Que la decisión por unanimidad de la Sala Especial de Instrucción de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, de imponerle detención domiciliara al expresidente senador, Álvaro Uribe Vélez, vinculado en el proceso judicial por los presuntos delitos de soborno y fraude procesal, no nos suscite mayor polarización, sino que nos motive a […]
Que la decisión por unanimidad de la Sala Especial de Instrucción de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, de imponerle detención domiciliara al expresidente senador, Álvaro Uribe Vélez, vinculado en el proceso judicial por los presuntos delitos de soborno y fraude procesal, no nos suscite mayor polarización, sino que nos motive a recapacitar para que seamos una sociedad menos distópica.
En nuestro país, en los más de 200 años que llevamos de la independencia del yugo español, en los corrillos sociales a menudo escuchamos decir que nuestra democracia es ficticia. Ante esta vox populi, sin duda alguna, me atrevo a manifestar que nuestra democracia amorfa proviene de la distopía que siempre ha estado presente en la sociedad colombiana.
No soy abogado para afirmar si la decisión de los togados de la Sala Especial de Instrucción de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia fue justa o injusta; es decir, si la providencia en controversia fue emitida con base en derecho o es politizada; sin embargo, no se debe negar el trabajo arduo realizado para llegar al veredicto notificado, teniendo en cuenta que escucharon y analizaron 27 mil horas de audio y demás pesquisas para obtener las pruebas que conllevan a que el doctor Álvaro Uribe Vélez continúe en el proceso judicial antes dicho.
Todo mundo sabe que en Colombia ninguno de los tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) está funcionando debidamente, es tanta la descomposición que ya nadie confía en sus actuaciones y disposiciones. Ojalá que este precedente de la sala especial en mención, sirva para lograr que estos tres poderes sean autónomos, pero esto no se logra con Asamblea Constituyente, sino con la voluntad personal de quienes constituyen los susodichos poderes.
Es indiscutible que la educación formal es indispensable para el buen desempeño de la humanidad; no obstante, la mejor formación la otorga el buen ejemplo y este comienza en el hogar. Traigo a colación el mal ejemplo del Poder Judicial, actualmente tan cuestionado por aquellos que a gritos piden Asamblea Constituyente para reformar la justicia. Y específico que el enorme represamiento de los procesos judiciales es un gran determinante de impunidad e injusticia, porque con suma frecuencia escuchamos a los encargados de aplicar la justicia, que faltan muchos jueces y personal de apoyo para descongestionar los estrados judiciales de los procesos estancados, pero lo cierto y curioso es que la mayoría de los jueces (también léase fiscales) no se inmutan por comenzar tarde sus labores, y algunos llegan a sus sitios de trabajo con varias horas de retraso y a veces no llegan sin ninguna justificación y, lo peor, sin importarles el sufrimiento y la deshonra de los posibles inocentes involucrados en presuntos delitos.
Lo anteriormente descrito, sin temor a equivocarme, es el menor menoscabo en el interior de la justicia colombiana, que ojalá, lo repito, el precedente en mención sea imitado por todos los funcionarios y miembros de las autoridades de nuestro país, para así ayudar a erradicar a los abogánster generadores de falsos testigos, claro está, que la mayoría de estos abogados bandidos son impulsados por quienes los contratan para sus defensas y poder seguir fungiendo como impolutos.
Y aclaro, que no he inculpado a quien el pasado 3 de agosto los magistrados de la CSJ le dictaron medida de aseguramiento con detención domiciliaria, pues a mí no me consta que haya cometido algún delito y tampoco ningún juez le ha decretado sentencia a pesar de las múltiples acusaciones en su contra. Mi mensaje es que a la corrupción nos corresponde combatirla a todos los colombianos todavía decentes.
Que la decisión por unanimidad de la Sala Especial de Instrucción de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, de imponerle detención domiciliara al expresidente senador, Álvaro Uribe Vélez, vinculado en el proceso judicial por los presuntos delitos de soborno y fraude procesal, no nos suscite mayor polarización, sino que nos motive a […]
Que la decisión por unanimidad de la Sala Especial de Instrucción de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, de imponerle detención domiciliara al expresidente senador, Álvaro Uribe Vélez, vinculado en el proceso judicial por los presuntos delitos de soborno y fraude procesal, no nos suscite mayor polarización, sino que nos motive a recapacitar para que seamos una sociedad menos distópica.
En nuestro país, en los más de 200 años que llevamos de la independencia del yugo español, en los corrillos sociales a menudo escuchamos decir que nuestra democracia es ficticia. Ante esta vox populi, sin duda alguna, me atrevo a manifestar que nuestra democracia amorfa proviene de la distopía que siempre ha estado presente en la sociedad colombiana.
No soy abogado para afirmar si la decisión de los togados de la Sala Especial de Instrucción de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia fue justa o injusta; es decir, si la providencia en controversia fue emitida con base en derecho o es politizada; sin embargo, no se debe negar el trabajo arduo realizado para llegar al veredicto notificado, teniendo en cuenta que escucharon y analizaron 27 mil horas de audio y demás pesquisas para obtener las pruebas que conllevan a que el doctor Álvaro Uribe Vélez continúe en el proceso judicial antes dicho.
Todo mundo sabe que en Colombia ninguno de los tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) está funcionando debidamente, es tanta la descomposición que ya nadie confía en sus actuaciones y disposiciones. Ojalá que este precedente de la sala especial en mención, sirva para lograr que estos tres poderes sean autónomos, pero esto no se logra con Asamblea Constituyente, sino con la voluntad personal de quienes constituyen los susodichos poderes.
Es indiscutible que la educación formal es indispensable para el buen desempeño de la humanidad; no obstante, la mejor formación la otorga el buen ejemplo y este comienza en el hogar. Traigo a colación el mal ejemplo del Poder Judicial, actualmente tan cuestionado por aquellos que a gritos piden Asamblea Constituyente para reformar la justicia. Y específico que el enorme represamiento de los procesos judiciales es un gran determinante de impunidad e injusticia, porque con suma frecuencia escuchamos a los encargados de aplicar la justicia, que faltan muchos jueces y personal de apoyo para descongestionar los estrados judiciales de los procesos estancados, pero lo cierto y curioso es que la mayoría de los jueces (también léase fiscales) no se inmutan por comenzar tarde sus labores, y algunos llegan a sus sitios de trabajo con varias horas de retraso y a veces no llegan sin ninguna justificación y, lo peor, sin importarles el sufrimiento y la deshonra de los posibles inocentes involucrados en presuntos delitos.
Lo anteriormente descrito, sin temor a equivocarme, es el menor menoscabo en el interior de la justicia colombiana, que ojalá, lo repito, el precedente en mención sea imitado por todos los funcionarios y miembros de las autoridades de nuestro país, para así ayudar a erradicar a los abogánster generadores de falsos testigos, claro está, que la mayoría de estos abogados bandidos son impulsados por quienes los contratan para sus defensas y poder seguir fungiendo como impolutos.
Y aclaro, que no he inculpado a quien el pasado 3 de agosto los magistrados de la CSJ le dictaron medida de aseguramiento con detención domiciliaria, pues a mí no me consta que haya cometido algún delito y tampoco ningún juez le ha decretado sentencia a pesar de las múltiples acusaciones en su contra. Mi mensaje es que a la corrupción nos corresponde combatirla a todos los colombianos todavía decentes.