Cada 25 de diciembre tenía una cita inquebrantable, mi mamá y mi papá materializaban la ilusión de recibir los aguinaldos haciendo de intermediarios entre Papá Noel y mi ilusión de recibir un fabuloso regalo de navidad igual que todos mis vecinos. Nunca supe cuánto esfuerzo tuvieron que hacer mis padres, pero siempre encontré debajo de […]
Cada 25 de diciembre tenía una cita inquebrantable, mi mamá y mi papá materializaban la ilusión de recibir los aguinaldos haciendo de intermediarios entre Papá Noel y mi ilusión de recibir un fabuloso regalo de navidad igual que todos mis vecinos. Nunca supe cuánto esfuerzo tuvieron que hacer mis padres, pero siempre encontré debajo de la cama lo que pedía en mis cartas.
Cuando la inexorable realidad destruyó la ilusión del trineo y los renos, ya tenía en mi colección helicópteros, camiones y muchos más juguetes que se encargaron de mantener la tradición de la navidad. Fielmente por algunos años repetí la historia con mis hijas, pero llegaría el día en que el imprudente pensamiento crítico desafiaría la tradición, ese día es hoy.
Comprar objetos para regalar como muestra de gratitud o conmemoración es un rasgo cultural impuesto en gran parte del mundo, sobre todo en donde demostrar la capacidad de consumo es un código que mal define a las personas, hablar de este tema en medio de la oferta del mundo capitalista no deja de ser un riesgo de atentar contra la coherencia, pero me cansé de usar papel para regalo.
Decidí dejar de regalar objetos y cambiar a regalar experiencias, los objetos se desgastan, pierden vigencia, se arruinan, son reemplazados por otros objetos en fin son solo eso, objetos. En cambio, las experiencias te educan, te hacen crecer, te motivan a reflexionar. No es fácil explicar esto a una niña de 7 años, invadida por la publicidad de los medios manipuladores que programan a sus consumidores desde pequeños, pero ese es el reto.
Cambiemos los objetos por experiencias positivas, de amor, de bondad, de aventura, de contacto respetuoso con la naturaleza, de armonía y sincronicidad con el universo.
La gratitud demostrada con objetos tiene un inicio y un final, las experiencias que les brindes a tus seres queridos serán para toda su vida. Que esta época no sea la excusa para satisfacer el apetito voraz del consumismo y si una razón más para brindar experiencias de amor a quienes comparten contigo su existencia.
Cada 25 de diciembre tenía una cita inquebrantable, mi mamá y mi papá materializaban la ilusión de recibir los aguinaldos haciendo de intermediarios entre Papá Noel y mi ilusión de recibir un fabuloso regalo de navidad igual que todos mis vecinos. Nunca supe cuánto esfuerzo tuvieron que hacer mis padres, pero siempre encontré debajo de […]
Cada 25 de diciembre tenía una cita inquebrantable, mi mamá y mi papá materializaban la ilusión de recibir los aguinaldos haciendo de intermediarios entre Papá Noel y mi ilusión de recibir un fabuloso regalo de navidad igual que todos mis vecinos. Nunca supe cuánto esfuerzo tuvieron que hacer mis padres, pero siempre encontré debajo de la cama lo que pedía en mis cartas.
Cuando la inexorable realidad destruyó la ilusión del trineo y los renos, ya tenía en mi colección helicópteros, camiones y muchos más juguetes que se encargaron de mantener la tradición de la navidad. Fielmente por algunos años repetí la historia con mis hijas, pero llegaría el día en que el imprudente pensamiento crítico desafiaría la tradición, ese día es hoy.
Comprar objetos para regalar como muestra de gratitud o conmemoración es un rasgo cultural impuesto en gran parte del mundo, sobre todo en donde demostrar la capacidad de consumo es un código que mal define a las personas, hablar de este tema en medio de la oferta del mundo capitalista no deja de ser un riesgo de atentar contra la coherencia, pero me cansé de usar papel para regalo.
Decidí dejar de regalar objetos y cambiar a regalar experiencias, los objetos se desgastan, pierden vigencia, se arruinan, son reemplazados por otros objetos en fin son solo eso, objetos. En cambio, las experiencias te educan, te hacen crecer, te motivan a reflexionar. No es fácil explicar esto a una niña de 7 años, invadida por la publicidad de los medios manipuladores que programan a sus consumidores desde pequeños, pero ese es el reto.
Cambiemos los objetos por experiencias positivas, de amor, de bondad, de aventura, de contacto respetuoso con la naturaleza, de armonía y sincronicidad con el universo.
La gratitud demostrada con objetos tiene un inicio y un final, las experiencias que les brindes a tus seres queridos serán para toda su vida. Que esta época no sea la excusa para satisfacer el apetito voraz del consumismo y si una razón más para brindar experiencias de amor a quienes comparten contigo su existencia.