En la campaña presidencial que arranca el año entrante se van a equivocar los que repitan la agenda que propusieron en el 2018. La razón es que el mundo cambió. Y si se repiten pierden, Trump lo hizo y perdió. Y las razones son varias. Una de ellas es que el covid-19 modificó la agenda […]
En la campaña presidencial que arranca el año entrante se van a equivocar los que repitan la agenda que propusieron en el 2018. La razón es que el mundo cambió. Y si se repiten pierden, Trump lo hizo y perdió.
Y las razones son varias. Una de ellas es que el covid-19 modificó la agenda pública, social y personal e introdujo al mundo en un período de transición de un pasado conocido a un futuro complejo, veloz, impredecible y falto de certezas. Además, las prioridades, preocupaciones y miedos cambiaron y la ilusión de futuro ya no es la misma. Los discursos del 2018 se agotaron, la gente se cansó de lo de siempre y el péndulo se mueve; los electores también.
Hoy no hay votos anclados. Los ocho millones de Petro ya no lo son. Habrá que barajar de nuevo, las cartas se reparten otra vez y el juego apenas comienza. Los votos no son estáticos, se mudan. Están buscando agenda pero de seguro no será la del pasado, la del 2018 sino la de los nuevos retos que trajo el covid-19.
El covid, metió al rompe y sin pedir permiso la política en las casas de la gente. Vulneró el bolsillo de las familias, también la salud; produjo miedo, aislamiento y a modo de respuesta, el elector está respondiendo volcándose en masa a las urnas. La votación de 80 millones a Biden y de 73.8 a Trump rompió récords de participación aún en pleno pico de la pandemia. Con Biden llegará un nuevo tono lo mismo que nuevas ideas y agenda. Ya tuiteó: “Comencemos el trabajo para sanar y unir a USA y al mundo”.
Lo social y político será convulso. Sólo falta mirar y ver a Chile, Bolivia, Perú, Guatemala y Colombia para constatarlo o a USA, España, Italia, Francia para percatarse que el termómetro social está caliente. El mundo está agitado y el covid desnudó las diferencias y la inequidad.
En la campaña soltarán demonios y odios, fake news e insultos porque se trata de cautivar desde lo emocional el voto popular y el plato del malestar social está servido y ello puede amenazar la estabilidad política y aupar el populismo que con soluciones fáciles pretenda resolver problemas complejos. El descontento se ha venido contagiando y ganando espacio.
La chispa de los disturbios está al alcance de cualquier cerilla. Un fósforo puede dar luz en la oscuridad o puede incendiar toda una pradera. La primera es la esperanza, lo segundo es la amenaza.
Contra la amenaza el antídoto es el centro y una nueva agenda política. El centro es lo que no está en los extremos y la nueva agenda incluye temas como empleo, ingresos, pobreza e indignación por la corrupción e incorpora asuntos del futuro como medio ambiente, transición energética, mundo digital, cadenas globales de valor, equidad, capitalismo ético e inclusión. El país no necesita una agenda del pasado sino una de futuro que marque el nuevo camino.
En la campaña presidencial que arranca el año entrante se van a equivocar los que repitan la agenda que propusieron en el 2018. La razón es que el mundo cambió. Y si se repiten pierden, Trump lo hizo y perdió. Y las razones son varias. Una de ellas es que el covid-19 modificó la agenda […]
En la campaña presidencial que arranca el año entrante se van a equivocar los que repitan la agenda que propusieron en el 2018. La razón es que el mundo cambió. Y si se repiten pierden, Trump lo hizo y perdió.
Y las razones son varias. Una de ellas es que el covid-19 modificó la agenda pública, social y personal e introdujo al mundo en un período de transición de un pasado conocido a un futuro complejo, veloz, impredecible y falto de certezas. Además, las prioridades, preocupaciones y miedos cambiaron y la ilusión de futuro ya no es la misma. Los discursos del 2018 se agotaron, la gente se cansó de lo de siempre y el péndulo se mueve; los electores también.
Hoy no hay votos anclados. Los ocho millones de Petro ya no lo son. Habrá que barajar de nuevo, las cartas se reparten otra vez y el juego apenas comienza. Los votos no son estáticos, se mudan. Están buscando agenda pero de seguro no será la del pasado, la del 2018 sino la de los nuevos retos que trajo el covid-19.
El covid, metió al rompe y sin pedir permiso la política en las casas de la gente. Vulneró el bolsillo de las familias, también la salud; produjo miedo, aislamiento y a modo de respuesta, el elector está respondiendo volcándose en masa a las urnas. La votación de 80 millones a Biden y de 73.8 a Trump rompió récords de participación aún en pleno pico de la pandemia. Con Biden llegará un nuevo tono lo mismo que nuevas ideas y agenda. Ya tuiteó: “Comencemos el trabajo para sanar y unir a USA y al mundo”.
Lo social y político será convulso. Sólo falta mirar y ver a Chile, Bolivia, Perú, Guatemala y Colombia para constatarlo o a USA, España, Italia, Francia para percatarse que el termómetro social está caliente. El mundo está agitado y el covid desnudó las diferencias y la inequidad.
En la campaña soltarán demonios y odios, fake news e insultos porque se trata de cautivar desde lo emocional el voto popular y el plato del malestar social está servido y ello puede amenazar la estabilidad política y aupar el populismo que con soluciones fáciles pretenda resolver problemas complejos. El descontento se ha venido contagiando y ganando espacio.
La chispa de los disturbios está al alcance de cualquier cerilla. Un fósforo puede dar luz en la oscuridad o puede incendiar toda una pradera. La primera es la esperanza, lo segundo es la amenaza.
Contra la amenaza el antídoto es el centro y una nueva agenda política. El centro es lo que no está en los extremos y la nueva agenda incluye temas como empleo, ingresos, pobreza e indignación por la corrupción e incorpora asuntos del futuro como medio ambiente, transición energética, mundo digital, cadenas globales de valor, equidad, capitalismo ético e inclusión. El país no necesita una agenda del pasado sino una de futuro que marque el nuevo camino.