Entre los dirigentes de todos los países muy a menudo surgen disputas por diversos motivos, lo cierto es que la mayoría de tales querellas conllevan la intención de defender intereses específicos, más que todo de índoles económicos por encima de lo ideológico y del bienestar colectivo. Lo deplorable y censurable es el logro de objetivos […]
Entre los dirigentes de todos los países muy a menudo surgen disputas por diversos motivos, lo cierto es que la mayoría de tales querellas conllevan la intención de defender intereses específicos, más que todo de índoles económicos por encima de lo ideológico y del bienestar colectivo.
Lo deplorable y censurable es el logro de objetivos particulares con estrategias non sanctas, táctica que en nuestro país ya es tradicional, con el agravante de que las utilizan para obtener y conservar el poder político y el económico. La pregunta de los ajenos a estas prácticas inmorales es, ¿cuál de estos dos poderes detenta mayor hegemonía? Pareciera, que el poder político, pero no es así, lo que acontece es que los integrantes de estos dos poderes habitualmente andan y actúan mancomunados; no obstante, el poder económico es el que maneja los hilos; es decir, pone a los políticos como administradores de los gobiernos para que protejan los intereses comunes.
Sin duda alguna, la promiscuidad entre estos dos poderes ha sido altamente perjudicial, lamentablemente Colombia es un ejemplo típico del tan nocivo amasijo, porque en nuestro país pulula el arribismo, por lo cual, los ricos multiplican sus fortunas y los políticos también se enriquecen usurpando los erarios, desfalcos que siempre reponen con los impuestos recaudados, siendo mayor el aporte de la gente de la clase media que es la más trabajadora. Los pobres tampoco escapan a la tributación cuando consumen productos cuyos precios incluyen IVA.
En Colombia, la polarización es más por inconformismo e indignación que por ideología. La tal polarización es más mediática que real. Lo que prevalece en el vulgo -que es la gente común y corriente- es la indiferencia, además la desconfianza es hacia todos los dirigentes (políticos, empresarios, sindicalistas, militares etc., etc., se generalizado tanto la suspicacia que ya nadie cree nada, esta terrible situación es comparable con aquello de que todo se hace con segundos propósitos ocultos que, aparentemente son benéficos, pero que en realidad es una estrategia previamente concebida para sacar beneficio personal.
Sobre la aplicación de justicia, la creencia popular es que es una subasta pública, en la que quien más dinero ofrezca sale absuelto de cualquier delito; salvo casos muy excepcionales, como el abuso sexual y brutal asesinato de la humilde niña indígena, Yuliana Samboní. Las autoridades no capturan ni castigan a los delincuentes, porque seguramente hacen parte de temibles organizaciones. Como testimonio de esta absurda situación traigo a colación, la recuperación del Toyota verde que tuve durante muchos años. Cuando me iba a cambiar de ropa para entrar al quirófano de la clínica Valledupar, me avisaron el robo; rápidamente me trasladé a la comandancia central de la Policía, puse la denuncia, el oficial inmediatamente por radioteléfono ordenó que detuvieran el vehículo y me dijo, “váyase tranquilo que apenas me informen la retención del vehículo le aviso”.
No alcancé a regresar a la Clínica cuando me informaron la retención del carro y el ladrón en Villanueva, La Guajira. El mismo oficial me dijo: “vaya a la estación de policía de Villanueva, no ponga denuncia del robo y reclame la entrega del carro mediante acta, así dejarán libre al ladrón y usted se evitará muchos problemas. Inquieto le pregunté al oficial ¿por qué no debía denunciar el robo? Me respondió: “si usted pone la denuncia, el carro lo trasladan a la fiscalía de Riohacha y la banda del ladrón lo amenazará de muerte para que usted retire la denuncia”.
Entre los dirigentes de todos los países muy a menudo surgen disputas por diversos motivos, lo cierto es que la mayoría de tales querellas conllevan la intención de defender intereses específicos, más que todo de índoles económicos por encima de lo ideológico y del bienestar colectivo. Lo deplorable y censurable es el logro de objetivos […]
Entre los dirigentes de todos los países muy a menudo surgen disputas por diversos motivos, lo cierto es que la mayoría de tales querellas conllevan la intención de defender intereses específicos, más que todo de índoles económicos por encima de lo ideológico y del bienestar colectivo.
Lo deplorable y censurable es el logro de objetivos particulares con estrategias non sanctas, táctica que en nuestro país ya es tradicional, con el agravante de que las utilizan para obtener y conservar el poder político y el económico. La pregunta de los ajenos a estas prácticas inmorales es, ¿cuál de estos dos poderes detenta mayor hegemonía? Pareciera, que el poder político, pero no es así, lo que acontece es que los integrantes de estos dos poderes habitualmente andan y actúan mancomunados; no obstante, el poder económico es el que maneja los hilos; es decir, pone a los políticos como administradores de los gobiernos para que protejan los intereses comunes.
Sin duda alguna, la promiscuidad entre estos dos poderes ha sido altamente perjudicial, lamentablemente Colombia es un ejemplo típico del tan nocivo amasijo, porque en nuestro país pulula el arribismo, por lo cual, los ricos multiplican sus fortunas y los políticos también se enriquecen usurpando los erarios, desfalcos que siempre reponen con los impuestos recaudados, siendo mayor el aporte de la gente de la clase media que es la más trabajadora. Los pobres tampoco escapan a la tributación cuando consumen productos cuyos precios incluyen IVA.
En Colombia, la polarización es más por inconformismo e indignación que por ideología. La tal polarización es más mediática que real. Lo que prevalece en el vulgo -que es la gente común y corriente- es la indiferencia, además la desconfianza es hacia todos los dirigentes (políticos, empresarios, sindicalistas, militares etc., etc., se generalizado tanto la suspicacia que ya nadie cree nada, esta terrible situación es comparable con aquello de que todo se hace con segundos propósitos ocultos que, aparentemente son benéficos, pero que en realidad es una estrategia previamente concebida para sacar beneficio personal.
Sobre la aplicación de justicia, la creencia popular es que es una subasta pública, en la que quien más dinero ofrezca sale absuelto de cualquier delito; salvo casos muy excepcionales, como el abuso sexual y brutal asesinato de la humilde niña indígena, Yuliana Samboní. Las autoridades no capturan ni castigan a los delincuentes, porque seguramente hacen parte de temibles organizaciones. Como testimonio de esta absurda situación traigo a colación, la recuperación del Toyota verde que tuve durante muchos años. Cuando me iba a cambiar de ropa para entrar al quirófano de la clínica Valledupar, me avisaron el robo; rápidamente me trasladé a la comandancia central de la Policía, puse la denuncia, el oficial inmediatamente por radioteléfono ordenó que detuvieran el vehículo y me dijo, “váyase tranquilo que apenas me informen la retención del vehículo le aviso”.
No alcancé a regresar a la Clínica cuando me informaron la retención del carro y el ladrón en Villanueva, La Guajira. El mismo oficial me dijo: “vaya a la estación de policía de Villanueva, no ponga denuncia del robo y reclame la entrega del carro mediante acta, así dejarán libre al ladrón y usted se evitará muchos problemas. Inquieto le pregunté al oficial ¿por qué no debía denunciar el robo? Me respondió: “si usted pone la denuncia, el carro lo trasladan a la fiscalía de Riohacha y la banda del ladrón lo amenazará de muerte para que usted retire la denuncia”.