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Columnista - 3 agosto, 2020

Del respice “narcum” al respice omnia

La semana pasada el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas escribió una columna en El Tiempo donde vislumbra un panorama poco alentador para nuestro país en cuanto a la lucha para mitigar el covid-19. En momentos en los que el número de contagios diarios supera los 9.000 e inclusive los 10.000 casos, señala que, si el […]

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La semana pasada el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas escribió una columna en El Tiempo donde vislumbra un panorama poco alentador para nuestro país en cuanto a la lucha para mitigar el covid-19. En momentos en los que el número de contagios diarios supera los 9.000 e inclusive los 10.000 casos, señala que, si el Gobierno nacional no toma medidas inmediatas, la tan anhelada vacuna no llegará a nuestro país sino hasta finales del año 2022.

Las proyecciones indican que sólo estará disponible en los países más ricos hacia finales del próximo año y posteriormente para las demás naciones.  Esto debido a que los países más desarrollados cuentan con el respaldo económico para financiar a los laboratorios que la están investigando, mientras que naciones menos pudientes como la nuestra deben ser realistas y buscar alianzas con otros “vecinos” para invertir en la vacuna con miras a garantizar su venta, sin depender de los excedentes o donaciones.

Este planteamiento me hace reflexionar sobre la problemática que tiene Colombia y que hace aún más complejo el análisis de la columna del doctor Cárdenas; y es que nuestra política exterior es débil por ser de gobierno. Tenemos una visión cortoplacista, ideologizada, que no responde al interés nacional, y aunque existe una carrera diplomática, esta se ve opacada siempre por el clientelismo rampante en el servicio exterior.

Las consecuencias son nefastas para nuestro país.  No tenemos una política exterior de estado y nuestras relaciones diplomáticas carecen de definición o conexión desde el interés nacional.  El viejo sueño de una integración latinoamericana, por ejemplo, entre estados que comparten un destino común, se convirtió en un campo de batalla ideológico entre gobiernos que apostaron por la división.  El respice similia o la relación cercana y fuerte con los países vecinos, nunca se pudo consolidar. La construcción de relaciones diplomáticas fundamentadas en la confianza entre estados es un proceso lento que requiere de coherencia y consistencia en las posturas asumidas a lo largo de varios años y gobiernos.

El respice polum o mirar a Estados Unidos, se redujo a un respice “narcum” o una política exterior lastimosa y de asistencia mendicante para insistir tercamente en una contraevidente y fracasada guerra contra las drogas.  Propongo un respice omnia como doctrina de nuestra política exterior, con énfasis definidos exclusivamente por el interés nacional. Solo así, muchos de nuestros Embajadores dejarán de ejercer su función como meros relacionistas públicos o empresarios que promueven su agenda particular o, peor aún, que creen que las relaciones diplomáticas se reducen a hacer negocios.

Creo firmemente que, si hubiera una verdadera unión entre los países latinoamericanos, tendríamos un peso mundial mucho mayor, que en estos momentos estaría trabajando y buscaría una solución conjunta a la crisis del covid-19. Como indicó el escrito, las inversiones superan los 1000 millones de dólares. Debemos cooperar como región o de lo contrario, prepararnos para “vivir” por un buen tiempo en pandemia. El costo de la polarización ideológica en pandemia, se mide en vidas y en economías destrozadas.

Columnista
3 agosto, 2020

Del respice “narcum” al respice omnia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Juan Manuel Galan

La semana pasada el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas escribió una columna en El Tiempo donde vislumbra un panorama poco alentador para nuestro país en cuanto a la lucha para mitigar el covid-19. En momentos en los que el número de contagios diarios supera los 9.000 e inclusive los 10.000 casos, señala que, si el […]


La semana pasada el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas escribió una columna en El Tiempo donde vislumbra un panorama poco alentador para nuestro país en cuanto a la lucha para mitigar el covid-19. En momentos en los que el número de contagios diarios supera los 9.000 e inclusive los 10.000 casos, señala que, si el Gobierno nacional no toma medidas inmediatas, la tan anhelada vacuna no llegará a nuestro país sino hasta finales del año 2022.

Las proyecciones indican que sólo estará disponible en los países más ricos hacia finales del próximo año y posteriormente para las demás naciones.  Esto debido a que los países más desarrollados cuentan con el respaldo económico para financiar a los laboratorios que la están investigando, mientras que naciones menos pudientes como la nuestra deben ser realistas y buscar alianzas con otros “vecinos” para invertir en la vacuna con miras a garantizar su venta, sin depender de los excedentes o donaciones.

Este planteamiento me hace reflexionar sobre la problemática que tiene Colombia y que hace aún más complejo el análisis de la columna del doctor Cárdenas; y es que nuestra política exterior es débil por ser de gobierno. Tenemos una visión cortoplacista, ideologizada, que no responde al interés nacional, y aunque existe una carrera diplomática, esta se ve opacada siempre por el clientelismo rampante en el servicio exterior.

Las consecuencias son nefastas para nuestro país.  No tenemos una política exterior de estado y nuestras relaciones diplomáticas carecen de definición o conexión desde el interés nacional.  El viejo sueño de una integración latinoamericana, por ejemplo, entre estados que comparten un destino común, se convirtió en un campo de batalla ideológico entre gobiernos que apostaron por la división.  El respice similia o la relación cercana y fuerte con los países vecinos, nunca se pudo consolidar. La construcción de relaciones diplomáticas fundamentadas en la confianza entre estados es un proceso lento que requiere de coherencia y consistencia en las posturas asumidas a lo largo de varios años y gobiernos.

El respice polum o mirar a Estados Unidos, se redujo a un respice “narcum” o una política exterior lastimosa y de asistencia mendicante para insistir tercamente en una contraevidente y fracasada guerra contra las drogas.  Propongo un respice omnia como doctrina de nuestra política exterior, con énfasis definidos exclusivamente por el interés nacional. Solo así, muchos de nuestros Embajadores dejarán de ejercer su función como meros relacionistas públicos o empresarios que promueven su agenda particular o, peor aún, que creen que las relaciones diplomáticas se reducen a hacer negocios.

Creo firmemente que, si hubiera una verdadera unión entre los países latinoamericanos, tendríamos un peso mundial mucho mayor, que en estos momentos estaría trabajando y buscaría una solución conjunta a la crisis del covid-19. Como indicó el escrito, las inversiones superan los 1000 millones de dólares. Debemos cooperar como región o de lo contrario, prepararnos para “vivir” por un buen tiempo en pandemia. El costo de la polarización ideológica en pandemia, se mide en vidas y en economías destrozadas.