para vivir una vida victoriosa en Cristo no es difícil y podría resumirse en una palabra: ¡Obediencia!
En el contexto, lo que Dios estaba diciéndole al pueblo que salía de los cuarenta años en el desierto, era que esa palabra que él traía a sus vidas no era una palabra demasiado complicada, ni muy difícil de practicar; sino que estaba al alcance de todos aquellos que deseaban vivir una vida agradable para Dios. La dificultad se la hemos dado los hombres, con rebuscadas explicaciones e interpretaciones y la hemos complicado. La real dificultad detrás de todo radica en la obstinada resistencia del espíritu humano a recibir órdenes.
Observemos que Dios hace esta afirmación a un pueblo que no poseía libros, biblias o redes sociales, pero la ausencia de esto no iba a convertirse en un impedimento para una vida de obediencia. Esa palabra estaría muy cerca para que cada uno de ellos la guardara en su corazón.
Una vez más, el bondadoso corazón de Dios está mucho más interesado en que vivamos una vida plena, abundante, victoriosa y que le agrade a él. Para esto ha hecho una amplia provisión, poniendo la palabra al alcance de todos aquellos que aman la verdad, quienes con la ayuda de su Santo Espíritu podrán hacer realidad en su vida y entorno todas las palabras de bendición y todas las promesas de provisión, sanidad y libertad para un mejoramiento continuo.
¡Será la obediencia a sus mandatos lo que hará la diferencia entre el éxito y fracaso de nuestras vidas! ¡Cómo no vivir una vida de victoria! ¡No es difícil!
Abrazos y bendiciones del Señor…