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Columnista - 25 agosto, 2020

No más homicidios colectivos

Nuevamente el país vivió espantosas escenas de pánico por el asesinato de treinta personas en solo once días, producto de cinco masacres u homicidios colectivos como ahora los llaman eufemísticamente desde el Gobierno nacional, en claro intento de disfrazar semánticamente su obligatoria responsabilidad de preservar la vida, igualmente apoyándose en datos históricos a manera de […]

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Nuevamente el país vivió espantosas escenas de pánico por el asesinato de treinta personas en solo once días, producto de cinco masacres u homicidios colectivos como ahora los llaman eufemísticamente desde el Gobierno nacional, en claro intento de disfrazar semánticamente su obligatoria responsabilidad de preservar la vida, igualmente apoyándose en datos históricos a manera de defensa, los cuales dan cuenta de 189 masacres ocurridas durante el anterior período de gobierno, frente a las 34 matanzas contabilizadas entre principios del año 2019 y lo que va corrido del 2020.

Sin nombrar, claro está, los asesinatos selectivos a líderes sociales y defensores de derechos humanos, que a 9 de julio del 2020 iba en 37 víctimas y 49 pendientes de verificación, según cifras de la Oficina para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas-ONU.

En un informe del periódico El Tiempo, califican como masacre al asesinato en la misma escena de mínimo cuatro personas, perpetrado por grupos al margen de la ley para infundir terror y dejar un claro mensaje de control territorial. Afirma el diario capitalino que, según múltiples informes del Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1985 y 2012, los paramilitares cometieron 1.166 masacres y las guerrillas 343. Entonces si hoy no están los actores ilegales más poderosos de la guerra, la pregunta del momento es, ¿quién está detrás de las nuevas masacres?

Un buen punto para intentar responder. Dice el presidente que la ola de violencia es producto del narcotráfico y el terrorismo, así sin más datos. Los que quieren utilizar las víctimas para fines políticos, le endilgan a la orilla ideológica contraria su ocurrencia. Los más obtusos califican en su radicalismo al narcotráfico, como exclusivo factor generador de dolor y llanto. Mientras otros analistas le dan a cada situación una causa individual, como la Human Rights Watch, quien afirma que las víctimas del 21 de agosto en Arauca serían venezolanos acusados de hurto de ganado. Y así cada quien va sacando conclusiones de acuerdo a sus posturas políticas, a sus intereses o a la manipulación mediática, mientras se desangra el indefenso pueblo que muere sin entender su conflicto.

Me parece raro que el gobierno se obstine en darle más importancia a la forma que al fondo de un longevo conflicto armado, cuya solución no tiene color político, pero sí bienestar general producto de sus acuerdos. Por ejemplo, así como las masacres ahora son homicidios colectivos, las Bandas Criminales-BACRIM se rebautizan como Grupos Armados Organizados-GAO y súmele más letras de acuerdo al auditorio que se aspire cautivar, para clasificar a los mismos delincuentes. El eufemístico abordaje de la paz y la convivencia ciudadana, más parece el show callejero de un culebrero de esquina, que la estatura pragmática de un estadista comprometido con los derechos fundamentales de su pueblo. Se siente el repugnante tufillo de una estrategia dilatoria, la cual arrodilla el compromiso misional del Estado frente a la mezquindad politiquera.

Quisiera equivocarme sintiendo un gobierno sensible a las soluciones de fondo. Por solo ocuparme de lo actual, ojalá los cultivos ilícitos dejaran de mirarse como un factor aislado y promotor de nuestras desgracias, cuando realmente son una consecuencia de la inequidad social que siembran los gobiernos ajenos a la suerte de sus campesinos. Y así tantos temas, los cuales mediáticamente se presentan como principio, cuando realmente son angustiosas manifestaciones de la perversión del Estado. Sobre esto se puede escribir interminablemente, pero por lo pronto, ojalá se escuche la voz de quienes independiente al nombre que le quieran poner, luchamos para que en nuestro país no haya más homicidios y, menos colectivos. Un abrazo. –

Columnista
25 agosto, 2020

No más homicidios colectivos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Nuevamente el país vivió espantosas escenas de pánico por el asesinato de treinta personas en solo once días, producto de cinco masacres u homicidios colectivos como ahora los llaman eufemísticamente desde el Gobierno nacional, en claro intento de disfrazar semánticamente su obligatoria responsabilidad de preservar la vida, igualmente apoyándose en datos históricos a manera de […]


Nuevamente el país vivió espantosas escenas de pánico por el asesinato de treinta personas en solo once días, producto de cinco masacres u homicidios colectivos como ahora los llaman eufemísticamente desde el Gobierno nacional, en claro intento de disfrazar semánticamente su obligatoria responsabilidad de preservar la vida, igualmente apoyándose en datos históricos a manera de defensa, los cuales dan cuenta de 189 masacres ocurridas durante el anterior período de gobierno, frente a las 34 matanzas contabilizadas entre principios del año 2019 y lo que va corrido del 2020.

Sin nombrar, claro está, los asesinatos selectivos a líderes sociales y defensores de derechos humanos, que a 9 de julio del 2020 iba en 37 víctimas y 49 pendientes de verificación, según cifras de la Oficina para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas-ONU.

En un informe del periódico El Tiempo, califican como masacre al asesinato en la misma escena de mínimo cuatro personas, perpetrado por grupos al margen de la ley para infundir terror y dejar un claro mensaje de control territorial. Afirma el diario capitalino que, según múltiples informes del Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1985 y 2012, los paramilitares cometieron 1.166 masacres y las guerrillas 343. Entonces si hoy no están los actores ilegales más poderosos de la guerra, la pregunta del momento es, ¿quién está detrás de las nuevas masacres?

Un buen punto para intentar responder. Dice el presidente que la ola de violencia es producto del narcotráfico y el terrorismo, así sin más datos. Los que quieren utilizar las víctimas para fines políticos, le endilgan a la orilla ideológica contraria su ocurrencia. Los más obtusos califican en su radicalismo al narcotráfico, como exclusivo factor generador de dolor y llanto. Mientras otros analistas le dan a cada situación una causa individual, como la Human Rights Watch, quien afirma que las víctimas del 21 de agosto en Arauca serían venezolanos acusados de hurto de ganado. Y así cada quien va sacando conclusiones de acuerdo a sus posturas políticas, a sus intereses o a la manipulación mediática, mientras se desangra el indefenso pueblo que muere sin entender su conflicto.

Me parece raro que el gobierno se obstine en darle más importancia a la forma que al fondo de un longevo conflicto armado, cuya solución no tiene color político, pero sí bienestar general producto de sus acuerdos. Por ejemplo, así como las masacres ahora son homicidios colectivos, las Bandas Criminales-BACRIM se rebautizan como Grupos Armados Organizados-GAO y súmele más letras de acuerdo al auditorio que se aspire cautivar, para clasificar a los mismos delincuentes. El eufemístico abordaje de la paz y la convivencia ciudadana, más parece el show callejero de un culebrero de esquina, que la estatura pragmática de un estadista comprometido con los derechos fundamentales de su pueblo. Se siente el repugnante tufillo de una estrategia dilatoria, la cual arrodilla el compromiso misional del Estado frente a la mezquindad politiquera.

Quisiera equivocarme sintiendo un gobierno sensible a las soluciones de fondo. Por solo ocuparme de lo actual, ojalá los cultivos ilícitos dejaran de mirarse como un factor aislado y promotor de nuestras desgracias, cuando realmente son una consecuencia de la inequidad social que siembran los gobiernos ajenos a la suerte de sus campesinos. Y así tantos temas, los cuales mediáticamente se presentan como principio, cuando realmente son angustiosas manifestaciones de la perversión del Estado. Sobre esto se puede escribir interminablemente, pero por lo pronto, ojalá se escuche la voz de quienes independiente al nombre que le quieran poner, luchamos para que en nuestro país no haya más homicidios y, menos colectivos. Un abrazo. –