El primero ha sido recientemente designado como ministro del Interior. El segundo viene desempeñándose como director de la Unidad Nacional de Protección. Ambos orgullosamente representan perceptibles renuevos en el departamento del Cesar. Tienen claro sus objetivos. El ministro Palacios Martínez, por sus propios méritos se autoproyectó para ser ciudadano ejemplar y enhiesto politólogo. Con los […]
El primero ha sido recientemente designado como ministro del Interior. El segundo viene desempeñándose como director de la Unidad Nacional de Protección. Ambos orgullosamente representan perceptibles renuevos en el departamento del Cesar. Tienen claro sus objetivos.
El ministro Palacios Martínez, por sus propios méritos se autoproyectó para ser ciudadano ejemplar y enhiesto politólogo. Con los pies en la tierra ha sido raudo su ascenso en altos designios del Estado. En elección popular se estrenó como concejal de Bogotá y en su primera llegada fungió como presidente de la corporación. ¡Meritorio!
El director Campo Martínez ya tiene bastante recorrido en la administración pública. Es un hombre fogueado para direccionar y regir entidades con desafíos; ponderado pero decidido y amable con carácter.
Colombia, en general, y el Cesar en particular, conocen que aquellos dos son hombres relevos con todas las expectativas de que puedan ser objeto. Avanzan con pasos agigantados y seguros. Obviamente nada les ha sido ni será fácil. Por el contrario, sus visibilidades los exponen al escrutinio (permanente) de todos y por todos. Buenos y malos.
Palacios Martínez no es un hombre improvisado. Viene irrumpiendo con sólida formación académica y con experiencia que acumula cada que ocupa cargos que le imponen liderazgo, disciplina y cautela. Hijo de Daniel y Piedad, portaestandartes de un hombre que merece soporte en inteligentes y expertas audiencias familiares para orientar y ejemplarmente aconsejar a quien se ha erigido en descendiente paradigmático. ¡Felicidades, hermanos!
Por su parte, el padre de Campo Martínez, Alfonso, no solo es copartidario de todos los tiempos, sino un hombre del Cesar a quien le cabía Colombia en la cabeza. Su hijo no será inferior a lo que le tiene deparado el destino porque siempre se esfuerza para cumplir integral y cabalmente sus roles.
Se abre la escena del Ministerio del Interior a quien -los designios de Dios y de los hombres- le tienen señalado un camino para tener el valor necesario de tomar decisiones claves en momentos difíciles, porque bien sabes que vas a ser contrastado para el porvenir. ¡Lograrás, Daniel, superar las subidas arriesgadas!
Mientras tanto, a toda prueba, la dirección de un alto organismo de seguridad del orden nacional que tiene al acecho toda suerte de situaciones -siempre- riesgosas, aun originado en amigos -que a veces no lo son- y él con mesura lo sabe. Sin embargo, la ecuanimidad, la observación y la experiencia de Campo Martínez le han de permitir sortear todos los embates posibles. Esa prueba de fuego para un hombre sereno e imperturbable y de desafíos públicos, logrará éxitos por su innata condición de correcto servidor público, con un coherente diseño de objetivos estratégicos.
El Cesar tiene una pléyade de hombres para lo que con suficiente razón se reclama relevos generacionales, sin soberbias, pero decididos a darle mejores alientos y bienestar a una región que lo requiere.
Los bienintencionados cesarenses, ministro del Interior y el director de la UNP tienen buen olfato para rodearse de gente estupenda que no los lisonjeen, sino que han de ser proactivos equipos de trabajo, asumiendo autónomamente los riesgos de apoyo, porque los éxitos y errores humanos han de ser responsablemente compartidos. Ustedes sí que serán hombres útiles para Colombia y el Cesar. ¡Parabienes!
A nuestros queridísimos lectores, gracias por leernos en este difícil año de angustias. ¡Feliz y próspero 2021!
El primero ha sido recientemente designado como ministro del Interior. El segundo viene desempeñándose como director de la Unidad Nacional de Protección. Ambos orgullosamente representan perceptibles renuevos en el departamento del Cesar. Tienen claro sus objetivos. El ministro Palacios Martínez, por sus propios méritos se autoproyectó para ser ciudadano ejemplar y enhiesto politólogo. Con los […]
El primero ha sido recientemente designado como ministro del Interior. El segundo viene desempeñándose como director de la Unidad Nacional de Protección. Ambos orgullosamente representan perceptibles renuevos en el departamento del Cesar. Tienen claro sus objetivos.
El ministro Palacios Martínez, por sus propios méritos se autoproyectó para ser ciudadano ejemplar y enhiesto politólogo. Con los pies en la tierra ha sido raudo su ascenso en altos designios del Estado. En elección popular se estrenó como concejal de Bogotá y en su primera llegada fungió como presidente de la corporación. ¡Meritorio!
El director Campo Martínez ya tiene bastante recorrido en la administración pública. Es un hombre fogueado para direccionar y regir entidades con desafíos; ponderado pero decidido y amable con carácter.
Colombia, en general, y el Cesar en particular, conocen que aquellos dos son hombres relevos con todas las expectativas de que puedan ser objeto. Avanzan con pasos agigantados y seguros. Obviamente nada les ha sido ni será fácil. Por el contrario, sus visibilidades los exponen al escrutinio (permanente) de todos y por todos. Buenos y malos.
Palacios Martínez no es un hombre improvisado. Viene irrumpiendo con sólida formación académica y con experiencia que acumula cada que ocupa cargos que le imponen liderazgo, disciplina y cautela. Hijo de Daniel y Piedad, portaestandartes de un hombre que merece soporte en inteligentes y expertas audiencias familiares para orientar y ejemplarmente aconsejar a quien se ha erigido en descendiente paradigmático. ¡Felicidades, hermanos!
Por su parte, el padre de Campo Martínez, Alfonso, no solo es copartidario de todos los tiempos, sino un hombre del Cesar a quien le cabía Colombia en la cabeza. Su hijo no será inferior a lo que le tiene deparado el destino porque siempre se esfuerza para cumplir integral y cabalmente sus roles.
Se abre la escena del Ministerio del Interior a quien -los designios de Dios y de los hombres- le tienen señalado un camino para tener el valor necesario de tomar decisiones claves en momentos difíciles, porque bien sabes que vas a ser contrastado para el porvenir. ¡Lograrás, Daniel, superar las subidas arriesgadas!
Mientras tanto, a toda prueba, la dirección de un alto organismo de seguridad del orden nacional que tiene al acecho toda suerte de situaciones -siempre- riesgosas, aun originado en amigos -que a veces no lo son- y él con mesura lo sabe. Sin embargo, la ecuanimidad, la observación y la experiencia de Campo Martínez le han de permitir sortear todos los embates posibles. Esa prueba de fuego para un hombre sereno e imperturbable y de desafíos públicos, logrará éxitos por su innata condición de correcto servidor público, con un coherente diseño de objetivos estratégicos.
El Cesar tiene una pléyade de hombres para lo que con suficiente razón se reclama relevos generacionales, sin soberbias, pero decididos a darle mejores alientos y bienestar a una región que lo requiere.
Los bienintencionados cesarenses, ministro del Interior y el director de la UNP tienen buen olfato para rodearse de gente estupenda que no los lisonjeen, sino que han de ser proactivos equipos de trabajo, asumiendo autónomamente los riesgos de apoyo, porque los éxitos y errores humanos han de ser responsablemente compartidos. Ustedes sí que serán hombres útiles para Colombia y el Cesar. ¡Parabienes!
A nuestros queridísimos lectores, gracias por leernos en este difícil año de angustias. ¡Feliz y próspero 2021!