En estos tiempos de crisis pandémica en los que se torna inteligible lo no inteligible, entendiendo aquí a la crisis como un momento o tiempo común de “síntesis cognitiva”, al decir del sociólogo boliviano Zabaleta Mercado, se observa como la triple opresión (clasista, colonial y patriarcal) se revela con mayor crudeza. La crisis para el […]
En estos tiempos de crisis pandémica en los que se torna inteligible lo no inteligible, entendiendo aquí a la crisis como un momento o tiempo común de “síntesis cognitiva”, al decir del sociólogo boliviano Zabaleta Mercado, se observa como la triple opresión (clasista, colonial y patriarcal) se revela con mayor crudeza. La crisis para el caso del sistema patriarcal, nos ha señalado una variedad de demostraciones a todo nivel en estas últimas semanas de su operar destructivo a través de violencias de género y sexuales contra la mujer.
El sistema patriarcal es una estructura de opresión que se impone a mujeres, hombres y personas intersexuales basada en relaciones desiguales de poder que subordina a las mujeres y a las disidencias sexuales. Rita Segato, antropóloga feminista decolonial, a través de lo que llama “mandato de masculinidad”, ha podido advertir el andamiaje del patriarcado que, a través de una pedagogía de la crueldad masculina, reproduce representaciones tóxicas de masculinidad, las cuales despliegan todo un operar destructivo de violencias de género y sexuales contra la mujer.
De tal atmosfera patriarcal no escapan las disidencias sexuales, donde, por ejemplo, un bio-hombre que reniegue del “mandato de masculinidad”, de heterosexualidad obligatoria, y no asuma el mero-macho hegemónico, se convertirá en un disidente y por tanto en un perseguido, humillado, y emocionalmente destrozado, a la postre asesinado simbólica o realmente por el sistema.
Toda esta atmosfera patriarcal es muy bien retratada por el escritor Alonso Sánchez Baute en su más reciente novela “Parábola del salmón”, a la que podría clasificarse al modo de las películas de viajes, como un ‘road book’, donde un personaje de cuna vallenata que, al relatarnos sus viajes, a esos otros lugares, ciudades, gentes y las prácticas que observó, nos habla más de su propia ciudad, sus gentes y sus prácticas que de los demás. ‘Autoficción’ que revela una sociedad tradicionalista y conservadora en la que se vive crudamente el orden patriarcal, y la discriminación homosexual que vive el personaje, el cual entiende que más que una sociedad machista; “Valledupar es un pueblo sospechosamente misógino. La misoginia no implica solamente odio hacia la mujer, sino un miedo profundo a lo femenino. Lo opuesto a ese macho duro y arbitrario, que grita, golpea, e impone es lo sensible, la ternura”.
No cabe duda que el momento que vivimos es de una tremenda dificultad, pero también de una posibilidad infinita y, gracias a la articulación de las múltiples luchas contra hegemónicas y su lograda interseccionalidad decolonial por ejemplo, podemos hoy pasar de la mera contemplación, comprensión y reflexión a su transformación y generar así profundos cambios en la sociedad.
Y una manera de atacar el sistema patriarcal es a través de la apertura a esas “emociones de lo femenino”, la sensibilidad y la ternura de la que nos habla la novela, pero genéricas del ser humano, y totalmente disfuncionales a la masculinidad hegemónica y por tanto necesarias para iniciar el cambio.
En definitiva, y aunque existan mujeres que aseguren dicho sistema, somos los hombres los únicos responsables de cambiar esa posición de privilegios que las grandes luchas feministas han puesto en tensión de muchas maneras evidentes y sobre todo creativas, ya es hora de ponerle fin, ya es hora de que el patriarcado caiga. Mea culpa.
En estos tiempos de crisis pandémica en los que se torna inteligible lo no inteligible, entendiendo aquí a la crisis como un momento o tiempo común de “síntesis cognitiva”, al decir del sociólogo boliviano Zabaleta Mercado, se observa como la triple opresión (clasista, colonial y patriarcal) se revela con mayor crudeza. La crisis para el […]
En estos tiempos de crisis pandémica en los que se torna inteligible lo no inteligible, entendiendo aquí a la crisis como un momento o tiempo común de “síntesis cognitiva”, al decir del sociólogo boliviano Zabaleta Mercado, se observa como la triple opresión (clasista, colonial y patriarcal) se revela con mayor crudeza. La crisis para el caso del sistema patriarcal, nos ha señalado una variedad de demostraciones a todo nivel en estas últimas semanas de su operar destructivo a través de violencias de género y sexuales contra la mujer.
El sistema patriarcal es una estructura de opresión que se impone a mujeres, hombres y personas intersexuales basada en relaciones desiguales de poder que subordina a las mujeres y a las disidencias sexuales. Rita Segato, antropóloga feminista decolonial, a través de lo que llama “mandato de masculinidad”, ha podido advertir el andamiaje del patriarcado que, a través de una pedagogía de la crueldad masculina, reproduce representaciones tóxicas de masculinidad, las cuales despliegan todo un operar destructivo de violencias de género y sexuales contra la mujer.
De tal atmosfera patriarcal no escapan las disidencias sexuales, donde, por ejemplo, un bio-hombre que reniegue del “mandato de masculinidad”, de heterosexualidad obligatoria, y no asuma el mero-macho hegemónico, se convertirá en un disidente y por tanto en un perseguido, humillado, y emocionalmente destrozado, a la postre asesinado simbólica o realmente por el sistema.
Toda esta atmosfera patriarcal es muy bien retratada por el escritor Alonso Sánchez Baute en su más reciente novela “Parábola del salmón”, a la que podría clasificarse al modo de las películas de viajes, como un ‘road book’, donde un personaje de cuna vallenata que, al relatarnos sus viajes, a esos otros lugares, ciudades, gentes y las prácticas que observó, nos habla más de su propia ciudad, sus gentes y sus prácticas que de los demás. ‘Autoficción’ que revela una sociedad tradicionalista y conservadora en la que se vive crudamente el orden patriarcal, y la discriminación homosexual que vive el personaje, el cual entiende que más que una sociedad machista; “Valledupar es un pueblo sospechosamente misógino. La misoginia no implica solamente odio hacia la mujer, sino un miedo profundo a lo femenino. Lo opuesto a ese macho duro y arbitrario, que grita, golpea, e impone es lo sensible, la ternura”.
No cabe duda que el momento que vivimos es de una tremenda dificultad, pero también de una posibilidad infinita y, gracias a la articulación de las múltiples luchas contra hegemónicas y su lograda interseccionalidad decolonial por ejemplo, podemos hoy pasar de la mera contemplación, comprensión y reflexión a su transformación y generar así profundos cambios en la sociedad.
Y una manera de atacar el sistema patriarcal es a través de la apertura a esas “emociones de lo femenino”, la sensibilidad y la ternura de la que nos habla la novela, pero genéricas del ser humano, y totalmente disfuncionales a la masculinidad hegemónica y por tanto necesarias para iniciar el cambio.
En definitiva, y aunque existan mujeres que aseguren dicho sistema, somos los hombres los únicos responsables de cambiar esa posición de privilegios que las grandes luchas feministas han puesto en tensión de muchas maneras evidentes y sobre todo creativas, ya es hora de ponerle fin, ya es hora de que el patriarcado caiga. Mea culpa.