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Columnista - 27 noviembre, 2010

Cosas grandes

Por: José Gregorio Guerrero A un jeque árabe, poseedor de una gran fortuna, se le ocurrió una extravagancia más. Para él no era difícil hacer realidad sus sueños. Primero ordenó construir un yate con las últimas tecnologías,  accesorios en oro y plata,  los pisos forrados en pieles de animales exóticos y otras cosas más. Luego […]

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Por: José Gregorio Guerrero

A un jeque árabe, poseedor de una gran fortuna, se le ocurrió una extravagancia más. Para él no era difícil hacer realidad sus sueños. Primero ordenó construir un yate con las últimas tecnologías,  accesorios en oro y plata,  los pisos forrados en pieles de animales exóticos y otras cosas más. Luego se hizo socio de un ostentoso hotel construido sobre una isla artificial; y por último se le ocurrió hacer un campo de golf en el desierto. Para este proyecto invitó a los mejores ingenieros del mundo, pero ninguno le aseguró materializarle el sueño, por lo difícil del terreno, y por la insensatez de la temperatura y la aridez de la misma; era un proyecto imposible de materializar.
Sin embargo, tiempo después llegó un joven recién egresado, ingles, ingeniero y conocedor e investigador de proyectos extremos y le dijo que él era capaz de hacerle el campo de golf en el desierto, pero que le costaría una gruesa suma de dinero a lo que el jeque contesto: “cueste lo que cueste lo quiero”.
A los 38 meses el campo de golf estaba terminado, era una realidad; el día de la inauguración el jeque le manifestó al joven ingeniero ingles que después de pagarle lo que cobró, le pidiera lo que quisiera, el joven le dijo que quería un palo para jugar golf en oro macizo, ya que él también era aficionado al golf, el jeque quedó en enviárselo a su domicilio en Londres. Dos años después el joven ingeniero, recibe una tarjeta enviada por el jeque con una dirección donde se encontrarían, el joven cumple la cita, busca la dirección y encuentra al jeque allí, con el palo de golf de oro en la mano. Cuando lo ve y después de darle un efusivo saludo le entrega el palo de golf como lo había pedido y le dice: “aquí te traje lo que me pediste, pero también recibe para ti este campo de golf, porque recuerda, que a un hombre grande se les piden cosas grandes”.
Medité en la historia, y de casualidad esa semana me invitaron a un grupo de oración, yo fui por cumplir la cita, pues déjeme decirle que esa noche por fin entendí que a Dios se le puede pedir lo que sea; si un simple jeque está dispuesto a hacer realidad cualquier sueño, cuanto más Dios.
Hoy encontramos múltiples problema, que según el ojo y el entendimiento humano no tienen salida, porque ya se ha perdido todo. Déjeme decirle que hay uno que todo lo puede. Muchas veces caminamos con el corazón vacio, y sonreímos para que nos vean, y por dentro llevamos una procesión de Jueves Santo, por una enfermedad del cuerpo o del alma. Hoy quiero invitar a todos mis lectores a buscar una salida a los problemas, en la iglesia que quieran, en la religión que les provoque, pero busquen de verdad. No estoy de acuerdo con el fanatismo, no, Dios no quiere mujeres con caras lavadas ni faldones largos; no quiere hombres hipócritas, ni tibios, él está interesado en nuestros corazones, siempre y cuando sean sinceros.
Los vallenatos somos proclives al señalamiento, al chisme, y nos molesta cuando lo hacen con nosotros. Eso no trae nada bueno, eso es señal de tener un corazón desértico, falta de amor. Los vallenatos gozamos con el mal ajeno, o si no gozamos, nos corre un fresquito, y eso es lo que nos tiene empantanado; tenemos que dejar de ser hipócritas, por que somos especialistas en matar e ir al entierro, esa doble moral no es más que una maldición, más bien agarrémonos de Dios y frente a él nos señalamos nosotros  mismo, seguro él nos mirará con buenos ojos. Todos somos dueños de defectos y errores. Un abrazo.
Feliz fin de semana

Columnista
27 noviembre, 2010

Cosas grandes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Gregorio Guerrero Ramírez

Por: José Gregorio Guerrero A un jeque árabe, poseedor de una gran fortuna, se le ocurrió una extravagancia más. Para él no era difícil hacer realidad sus sueños. Primero ordenó construir un yate con las últimas tecnologías,  accesorios en oro y plata,  los pisos forrados en pieles de animales exóticos y otras cosas más. Luego […]


Por: José Gregorio Guerrero

A un jeque árabe, poseedor de una gran fortuna, se le ocurrió una extravagancia más. Para él no era difícil hacer realidad sus sueños. Primero ordenó construir un yate con las últimas tecnologías,  accesorios en oro y plata,  los pisos forrados en pieles de animales exóticos y otras cosas más. Luego se hizo socio de un ostentoso hotel construido sobre una isla artificial; y por último se le ocurrió hacer un campo de golf en el desierto. Para este proyecto invitó a los mejores ingenieros del mundo, pero ninguno le aseguró materializarle el sueño, por lo difícil del terreno, y por la insensatez de la temperatura y la aridez de la misma; era un proyecto imposible de materializar.
Sin embargo, tiempo después llegó un joven recién egresado, ingles, ingeniero y conocedor e investigador de proyectos extremos y le dijo que él era capaz de hacerle el campo de golf en el desierto, pero que le costaría una gruesa suma de dinero a lo que el jeque contesto: “cueste lo que cueste lo quiero”.
A los 38 meses el campo de golf estaba terminado, era una realidad; el día de la inauguración el jeque le manifestó al joven ingeniero ingles que después de pagarle lo que cobró, le pidiera lo que quisiera, el joven le dijo que quería un palo para jugar golf en oro macizo, ya que él también era aficionado al golf, el jeque quedó en enviárselo a su domicilio en Londres. Dos años después el joven ingeniero, recibe una tarjeta enviada por el jeque con una dirección donde se encontrarían, el joven cumple la cita, busca la dirección y encuentra al jeque allí, con el palo de golf de oro en la mano. Cuando lo ve y después de darle un efusivo saludo le entrega el palo de golf como lo había pedido y le dice: “aquí te traje lo que me pediste, pero también recibe para ti este campo de golf, porque recuerda, que a un hombre grande se les piden cosas grandes”.
Medité en la historia, y de casualidad esa semana me invitaron a un grupo de oración, yo fui por cumplir la cita, pues déjeme decirle que esa noche por fin entendí que a Dios se le puede pedir lo que sea; si un simple jeque está dispuesto a hacer realidad cualquier sueño, cuanto más Dios.
Hoy encontramos múltiples problema, que según el ojo y el entendimiento humano no tienen salida, porque ya se ha perdido todo. Déjeme decirle que hay uno que todo lo puede. Muchas veces caminamos con el corazón vacio, y sonreímos para que nos vean, y por dentro llevamos una procesión de Jueves Santo, por una enfermedad del cuerpo o del alma. Hoy quiero invitar a todos mis lectores a buscar una salida a los problemas, en la iglesia que quieran, en la religión que les provoque, pero busquen de verdad. No estoy de acuerdo con el fanatismo, no, Dios no quiere mujeres con caras lavadas ni faldones largos; no quiere hombres hipócritas, ni tibios, él está interesado en nuestros corazones, siempre y cuando sean sinceros.
Los vallenatos somos proclives al señalamiento, al chisme, y nos molesta cuando lo hacen con nosotros. Eso no trae nada bueno, eso es señal de tener un corazón desértico, falta de amor. Los vallenatos gozamos con el mal ajeno, o si no gozamos, nos corre un fresquito, y eso es lo que nos tiene empantanado; tenemos que dejar de ser hipócritas, por que somos especialistas en matar e ir al entierro, esa doble moral no es más que una maldición, más bien agarrémonos de Dios y frente a él nos señalamos nosotros  mismo, seguro él nos mirará con buenos ojos. Todos somos dueños de defectos y errores. Un abrazo.
Feliz fin de semana