Un año rarísimo, incomparable, este 2020 que por fin se acaba. La pandemia lo trastornó todo. A los males que nos dejó la enfermedad hay que sumar los que causó el confinamiento. Al frenar de manera brutal la economía, tenemos la peor recesión de nuestra historia. El Gobierno calcula la caída del PIB en -7,7 […]
Un año rarísimo, incomparable, este 2020 que por fin se acaba. La pandemia lo trastornó todo. A los males que nos dejó la enfermedad hay que sumar los que causó el confinamiento. Al frenar de manera brutal la economía, tenemos la peor recesión de nuestra historia. El Gobierno calcula la caída del PIB en -7,7 %. La peor desde que tenemos estadística.
La tragedia que esconde se ve mejor en el desempleo y en la pobreza que, en nuestro país, van de la mano. Algo más de un millón de nuevos desempleados. Y seis millones más de pobres. Una barbaridad. Terminaremos el año con cerca de la mitad de los colombianos pobres.
Y ese tiene que ser nuestro objetivo prioritario por encima de cualquier otro, en este año que empieza: generar tanto empleo como sea factible y de la manera más rápida que sea posible. Es la forma, la única forma, para reducir la pobreza. Aunque la red de asistencia social cumple un papel muy importante al impedir que millones se descuelguen a la miseria, siempre será insuficiente. No hay manera de que esa red reemplace los ingresos que significa tener empleo.
Hay que recordar que el Estado solo genera el 4% de todos los empleos del país. Y no hay que olvidar que somos los ciudadanos quienes, con nuestros impuestos, pagamos la nómina del Estado. Los demás empleos se crean en el sector privado.
En nuestro país el sector privado, las empresas, desde las grandes hasta las micro, han hecho un esfuerzo enorme por mantener a sus empleados en medio la crisis. El subsidio a la nómina en algo ha ayudado. Pero el Gobierno puede y debe hacer más: austeridad en el gasto y aumento sustantivo de la inversión a través de proyectos ejecutables por los privados.
Es verdad que el Gobierno está en una situación fiscal muy delicada. Pero tiene más de 20 billones de pesos disponibles en el FOME y en regalías sin utilizar. Puede inyectarlos a la economía a través de programas de vivienda, infraestructura de mediano impacto (como vías terciarias, acueductos y alcantarillados, distritos de riego) y proyectos productivos en el campo que tienen varias virtudes. Por un lado, generan mucho empleo al requerir mano de obra intensiva y no calificada y satisfacen necesidades básicas insatisfechas de sectores muy vulnerables; por el otro, pueden ser planeados y ejecutados de manera rápida y por empresas medianas y pequeñas en las regiones y en los municipios; y, finalmente, pueden ejecutarse a través de pliegos y contratos tipos, disminuyendo de manera radical los riesgos de corrupción.
Muchas gracias a todos mis lectores por su paciencia conmigo este año que termina. Y que el 21 traiga salud y trabajo para todos. Son las bendiciones que más necesitamos.
Un año rarísimo, incomparable, este 2020 que por fin se acaba. La pandemia lo trastornó todo. A los males que nos dejó la enfermedad hay que sumar los que causó el confinamiento. Al frenar de manera brutal la economía, tenemos la peor recesión de nuestra historia. El Gobierno calcula la caída del PIB en -7,7 […]
Un año rarísimo, incomparable, este 2020 que por fin se acaba. La pandemia lo trastornó todo. A los males que nos dejó la enfermedad hay que sumar los que causó el confinamiento. Al frenar de manera brutal la economía, tenemos la peor recesión de nuestra historia. El Gobierno calcula la caída del PIB en -7,7 %. La peor desde que tenemos estadística.
La tragedia que esconde se ve mejor en el desempleo y en la pobreza que, en nuestro país, van de la mano. Algo más de un millón de nuevos desempleados. Y seis millones más de pobres. Una barbaridad. Terminaremos el año con cerca de la mitad de los colombianos pobres.
Y ese tiene que ser nuestro objetivo prioritario por encima de cualquier otro, en este año que empieza: generar tanto empleo como sea factible y de la manera más rápida que sea posible. Es la forma, la única forma, para reducir la pobreza. Aunque la red de asistencia social cumple un papel muy importante al impedir que millones se descuelguen a la miseria, siempre será insuficiente. No hay manera de que esa red reemplace los ingresos que significa tener empleo.
Hay que recordar que el Estado solo genera el 4% de todos los empleos del país. Y no hay que olvidar que somos los ciudadanos quienes, con nuestros impuestos, pagamos la nómina del Estado. Los demás empleos se crean en el sector privado.
En nuestro país el sector privado, las empresas, desde las grandes hasta las micro, han hecho un esfuerzo enorme por mantener a sus empleados en medio la crisis. El subsidio a la nómina en algo ha ayudado. Pero el Gobierno puede y debe hacer más: austeridad en el gasto y aumento sustantivo de la inversión a través de proyectos ejecutables por los privados.
Es verdad que el Gobierno está en una situación fiscal muy delicada. Pero tiene más de 20 billones de pesos disponibles en el FOME y en regalías sin utilizar. Puede inyectarlos a la economía a través de programas de vivienda, infraestructura de mediano impacto (como vías terciarias, acueductos y alcantarillados, distritos de riego) y proyectos productivos en el campo que tienen varias virtudes. Por un lado, generan mucho empleo al requerir mano de obra intensiva y no calificada y satisfacen necesidades básicas insatisfechas de sectores muy vulnerables; por el otro, pueden ser planeados y ejecutados de manera rápida y por empresas medianas y pequeñas en las regiones y en los municipios; y, finalmente, pueden ejecutarse a través de pliegos y contratos tipos, disminuyendo de manera radical los riesgos de corrupción.
Muchas gracias a todos mis lectores por su paciencia conmigo este año que termina. Y que el 21 traiga salud y trabajo para todos. Son las bendiciones que más necesitamos.