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Columnista - 18 enero, 2021

¡Ah, tiempos!

Recibí uno de tantos cientos de mensajes y archivos que casi siempre borro sin  poder leer, pues es tal la avalancha que no alcanzaría la vida para tal menester, pero hubo uno que me llamó la atención e inmediatamente inicié su lectura, y lo que debió constituirse en un simple ejercicio de humor, terminó en […]

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Recibí uno de tantos cientos de mensajes y archivos que casi siempre borro sin  poder leer, pues es tal la avalancha que no alcanzaría la vida para tal menester, pero hubo uno que me llamó la atención e inmediatamente inicié su lectura, y lo que debió constituirse en un simple ejercicio de humor, terminó en una larga lista que debiera ser examinada con ojos y criterio de historiador y sociólogo, pero sobre todo con ánimo ilustrativo pues el noventa por ciento de los lectores queda en ceros cuando revisa el mencionado inventario:  La alegría de leer, la cartilla de Charry , el Catecismo del padre Astete ,la Urbanidad de Carreño, el Método Palmer, discos de 33, 45 y 78 revoluciones por minuto, misa en latín, el 5 y 6 o Totogol, la gomina Lechuga, el bidet en los baños, el canal de Teletigre, Animalandia , Heberth Castro y Monte Cristo, pantalones de bota de campana y terlenka, regla de cálculo, relojes de cuerda, el Club del Clan y Yo y Tú, patines metálicos, Corin Tellado, la tinta roja en las elecciones, matiné, vespertina y noche, Charms (¿qué se hicieron?), y otras muchas cosas, pero la lista de arriba es suficiente para llegar a la conclusión que ese era un mundo que casi nada tiene que ver con lo de hoy, medido en megabites y en el cual la palabra teléfono, por ejemplo,  que para esos tiempos era un aparato, uno solo,  si era que lo había, pues eran pocos , ubicado en la “salita” de la casa y que solo servía para mensajes o sistema de “voz”, hoy es un bicho que te mide hasta el oxígeno en la sangre, la temperatura del ambiente, recibe y envía mensajes, etcétera.

Escogí  dentro de esa enumeración tratar de explicar, entre otras,  qué era la “regla de cálculo” que suena hoy a prehistoria y era un aparatico que efectivamente  tenía la forma de regla y unos elementos móviles que facilitaban las operaciones matemáticas. Lo que manualmente podría implicar hasta horas, la regla de cálculo lo reducía a minutos. Los estudiantes de ingeniería sacaban pecho con ese instrumento.

El método Palmer no era que te enseñara a escribir, es que quien perfeccionaba su grafía a través de él adquiría una hermosa letra, lo cual hoy no sirve para nada, porque salvo en el cuadernito de las tiendas de barrio nadie escribe a mano nada. Ya ni el cheque se usa.

Si ustedes supieran lo que era el bidet. No me atrevo a tratar de explicarlo por aquí.

La misa se celebraba en latín, no en castellano, y  el sacerdote oficiaba de espaldas  y por supuesto nadie entendía nada. ¿Será que hoy sí? Los relojes de pulsera eran en general de cuerda, todos los días había que darle, Citizen y Casio  no existían, eran Omega, Mido, Oris, Bulova, y había que ajustar la hora cada cierto tiempo.  

No sé por qué el autor no menciona los radios receptores, que eran eléctricos y demoraban varios minutos en “calentar”, y en los pueblos grandes y capitales, que  eran pocos, sintonizaban la única o el par de emisoras locales.

Y dejo de último la urbanidad de Carreño, pues de eso sí que queda poco. ¡Qué lástima!

Columnista
18 enero, 2021

¡Ah, tiempos!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

Recibí uno de tantos cientos de mensajes y archivos que casi siempre borro sin  poder leer, pues es tal la avalancha que no alcanzaría la vida para tal menester, pero hubo uno que me llamó la atención e inmediatamente inicié su lectura, y lo que debió constituirse en un simple ejercicio de humor, terminó en […]


Recibí uno de tantos cientos de mensajes y archivos que casi siempre borro sin  poder leer, pues es tal la avalancha que no alcanzaría la vida para tal menester, pero hubo uno que me llamó la atención e inmediatamente inicié su lectura, y lo que debió constituirse en un simple ejercicio de humor, terminó en una larga lista que debiera ser examinada con ojos y criterio de historiador y sociólogo, pero sobre todo con ánimo ilustrativo pues el noventa por ciento de los lectores queda en ceros cuando revisa el mencionado inventario:  La alegría de leer, la cartilla de Charry , el Catecismo del padre Astete ,la Urbanidad de Carreño, el Método Palmer, discos de 33, 45 y 78 revoluciones por minuto, misa en latín, el 5 y 6 o Totogol, la gomina Lechuga, el bidet en los baños, el canal de Teletigre, Animalandia , Heberth Castro y Monte Cristo, pantalones de bota de campana y terlenka, regla de cálculo, relojes de cuerda, el Club del Clan y Yo y Tú, patines metálicos, Corin Tellado, la tinta roja en las elecciones, matiné, vespertina y noche, Charms (¿qué se hicieron?), y otras muchas cosas, pero la lista de arriba es suficiente para llegar a la conclusión que ese era un mundo que casi nada tiene que ver con lo de hoy, medido en megabites y en el cual la palabra teléfono, por ejemplo,  que para esos tiempos era un aparato, uno solo,  si era que lo había, pues eran pocos , ubicado en la “salita” de la casa y que solo servía para mensajes o sistema de “voz”, hoy es un bicho que te mide hasta el oxígeno en la sangre, la temperatura del ambiente, recibe y envía mensajes, etcétera.

Escogí  dentro de esa enumeración tratar de explicar, entre otras,  qué era la “regla de cálculo” que suena hoy a prehistoria y era un aparatico que efectivamente  tenía la forma de regla y unos elementos móviles que facilitaban las operaciones matemáticas. Lo que manualmente podría implicar hasta horas, la regla de cálculo lo reducía a minutos. Los estudiantes de ingeniería sacaban pecho con ese instrumento.

El método Palmer no era que te enseñara a escribir, es que quien perfeccionaba su grafía a través de él adquiría una hermosa letra, lo cual hoy no sirve para nada, porque salvo en el cuadernito de las tiendas de barrio nadie escribe a mano nada. Ya ni el cheque se usa.

Si ustedes supieran lo que era el bidet. No me atrevo a tratar de explicarlo por aquí.

La misa se celebraba en latín, no en castellano, y  el sacerdote oficiaba de espaldas  y por supuesto nadie entendía nada. ¿Será que hoy sí? Los relojes de pulsera eran en general de cuerda, todos los días había que darle, Citizen y Casio  no existían, eran Omega, Mido, Oris, Bulova, y había que ajustar la hora cada cierto tiempo.  

No sé por qué el autor no menciona los radios receptores, que eran eléctricos y demoraban varios minutos en “calentar”, y en los pueblos grandes y capitales, que  eran pocos, sintonizaban la única o el par de emisoras locales.

Y dejo de último la urbanidad de Carreño, pues de eso sí que queda poco. ¡Qué lástima!