En estas tragedias nacionales, como repetidas como oleadas de modas de morbo y atención de los medios, no podíamos quedarnos por fuera. Tres venezolanos muertos en Aguachica, un hecho que entra en la denominación de masacre, o en el eufemismo oficial “homicidios colectivos”.
En estas tragedias nacionales, como repetidas como oleadas de modas de morbo y atención de los medios, no podíamos quedarnos por fuera. Tres venezolanos muertos en Aguachica, un hecho que entra en la denominación de masacre, o en el eufemismo oficial “homicidios colectivos”.
Los grupos armados llamados residuales, GAOS, clanes y esos motes se quieren y se hacen notar. Y eso evidencia un deterioro social, aupado por el narcotráfico, la minería ilegal y cualquier negocio irregular frecuente en el territorio nacional.
La seguridad democrática parece ha quedado en el pasado. Y las posibilidades del sometimiento a esos grupos también.
Son frecuentes los atentados a la vida de los líderes sociales, especialmente si corresponden a aquellos que promueven la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, promotores de derechos sociales de diverso tipo o ex-guerrilleros de las Farc.
En el Cesar también se han realizado 3 secuestros este año en el sur, atribuidos al ELN, y se presentó la lamentable muerte de uno de ellos. La zona nortesantandereana de El Catatumbo es la única que en los registros oficiales aumentó la superficie de cultivos de coca, y que es objeto de cuatro o cinco grupos armados. Esos grupos pretenden prevalecer en la región y proteger el corredor que atraviesa como una lanza la delgada geografía del departamento del Cesar.
Hasta el presente la estamos pasando “relativamente bien”, – no estamos en los niveles de Cauca o Nariño, o Antioquia donde hay zonas tradicionalmente cocaleras y de minería ilegal- pero surge siempre la tremenda encrucijada de que, de prosperar la intención de esos grupos de involucrar en su violencia a sectores de la sociedad nos volvamos a ver envueltos en otra espiral diabólica de odio, sangre y dolor.
Por esto saludamos el ejemplo de jóvenes de nuestra ruralidad de La Guajira y El Cesar que con el objetivo de implementar ‘Acciones Directas No Violentas’ en alianza (son la Plataforma Juvenil de Manaure, la Red de Jóvenes Rurales de Astrea y la Red de Liderazgo Juvenil de Riohacha) acompañados por el Programa de Desarrollo y Paz del Cesar, PDP, invitan con gestos y símbolos a la semana por la PAZ 2020, con el fin de generar un espacio de reflexión por la protección y reivindicación de la vida de los y las jóvenes de Colombia.
El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) cifra que son más de 50 el número de masacres ocurridas en Colombia en lo corrido del año 2020, en las que han sido asesinadas cerca de 200 personas. Esta vez la característica es que, precisamente han sido los jóvenes el objetivo de esos crímenes.
Pensamos que la polarización de la política nacional, muy mediatizada por la irrupción de las redes sociales, en las que toda persona es un multiplicador, no ha contribuido a crear escenarios de respeto por la libre y tranquila exposición de ideas contrarias. No los ha creado el presidente Duque por la cortapisa del sector más radical de su partido. Hace un esfuerzo encomiable su consejero de estabilización y consolidación Emilio Archila pero no le alcanza.
En estas tragedias nacionales, como repetidas como oleadas de modas de morbo y atención de los medios, no podíamos quedarnos por fuera. Tres venezolanos muertos en Aguachica, un hecho que entra en la denominación de masacre, o en el eufemismo oficial “homicidios colectivos”.
En estas tragedias nacionales, como repetidas como oleadas de modas de morbo y atención de los medios, no podíamos quedarnos por fuera. Tres venezolanos muertos en Aguachica, un hecho que entra en la denominación de masacre, o en el eufemismo oficial “homicidios colectivos”.
Los grupos armados llamados residuales, GAOS, clanes y esos motes se quieren y se hacen notar. Y eso evidencia un deterioro social, aupado por el narcotráfico, la minería ilegal y cualquier negocio irregular frecuente en el territorio nacional.
La seguridad democrática parece ha quedado en el pasado. Y las posibilidades del sometimiento a esos grupos también.
Son frecuentes los atentados a la vida de los líderes sociales, especialmente si corresponden a aquellos que promueven la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, promotores de derechos sociales de diverso tipo o ex-guerrilleros de las Farc.
En el Cesar también se han realizado 3 secuestros este año en el sur, atribuidos al ELN, y se presentó la lamentable muerte de uno de ellos. La zona nortesantandereana de El Catatumbo es la única que en los registros oficiales aumentó la superficie de cultivos de coca, y que es objeto de cuatro o cinco grupos armados. Esos grupos pretenden prevalecer en la región y proteger el corredor que atraviesa como una lanza la delgada geografía del departamento del Cesar.
Hasta el presente la estamos pasando “relativamente bien”, – no estamos en los niveles de Cauca o Nariño, o Antioquia donde hay zonas tradicionalmente cocaleras y de minería ilegal- pero surge siempre la tremenda encrucijada de que, de prosperar la intención de esos grupos de involucrar en su violencia a sectores de la sociedad nos volvamos a ver envueltos en otra espiral diabólica de odio, sangre y dolor.
Por esto saludamos el ejemplo de jóvenes de nuestra ruralidad de La Guajira y El Cesar que con el objetivo de implementar ‘Acciones Directas No Violentas’ en alianza (son la Plataforma Juvenil de Manaure, la Red de Jóvenes Rurales de Astrea y la Red de Liderazgo Juvenil de Riohacha) acompañados por el Programa de Desarrollo y Paz del Cesar, PDP, invitan con gestos y símbolos a la semana por la PAZ 2020, con el fin de generar un espacio de reflexión por la protección y reivindicación de la vida de los y las jóvenes de Colombia.
El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) cifra que son más de 50 el número de masacres ocurridas en Colombia en lo corrido del año 2020, en las que han sido asesinadas cerca de 200 personas. Esta vez la característica es que, precisamente han sido los jóvenes el objetivo de esos crímenes.
Pensamos que la polarización de la política nacional, muy mediatizada por la irrupción de las redes sociales, en las que toda persona es un multiplicador, no ha contribuido a crear escenarios de respeto por la libre y tranquila exposición de ideas contrarias. No los ha creado el presidente Duque por la cortapisa del sector más radical de su partido. Hace un esfuerzo encomiable su consejero de estabilización y consolidación Emilio Archila pero no le alcanza.