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Columnista - 9 febrero, 2021

Esto es amor… quien lo probó lo sabe

A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante,  en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos  con gente  que  nos marcaron  un derrotero especial y de forma muy […]

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A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante,  en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos  con gente  que  nos marcaron  un derrotero especial y de forma muy positiva. 

Seres humanos maravillosos y extraordinarios  que se brindaron de manera especial, aun lo siguen haciendo,  que formaron y educaron desde su propia experiencia, pues sus padres ejercieron verdaderos apostolados para ubicarlos en esos puestos de importancia descomunal,  y a fe que lo hicieron muy bien.

Me refiero de manera especial a los maestros, y no me atrevería a nombrar a uno en especial porque sería muy injusto con los que se me queden por fuera. 

Desde la época primaria, hasta llegar a mi querido Instpecam, los que estudiaron en el Loperena, en el Ateneo el Rosario, Alfonso López, José Eugenio, Prudencia Daza, Santa Fe, Sagrada Familia, Bienestar Social,  el colegio de la Policía y muchas otras instituciones, en donde nos encontramos con esos seres de luz que se esforzaron por dejarnos un legado de amor, de disciplina, de principios y valores que hoy se mantienen con una vigencia especial. 

A pesar de ser una pedagogía bastante señalada y cuestionada por la modernidad,  antes los maestros se consideraban los segundos padres que podían incluso castigar al menor; un padre le daba potestad al profesor para que hiciera eso, y no se cuestionaba la palabra del maestro ni se le equiparaba con la del estudiante. Hoy no se le puede,  ni por error,  levantar la voz a un joven so pena de ser incluso retirado de la institución. 

En fin, la idea no es comparar esos escenarios, sino mostrar que a pesar de los reglazos, de la jalada de orejas y de los castigos a veces injustos, hoy añoramos esas épocas y recordamos con nostalgia la mano fuerte del profe, los consejos sabios que nos motivaban a ser buenas personas.

 En la casa nos educaron en principios y valores: a respetar y a ser formales;  en el colegio nos enseñaron en principios y valores académicos, nos proyectaron como buenos profesionales: nos enseñaron a leer, a escribir, a sumar y restar; nos enseñaron a aprender.

Fueron muchos los momentos que hoy con nostalgia revivimos, y platicamos con nuestros hijos y repetimos hasta la saciedad los mismos cuentos de cuando esos profesores nos castigaban por no hacer las tareas y luego en la casa habían otros cantazos por la misma razón. 

Un homenaje  sincero a esos apóstoles de la enseñanza, a esos maestros que dedicaron su vida a esa maravillosa gestión, unos se han ido, otros ya están en uso de buen retiro, para ellos y para los que hoy se  empeñan en no dejar morir ese legado, muchas gracias. Como dijera Lope de Vega: esto es amor,  quien lo probó lo sabe.     Sólo Eso. 

Columnista
9 febrero, 2021

Esto es amor… quien lo probó lo sabe

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante,  en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos  con gente  que  nos marcaron  un derrotero especial y de forma muy […]


A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante,  en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos  con gente  que  nos marcaron  un derrotero especial y de forma muy positiva. 

Seres humanos maravillosos y extraordinarios  que se brindaron de manera especial, aun lo siguen haciendo,  que formaron y educaron desde su propia experiencia, pues sus padres ejercieron verdaderos apostolados para ubicarlos en esos puestos de importancia descomunal,  y a fe que lo hicieron muy bien.

Me refiero de manera especial a los maestros, y no me atrevería a nombrar a uno en especial porque sería muy injusto con los que se me queden por fuera. 

Desde la época primaria, hasta llegar a mi querido Instpecam, los que estudiaron en el Loperena, en el Ateneo el Rosario, Alfonso López, José Eugenio, Prudencia Daza, Santa Fe, Sagrada Familia, Bienestar Social,  el colegio de la Policía y muchas otras instituciones, en donde nos encontramos con esos seres de luz que se esforzaron por dejarnos un legado de amor, de disciplina, de principios y valores que hoy se mantienen con una vigencia especial. 

A pesar de ser una pedagogía bastante señalada y cuestionada por la modernidad,  antes los maestros se consideraban los segundos padres que podían incluso castigar al menor; un padre le daba potestad al profesor para que hiciera eso, y no se cuestionaba la palabra del maestro ni se le equiparaba con la del estudiante. Hoy no se le puede,  ni por error,  levantar la voz a un joven so pena de ser incluso retirado de la institución. 

En fin, la idea no es comparar esos escenarios, sino mostrar que a pesar de los reglazos, de la jalada de orejas y de los castigos a veces injustos, hoy añoramos esas épocas y recordamos con nostalgia la mano fuerte del profe, los consejos sabios que nos motivaban a ser buenas personas.

 En la casa nos educaron en principios y valores: a respetar y a ser formales;  en el colegio nos enseñaron en principios y valores académicos, nos proyectaron como buenos profesionales: nos enseñaron a leer, a escribir, a sumar y restar; nos enseñaron a aprender.

Fueron muchos los momentos que hoy con nostalgia revivimos, y platicamos con nuestros hijos y repetimos hasta la saciedad los mismos cuentos de cuando esos profesores nos castigaban por no hacer las tareas y luego en la casa habían otros cantazos por la misma razón. 

Un homenaje  sincero a esos apóstoles de la enseñanza, a esos maestros que dedicaron su vida a esa maravillosa gestión, unos se han ido, otros ya están en uso de buen retiro, para ellos y para los que hoy se  empeñan en no dejar morir ese legado, muchas gracias. Como dijera Lope de Vega: esto es amor,  quien lo probó lo sabe.     Sólo Eso.