La vida es una obra de teatro que está escenificada por actores de diversas condiciones y calidades; los hay buenos y los hay malos, que van escribiendo su propio guion y desde luego obteniendo el reconocimiento o la crítica de su actuar a través de los resultados y de la audiencia que cada papel vaya […]
La vida es una obra de teatro que está escenificada por actores de diversas condiciones y calidades; los hay buenos y los hay malos, que van escribiendo su propio guion y desde luego obteniendo el reconocimiento o la crítica de su actuar a través de los resultados y de la audiencia que cada papel vaya conquistando en la puesta en escena. No es fácil el desarrollo de la obra, la vida es dura; pero como todo, hay actores que con su esfuerzo y calidad interpretativa imponen su sello y aportan su gracia y sale una buena obra. Es decir, van por el mundo haciendo el bien, dándole la mano al que lo necesite, siendo propositivos, pintando de colores la vida; dándoles ejemplo a los niños y jóvenes, llevando alegría a esos espacios en donde la desesperanza hace mella.
El buen actor es un buen ser humano, un personaje culto, de porte y elegancia y me refiero no solo a su físico, también a su trato, que en su actuar deja una estela de amor sublime; es un maestro y los maestros enseñan con ejemplo. No importa si el papel que representan es de pobre o de rico, de obrero raso o de empresario portentoso. Aquí lo que cuenta es su actuar positivo y el llevar con el ejemplo un buen mensaje.
Por su parte el actor malo, no florece ni brinda agradable fragancia. Lleva en su accionar una aureola negativa, es tosco y mal hablado, es decir su léxico es vulgar e intimidante y pretende lograr protagonismo a las buenas o a las malas, incluso amenazando a sus contrarios, pues en cada uno de ellos ve un potencial enemigo a quien debe doblegar con sus artimañas; este actor por más que se esfuerce no logra entender por qué siempre vive dando tumbos. En este símil de la vida, en toda su cruda realidad, con una obra de teatro, podemos analizar de manera precisa el escenario de la humanidad. Una frase de Henry Ford puede ayudarnos a resumir lo que quiero dar a entender con esta parodia: “Calidad significa hacer las cosas bien, incluso cuando nadie te está mirando”, la invitación, señor mal actor es a que no haga una mala actuación; analice su vida, su accionar. Aunque se esconda y pretenda engañar a la vida, por más impermeable que parezca su círculo siempre habrá una grieta por donde se escape la gota que rompa la armonía de su perversidad.
Hay que actuar bien y darle méritos al análisis del filósofo criollo Diomedes Díaz: “Porque en la vida hay cosas del alma que valen mucho más que el dinero, por eso Rafael Santos yo quiero, dejarte dicho en esta canción, que si te inspira ser zapatero, solo quiero que seas el mejor; porque de nada sirve el doctor, si es el ejemplo malo del pueblo”. El tema no es parecer, la gracia es ser. Así que lo más importante no es pretender que deban hacerte un monumento por tu obra de teatro, la gracia de tu obra es que muchas personas quieran interpretarla y hacerla suya por la calidad. A todo aprendiz de actor bueno, la invitación es a que se esfuerce por llevar siempre un mensaje de alegría y paz. Sólo Eso.
La vida es una obra de teatro que está escenificada por actores de diversas condiciones y calidades; los hay buenos y los hay malos, que van escribiendo su propio guion y desde luego obteniendo el reconocimiento o la crítica de su actuar a través de los resultados y de la audiencia que cada papel vaya […]
La vida es una obra de teatro que está escenificada por actores de diversas condiciones y calidades; los hay buenos y los hay malos, que van escribiendo su propio guion y desde luego obteniendo el reconocimiento o la crítica de su actuar a través de los resultados y de la audiencia que cada papel vaya conquistando en la puesta en escena. No es fácil el desarrollo de la obra, la vida es dura; pero como todo, hay actores que con su esfuerzo y calidad interpretativa imponen su sello y aportan su gracia y sale una buena obra. Es decir, van por el mundo haciendo el bien, dándole la mano al que lo necesite, siendo propositivos, pintando de colores la vida; dándoles ejemplo a los niños y jóvenes, llevando alegría a esos espacios en donde la desesperanza hace mella.
El buen actor es un buen ser humano, un personaje culto, de porte y elegancia y me refiero no solo a su físico, también a su trato, que en su actuar deja una estela de amor sublime; es un maestro y los maestros enseñan con ejemplo. No importa si el papel que representan es de pobre o de rico, de obrero raso o de empresario portentoso. Aquí lo que cuenta es su actuar positivo y el llevar con el ejemplo un buen mensaje.
Por su parte el actor malo, no florece ni brinda agradable fragancia. Lleva en su accionar una aureola negativa, es tosco y mal hablado, es decir su léxico es vulgar e intimidante y pretende lograr protagonismo a las buenas o a las malas, incluso amenazando a sus contrarios, pues en cada uno de ellos ve un potencial enemigo a quien debe doblegar con sus artimañas; este actor por más que se esfuerce no logra entender por qué siempre vive dando tumbos. En este símil de la vida, en toda su cruda realidad, con una obra de teatro, podemos analizar de manera precisa el escenario de la humanidad. Una frase de Henry Ford puede ayudarnos a resumir lo que quiero dar a entender con esta parodia: “Calidad significa hacer las cosas bien, incluso cuando nadie te está mirando”, la invitación, señor mal actor es a que no haga una mala actuación; analice su vida, su accionar. Aunque se esconda y pretenda engañar a la vida, por más impermeable que parezca su círculo siempre habrá una grieta por donde se escape la gota que rompa la armonía de su perversidad.
Hay que actuar bien y darle méritos al análisis del filósofo criollo Diomedes Díaz: “Porque en la vida hay cosas del alma que valen mucho más que el dinero, por eso Rafael Santos yo quiero, dejarte dicho en esta canción, que si te inspira ser zapatero, solo quiero que seas el mejor; porque de nada sirve el doctor, si es el ejemplo malo del pueblo”. El tema no es parecer, la gracia es ser. Así que lo más importante no es pretender que deban hacerte un monumento por tu obra de teatro, la gracia de tu obra es que muchas personas quieran interpretarla y hacerla suya por la calidad. A todo aprendiz de actor bueno, la invitación es a que se esfuerce por llevar siempre un mensaje de alegría y paz. Sólo Eso.