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Columnista - 29 enero, 2021

Altruismo versus cambio climático (I)

El título de esta columna corresponde a un escrito interesante publicado por una escritora, locutora y artista española de la comunidad Valenciana, llamada Pepa Úbeda, el día 4 de diciembre de 2020. Por ser un tema muy inclusive en discusión para el momento que requiere del conocimiento de muchas personas, nosotros nos permitimos reproducir algunos […]

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El título de esta columna corresponde a un escrito interesante publicado por una escritora, locutora y artista española de la comunidad Valenciana, llamada Pepa Úbeda, el día 4 de diciembre de 2020. Por ser un tema muy inclusive en discusión para el momento que requiere del conocimiento de muchas personas, nosotros nos permitimos reproducir algunos apartes del mismo:

“La gente suele responder de forma positiva y entusiasta ante toda información que se adecúe a sus valores y puntos de vista mientras que rechaza firmemente las contrarias. Asimismo, aunque es difícil que cambie de valores y puntos de vista, pueden aparecer catalizadores que le permitan evolucionar y expresarse de formas diversas con el mundo exterior.

Los valores comunitarios y altruistas como la compasión y la interdependencia o la igualdad tienen ese sentido catalizador que potencia el bienestar de la sociedad. Asumidos por una comunidad se convierten en un indicador favorable y más sólido acerca del medio ambiente que los vinculados al bienestar de un solo sujeto, como podrían ser un sueldo digno o el beneficio individual frente al colectivo.

Sin embargo, pese a que no todo el mundo da preferencia a los valores comunitarios, ante una crisis grave puede producirse un cambio de actitud que los potencie. Se ha podido comprobar ante craks financieros, conflictos bélicos y desastres naturales, puesto que el comportamiento altruista aumenta significativamente en las comunidades afectadas, mientras que los delitos crecen de forma paralela.

Cabe hacer alusión en esta cita que al respecto se han llevado a cabo investigaciones y se ha encontrado que el altruismo es una forma efectiva de restablecimiento del control de las propias vidas y reducción del estrés. Se ha podido constatar, además, que se hace contagioso cuando determina dos contextos como negocios, figuras públicas, colectivos sociales y más, se vuelcan en actividades generosas, pues la vinculación entre comunidades se expande poderosamente.

Aun así no siempre resultan fructíferos, porque las crisis también pueden favorecer la reaparición de dinámicas sociales negativas preexistentes. De hecho, cuando un grupo humano se siente amenazado por dolencias generalizadas como ocurrió con el SIDA  o la actual pandemia, aumenta el temor a amenazas percibidas como catastróficas. El miedo suele conducir a actitudes intolerantes hacia grupos que se consideran externos a un grupo social determinado y terminar siendo tachados de enemigos, lo cual neutraliza cualquier corriente empática hacia ellos. 

Como ejemplo claro podemos citar lo que ocurrió en EEUU en 1918, cuando hubo sectores que respondieron con una violencia brutal, llegando incluso a utilizar armas de fuego frente a quienes consideraban culpables de la gripa mal llamada española. Ha ocurrido hace algunos meses, cuando el secretario General de la ONU denunció (mayo de 2020) que la actual pandemia había provocado un “tsunami de odio” generalizando y conduciendo a una polarización política extrema en todo el planeta.

Aquí es posible afirmar que para hacer primar la respuesta altruista y neutralizar la violencia se puede lograr enviando mensajes que valoren positivamente las corrientes comunitarias, el apoyo mutuo y la compasión.

En cuanto a las consecuencias provocadas por la presente pandemia, algunos han sido beneficiosos. Es el caso de los cambios producidos en ocasiones, incluso abruptos en los estilos de vida imperantes. Prueba de ello han sido la disminución de los viajes, la asunción de nuevos hábitos alimenticios, el emprendimiento de actividades de ocio menos contaminantes y un mayor contacto con la naturaleza. Es más: en un sondeo realizado en el Reino Unido hace unos meses, un 85 % de los encuestados que habían realizado cambios personales y sociales deseaban mantenerlos tras el control de la pandemia.

Columnista
29 enero, 2021

Altruismo versus cambio climático (I)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

El título de esta columna corresponde a un escrito interesante publicado por una escritora, locutora y artista española de la comunidad Valenciana, llamada Pepa Úbeda, el día 4 de diciembre de 2020. Por ser un tema muy inclusive en discusión para el momento que requiere del conocimiento de muchas personas, nosotros nos permitimos reproducir algunos […]


El título de esta columna corresponde a un escrito interesante publicado por una escritora, locutora y artista española de la comunidad Valenciana, llamada Pepa Úbeda, el día 4 de diciembre de 2020. Por ser un tema muy inclusive en discusión para el momento que requiere del conocimiento de muchas personas, nosotros nos permitimos reproducir algunos apartes del mismo:

“La gente suele responder de forma positiva y entusiasta ante toda información que se adecúe a sus valores y puntos de vista mientras que rechaza firmemente las contrarias. Asimismo, aunque es difícil que cambie de valores y puntos de vista, pueden aparecer catalizadores que le permitan evolucionar y expresarse de formas diversas con el mundo exterior.

Los valores comunitarios y altruistas como la compasión y la interdependencia o la igualdad tienen ese sentido catalizador que potencia el bienestar de la sociedad. Asumidos por una comunidad se convierten en un indicador favorable y más sólido acerca del medio ambiente que los vinculados al bienestar de un solo sujeto, como podrían ser un sueldo digno o el beneficio individual frente al colectivo.

Sin embargo, pese a que no todo el mundo da preferencia a los valores comunitarios, ante una crisis grave puede producirse un cambio de actitud que los potencie. Se ha podido comprobar ante craks financieros, conflictos bélicos y desastres naturales, puesto que el comportamiento altruista aumenta significativamente en las comunidades afectadas, mientras que los delitos crecen de forma paralela.

Cabe hacer alusión en esta cita que al respecto se han llevado a cabo investigaciones y se ha encontrado que el altruismo es una forma efectiva de restablecimiento del control de las propias vidas y reducción del estrés. Se ha podido constatar, además, que se hace contagioso cuando determina dos contextos como negocios, figuras públicas, colectivos sociales y más, se vuelcan en actividades generosas, pues la vinculación entre comunidades se expande poderosamente.

Aun así no siempre resultan fructíferos, porque las crisis también pueden favorecer la reaparición de dinámicas sociales negativas preexistentes. De hecho, cuando un grupo humano se siente amenazado por dolencias generalizadas como ocurrió con el SIDA  o la actual pandemia, aumenta el temor a amenazas percibidas como catastróficas. El miedo suele conducir a actitudes intolerantes hacia grupos que se consideran externos a un grupo social determinado y terminar siendo tachados de enemigos, lo cual neutraliza cualquier corriente empática hacia ellos. 

Como ejemplo claro podemos citar lo que ocurrió en EEUU en 1918, cuando hubo sectores que respondieron con una violencia brutal, llegando incluso a utilizar armas de fuego frente a quienes consideraban culpables de la gripa mal llamada española. Ha ocurrido hace algunos meses, cuando el secretario General de la ONU denunció (mayo de 2020) que la actual pandemia había provocado un “tsunami de odio” generalizando y conduciendo a una polarización política extrema en todo el planeta.

Aquí es posible afirmar que para hacer primar la respuesta altruista y neutralizar la violencia se puede lograr enviando mensajes que valoren positivamente las corrientes comunitarias, el apoyo mutuo y la compasión.

En cuanto a las consecuencias provocadas por la presente pandemia, algunos han sido beneficiosos. Es el caso de los cambios producidos en ocasiones, incluso abruptos en los estilos de vida imperantes. Prueba de ello han sido la disminución de los viajes, la asunción de nuevos hábitos alimenticios, el emprendimiento de actividades de ocio menos contaminantes y un mayor contacto con la naturaleza. Es más: en un sondeo realizado en el Reino Unido hace unos meses, un 85 % de los encuestados que habían realizado cambios personales y sociales deseaban mantenerlos tras el control de la pandemia.