En el último adiós que familiares le han dado a los 1.014 fallecidos por covid-19 en el departamento del Cesar ha primado la lejanía, una barrera de plástico y un fuerte olor a químicos que se volvieron los nuevos ritos exequiales.
La distancia como medida de bioseguridad ha pasado a ser lo más doloroso para los familiares de los 1.014 fallecidos por el virus de la covid-19 en el departamento del Cesar. Esta cifra revelada en el último informe del Laboratorio de Salud Pública evidencia la mortandad que el coronavirus ha causado en el departamento según la psicóloga clínica, María Botero.
De acuerdo con la experta, el impacto psicológico y sufrimiento de los familiares de estos fallecidos les ha causado trastornos mentales, acotando que la muerte de un ser querido tiene mayor incidencia en los familiares y amigos cuando esta se da repente a causa de una enfermedad o accidente que sucede sin ser premeditado.
Lee aquí también: Nuevamente suspenden visitas en centros carcelarios por covid-19
Es por ello que los familiares de los fallecidos por covid-19 sufren una “tortuosa” despedida que genera aún más dolor al no tener un contacto final con el difunto. “El proceso regularmente para despedirse de un familiar, amigo o conocido es tener contacto con el antes de que sea enterrado o cremado. Al no tener esta posibilidad se causa un desequilibrio emocional porque las personas no sienten que han cerrado ese ciclo de dolor y toma mayor tiempo asimilar la muerte del ser querido”, explicó Botero.
De acuerdo con la psicóloga clínica, las normas de bioseguridad impiden que el desprendimiento se dé en su totalidad porque hay una barrera física que les impide a las familias ver al ser amado por última vez. Esto ocasiona mayor depresión, tristeza, enojo, frustración y hasta distorsión de la realidad.
El Ministerio de Salud determinó que la persona que fallece por coronavirus o es sospechosa no se le puede hacer necropsia ni ningún tipo de investigación al cadáver, se debe envolver en una bolsa doble de 150 micras de grueso y se desinfecta la superficie donde está el cuerpo. Luego es trasladado directamente a la funeraria sin que familiares y amigos puedan verlo.
Los protocolos de bioseguridad para los difuntos con covid- 19 rompen con las tradicionales despedidas de un fallecido en la ciudad de Valledupar, según Emilia Cáceres, quien tuvo que ver morir a su hijo de 25 años el año pasado. Esta educadora aseguró que este suceso ha sido el dolor más fuerte de toda su vida y que nunca será superado por ningún otro.
Esta madre manifestó que hablar de cómo se le “fue arrebatado” su hijo le causa mucho sufrimiento porque nunca pensó que él moriría antes que ella. “No hay dolor más grande que la pérdida de un hijo. Es como si le arrancarán a uno el alma y se quedara un vacio. Así me siento yo desde que falleció y aún peor porque ni siquiera pude acompañarlo como se debe cuando lo enterraron. Ni en el ataúd pude verlo y eso fue para mí demasiado doloroso; vi como sus ojos se abrieron al mundo, pero no pude ver como los cerro”, comentó sollozando.
Le podría interesar: Localizan las cajas negras del avión que se estrelló en Indonesia
Cáceres señaló entre lágrimas que comprendía porque no podía acercarse a su hijo, pero entre “la lógica y el corazón de una madre” que acababa de perder a lo más preciado de su vida ganaron sus sentimientos y el dolor de su pérdida porque no la dejaban despedirse de él por última vez. Señaló que al entierro solo pudieron ir cinco personas, incluyéndola a ella, y los separaba una distancia de tres a cuatro metros que “recalcó” la soledad que ahora enfrenta.
De acuerdo con el sacerdote Gabriel Rojas, párroco de la iglesia Santo Cristo del corregimiento de Mariangola, el distanciamiento entre los familiares y los difuntos ha causado mayor llanto, dolor y tristeza porque las personas no pueden tener ese contacto con los fallecidos que regularmente tenían la celebración de exequias y ceremonias eclesiásticas.
La psicóloga clínica, María Botero, aseveró que el distanciamiento que los cesarenses deben mantener para estar presentes en el entierro o cremación de un familiar o ser querido que haya fallecido con covid-19 ha provocado secuelas en la reintegración de estas personas a su entorno laboral y a su cotidianidad porque se han vuelto menos susceptibles al contacto humano debido a que no pudieron tenerlo con un ser amado fallecido.
“Tengo pacientes que no les gusta que las personas se les acerquen porque para ellos ya no es indispensable el contacto físico porque no lo tuvieron con sus seres queridos cuando murieron, esto causa una ruptura emocional y cambio en el comportamiento de una persona porque la muerte es una de las experiencias que más trasciende en el ser humano y si este proceso de asimilación no es llevado de forma correcta causa estragos mentales”, manifestó Botero.
El comerciante vallenato, Luis Almenares, aseveró que la vida para él perdió significado desde que su esposa falleció a causa de la covid-19 el pasado mes de octubre. Señaló que vivió la enfermedad de su esposa a la distancia sin siquiera “tocar su frente” cuando sentía escalofríos.
“Tener a un ser querido debatiéndose entre la vida y la muerte y que uno no pueda acompañarlo es algo indescriptible. Mi esposa estaba sola en esa cama UCI sin poder palpar mi apoyo y eso me rompía el corazón. Siempre fue muy apegada a mí y todas esas semanas que estuvo en estado crítico fueron las peores de mi vida. No pude ni ver como estaba en el ataúd, si sonreía o no, todo fue muy frío con ese horrible distanciamiento”, manifestó Almenares con dolor en su voz.
Según el Laboratorio de Salud Publica, en el departamento del Cesar hay 1.835 personas aisladas en casa, hospitalizadas en sala 37 y en las Unidades de Cuidados Intensivos, UCI, 57.
Los fallecidos por covid-19 y los sospechosos deben ser envueltos en una bolsa doble de 150 micras de grueso para que los fluidos que secreta el cadáver no tengan contacto con el ataúd donde será puesto, según las normas de bioseguridad del Ministerio de Salud.
A pesar de que este proceso es realizado estrictamente para guardar la seguridad de las personas que transporten el cadáver y demás que estén involucradas en la disposición final del cuerpo, para Nancy Díaz, que su sobrina fuera envuelta en plástico como un “animal” fue casi tan impactante como su muerte.
“Yo no la vi, pero sabía que lo iban hacer y eso para mí fue y sigue siendo indignante. Que la hubiesen envuelto en ese plástico como un animalito fue horrible. Ella merecía más que eso al igual que todas las personas que han muerto por causa de este virus. Es como si los desecharan en una bolsa y los pusieran en un hueco donde ni siquiera uno no se puede acercar”, comentó con pesar Díaz.
De acuerdo con esta cosmetóloga, la muerte de un familiar por covid-19 es casi tan dolorosa como la forma en la que luego es enterrado. Señaló que las condiciones en las que su sobrina fue sepultada fueran tan rápidas que ella en medio de su dolor no se dio cuenta cuando la enterraron. Agregó con tristeza que no hay diferencia entre asistir o no al entierro porque es como si no se “estuviera ahí”.
Por otro lado, la médica Alina Hurtado, a quien su sobrino y cuñado fue llevado por esta escalofriante enfermedad aseveró que las medidas de bioseguridad son necesarias porque son cuerpos infectados con el virus y para evitar cualquier tipo de riesgo es necesario el distanciamiento de tres a cuatro metros, el número reducido de acompañantes, el tratamiento del cadáver y el poco tiempo para su sepultura o cremación.
“Es muy doloroso y yo lo sé bien porque fueron dos familiares que tuve que ver a la distancia como los enterraban. Quise durante esos minutos acercarme a ellos, pero no era posible y no tenía que hacerlo. Debemos ser consientes de que si no nos cuidamos más personas morirán y tendremos que asistir a números ritos de 15 minutos donde parece que enterraran a un objeto en vez de a un ser humano”, manifestó Hurtado con tristeza en su voz.
De acuerdo con el último informe del Laboratorio de Salud Pública, 225 nuevos casos se han registrado en el departamento del Cesar. Procedentes de la ciudad de Valledupar 190, Aguachica 11, Agustín Codazzi 6, El Paso 4, Bosconia 3, Pueblo Bello 3, San Martín 3, La Jagua de Ibirico 2, San Alberto 2 y La Gloria 1. En la región están contagiados 34.809 personas y 31.868 se han recuperado.
Namieh Baute Barrios / EL PILÓN
En el último adiós que familiares le han dado a los 1.014 fallecidos por covid-19 en el departamento del Cesar ha primado la lejanía, una barrera de plástico y un fuerte olor a químicos que se volvieron los nuevos ritos exequiales.
La distancia como medida de bioseguridad ha pasado a ser lo más doloroso para los familiares de los 1.014 fallecidos por el virus de la covid-19 en el departamento del Cesar. Esta cifra revelada en el último informe del Laboratorio de Salud Pública evidencia la mortandad que el coronavirus ha causado en el departamento según la psicóloga clínica, María Botero.
De acuerdo con la experta, el impacto psicológico y sufrimiento de los familiares de estos fallecidos les ha causado trastornos mentales, acotando que la muerte de un ser querido tiene mayor incidencia en los familiares y amigos cuando esta se da repente a causa de una enfermedad o accidente que sucede sin ser premeditado.
Lee aquí también: Nuevamente suspenden visitas en centros carcelarios por covid-19
Es por ello que los familiares de los fallecidos por covid-19 sufren una “tortuosa” despedida que genera aún más dolor al no tener un contacto final con el difunto. “El proceso regularmente para despedirse de un familiar, amigo o conocido es tener contacto con el antes de que sea enterrado o cremado. Al no tener esta posibilidad se causa un desequilibrio emocional porque las personas no sienten que han cerrado ese ciclo de dolor y toma mayor tiempo asimilar la muerte del ser querido”, explicó Botero.
De acuerdo con la psicóloga clínica, las normas de bioseguridad impiden que el desprendimiento se dé en su totalidad porque hay una barrera física que les impide a las familias ver al ser amado por última vez. Esto ocasiona mayor depresión, tristeza, enojo, frustración y hasta distorsión de la realidad.
El Ministerio de Salud determinó que la persona que fallece por coronavirus o es sospechosa no se le puede hacer necropsia ni ningún tipo de investigación al cadáver, se debe envolver en una bolsa doble de 150 micras de grueso y se desinfecta la superficie donde está el cuerpo. Luego es trasladado directamente a la funeraria sin que familiares y amigos puedan verlo.
Los protocolos de bioseguridad para los difuntos con covid- 19 rompen con las tradicionales despedidas de un fallecido en la ciudad de Valledupar, según Emilia Cáceres, quien tuvo que ver morir a su hijo de 25 años el año pasado. Esta educadora aseguró que este suceso ha sido el dolor más fuerte de toda su vida y que nunca será superado por ningún otro.
Esta madre manifestó que hablar de cómo se le “fue arrebatado” su hijo le causa mucho sufrimiento porque nunca pensó que él moriría antes que ella. “No hay dolor más grande que la pérdida de un hijo. Es como si le arrancarán a uno el alma y se quedara un vacio. Así me siento yo desde que falleció y aún peor porque ni siquiera pude acompañarlo como se debe cuando lo enterraron. Ni en el ataúd pude verlo y eso fue para mí demasiado doloroso; vi como sus ojos se abrieron al mundo, pero no pude ver como los cerro”, comentó sollozando.
Le podría interesar: Localizan las cajas negras del avión que se estrelló en Indonesia
Cáceres señaló entre lágrimas que comprendía porque no podía acercarse a su hijo, pero entre “la lógica y el corazón de una madre” que acababa de perder a lo más preciado de su vida ganaron sus sentimientos y el dolor de su pérdida porque no la dejaban despedirse de él por última vez. Señaló que al entierro solo pudieron ir cinco personas, incluyéndola a ella, y los separaba una distancia de tres a cuatro metros que “recalcó” la soledad que ahora enfrenta.
De acuerdo con el sacerdote Gabriel Rojas, párroco de la iglesia Santo Cristo del corregimiento de Mariangola, el distanciamiento entre los familiares y los difuntos ha causado mayor llanto, dolor y tristeza porque las personas no pueden tener ese contacto con los fallecidos que regularmente tenían la celebración de exequias y ceremonias eclesiásticas.
La psicóloga clínica, María Botero, aseveró que el distanciamiento que los cesarenses deben mantener para estar presentes en el entierro o cremación de un familiar o ser querido que haya fallecido con covid-19 ha provocado secuelas en la reintegración de estas personas a su entorno laboral y a su cotidianidad porque se han vuelto menos susceptibles al contacto humano debido a que no pudieron tenerlo con un ser amado fallecido.
“Tengo pacientes que no les gusta que las personas se les acerquen porque para ellos ya no es indispensable el contacto físico porque no lo tuvieron con sus seres queridos cuando murieron, esto causa una ruptura emocional y cambio en el comportamiento de una persona porque la muerte es una de las experiencias que más trasciende en el ser humano y si este proceso de asimilación no es llevado de forma correcta causa estragos mentales”, manifestó Botero.
El comerciante vallenato, Luis Almenares, aseveró que la vida para él perdió significado desde que su esposa falleció a causa de la covid-19 el pasado mes de octubre. Señaló que vivió la enfermedad de su esposa a la distancia sin siquiera “tocar su frente” cuando sentía escalofríos.
“Tener a un ser querido debatiéndose entre la vida y la muerte y que uno no pueda acompañarlo es algo indescriptible. Mi esposa estaba sola en esa cama UCI sin poder palpar mi apoyo y eso me rompía el corazón. Siempre fue muy apegada a mí y todas esas semanas que estuvo en estado crítico fueron las peores de mi vida. No pude ni ver como estaba en el ataúd, si sonreía o no, todo fue muy frío con ese horrible distanciamiento”, manifestó Almenares con dolor en su voz.
Según el Laboratorio de Salud Publica, en el departamento del Cesar hay 1.835 personas aisladas en casa, hospitalizadas en sala 37 y en las Unidades de Cuidados Intensivos, UCI, 57.
Los fallecidos por covid-19 y los sospechosos deben ser envueltos en una bolsa doble de 150 micras de grueso para que los fluidos que secreta el cadáver no tengan contacto con el ataúd donde será puesto, según las normas de bioseguridad del Ministerio de Salud.
A pesar de que este proceso es realizado estrictamente para guardar la seguridad de las personas que transporten el cadáver y demás que estén involucradas en la disposición final del cuerpo, para Nancy Díaz, que su sobrina fuera envuelta en plástico como un “animal” fue casi tan impactante como su muerte.
“Yo no la vi, pero sabía que lo iban hacer y eso para mí fue y sigue siendo indignante. Que la hubiesen envuelto en ese plástico como un animalito fue horrible. Ella merecía más que eso al igual que todas las personas que han muerto por causa de este virus. Es como si los desecharan en una bolsa y los pusieran en un hueco donde ni siquiera uno no se puede acercar”, comentó con pesar Díaz.
De acuerdo con esta cosmetóloga, la muerte de un familiar por covid-19 es casi tan dolorosa como la forma en la que luego es enterrado. Señaló que las condiciones en las que su sobrina fue sepultada fueran tan rápidas que ella en medio de su dolor no se dio cuenta cuando la enterraron. Agregó con tristeza que no hay diferencia entre asistir o no al entierro porque es como si no se “estuviera ahí”.
Por otro lado, la médica Alina Hurtado, a quien su sobrino y cuñado fue llevado por esta escalofriante enfermedad aseveró que las medidas de bioseguridad son necesarias porque son cuerpos infectados con el virus y para evitar cualquier tipo de riesgo es necesario el distanciamiento de tres a cuatro metros, el número reducido de acompañantes, el tratamiento del cadáver y el poco tiempo para su sepultura o cremación.
“Es muy doloroso y yo lo sé bien porque fueron dos familiares que tuve que ver a la distancia como los enterraban. Quise durante esos minutos acercarme a ellos, pero no era posible y no tenía que hacerlo. Debemos ser consientes de que si no nos cuidamos más personas morirán y tendremos que asistir a números ritos de 15 minutos donde parece que enterraran a un objeto en vez de a un ser humano”, manifestó Hurtado con tristeza en su voz.
De acuerdo con el último informe del Laboratorio de Salud Pública, 225 nuevos casos se han registrado en el departamento del Cesar. Procedentes de la ciudad de Valledupar 190, Aguachica 11, Agustín Codazzi 6, El Paso 4, Bosconia 3, Pueblo Bello 3, San Martín 3, La Jagua de Ibirico 2, San Alberto 2 y La Gloria 1. En la región están contagiados 34.809 personas y 31.868 se han recuperado.
Namieh Baute Barrios / EL PILÓN