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Columnista - 18 junio, 2020

Elegía por mi padre

“Tan bueno y tan noble, como era mi padre…” Tal vez, por su ancestralidad aguerrida y poética, a Camilo Namén Rapalino, le ocurrió parecido a Nezahualcóyotl, en el México Antiguo. Este príncipe, a los 16 años vio morir a su padre, Señor de Texcoco. Desde entonces, enfrentó la guerra y la muerte, convirtiéndose en un […]

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“Tan bueno y tan noble, como era mi padre…”

Tal vez, por su ancestralidad aguerrida y poética, a Camilo Namén Rapalino, le ocurrió parecido a Nezahualcóyotl, en el México Antiguo. Este príncipe, a los 16 años vio morir a su padre, Señor de Texcoco. Desde entonces, enfrentó la guerra y la muerte, convirtiéndose en un hábil guerrero y poeta; en sus reflexiones siempre se preguntaba si valía la pena vivir, amar, alegrarse. Su extensa obra poética está caracterizada por el loor a la amistad, la divinidad, la fugacidad de la vida – “Como una pintura nos iremos borrando”-.

Pero también se autoanimaba, cuando compuso, ´que no se angustie mi corazón´. Camilo, a través de su poética vallenata, narra el entorno de su niñez y adolescencia; con el espejo de la Zapatosa, cual Narciso mira su imagen y la retrata junto con los suyos: padres, hermanos; con sus oficios, gastronomía, costumbres, axiología – “Y mis paisanos llenos de rectitud/gente luchadora de trabajo constante…”; rinde tributo a la amistad: “A los amigos sinceros de mi padre/como Neim Mejía y Ulises Querúz”.

Su obra cumbre es ´Mi gran amigo´. Una diciente elegía por su padre, tras su partida definitiva e inesperada. Descarga su tristeza de una manera singular porque lo hace en ritmo de merengue, teniendo en cuenta que la característica de este aire musical es contraria a los pesares y tragedias. Sin embargo, canta su dolor sobre el cauce de un río que viaja alegre. Hace que sus receptores se apropien del mensaje explícito y universal del padre fallecido. Haciendo una etopeya de su progenitor. Seguido, personifica la muerte: la insulta y la culpa por quitarle a su padre: “Y la muerte infame me lo arrebató”. Se queja, además, ante el Creador, así: “Esos son los dolores y las penas tan grandes/ que a sufrir en la vida le pone a uno Dios”. De manera irreverente y respetuosa al tiempo, llora y acepta el dolor por duro que sea.

Son variadas las canciones que se quedaron para siempre en el oído y en el mismo ambiente, que se encarga de llevarlas y traerlas como almas viajeras, mientras encuentran un receptor urgido de una palabra de aliento y recordaciones por un ser amado. Me ocurrió, con la partida de mi padre, que a pesar de haber disfrutado de unos tres cuartos de su vida; nos deja los sentimientos quebrantados.

Son nuestros papás héroes anónimos que conquistaron una dama y consumieron sus fuerzas en criarnos como manda Dios.  En esas letras cargadas de amor por la ausencia del padre, se fortalecen las relaciones terrenales con las espirituales. A nuestros hijos les mostramos el sendero de la inspiración poética, que desde sus orígenes fue para exaltar el amor, la amistad, el reconocimiento de la existencia un ser superior, que también se inspiró en crearnos a su semejanza para que cuidáramos de El Paraíso, y no contaminarlo como lo hemos hecho en nombre del “desarrollo”.

¡Feliz Día del Padre!        

Columnista
18 junio, 2020

Elegía por mi padre

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“Tan bueno y tan noble, como era mi padre…” Tal vez, por su ancestralidad aguerrida y poética, a Camilo Namén Rapalino, le ocurrió parecido a Nezahualcóyotl, en el México Antiguo. Este príncipe, a los 16 años vio morir a su padre, Señor de Texcoco. Desde entonces, enfrentó la guerra y la muerte, convirtiéndose en un […]


“Tan bueno y tan noble, como era mi padre…”

Tal vez, por su ancestralidad aguerrida y poética, a Camilo Namén Rapalino, le ocurrió parecido a Nezahualcóyotl, en el México Antiguo. Este príncipe, a los 16 años vio morir a su padre, Señor de Texcoco. Desde entonces, enfrentó la guerra y la muerte, convirtiéndose en un hábil guerrero y poeta; en sus reflexiones siempre se preguntaba si valía la pena vivir, amar, alegrarse. Su extensa obra poética está caracterizada por el loor a la amistad, la divinidad, la fugacidad de la vida – “Como una pintura nos iremos borrando”-.

Pero también se autoanimaba, cuando compuso, ´que no se angustie mi corazón´. Camilo, a través de su poética vallenata, narra el entorno de su niñez y adolescencia; con el espejo de la Zapatosa, cual Narciso mira su imagen y la retrata junto con los suyos: padres, hermanos; con sus oficios, gastronomía, costumbres, axiología – “Y mis paisanos llenos de rectitud/gente luchadora de trabajo constante…”; rinde tributo a la amistad: “A los amigos sinceros de mi padre/como Neim Mejía y Ulises Querúz”.

Su obra cumbre es ´Mi gran amigo´. Una diciente elegía por su padre, tras su partida definitiva e inesperada. Descarga su tristeza de una manera singular porque lo hace en ritmo de merengue, teniendo en cuenta que la característica de este aire musical es contraria a los pesares y tragedias. Sin embargo, canta su dolor sobre el cauce de un río que viaja alegre. Hace que sus receptores se apropien del mensaje explícito y universal del padre fallecido. Haciendo una etopeya de su progenitor. Seguido, personifica la muerte: la insulta y la culpa por quitarle a su padre: “Y la muerte infame me lo arrebató”. Se queja, además, ante el Creador, así: “Esos son los dolores y las penas tan grandes/ que a sufrir en la vida le pone a uno Dios”. De manera irreverente y respetuosa al tiempo, llora y acepta el dolor por duro que sea.

Son variadas las canciones que se quedaron para siempre en el oído y en el mismo ambiente, que se encarga de llevarlas y traerlas como almas viajeras, mientras encuentran un receptor urgido de una palabra de aliento y recordaciones por un ser amado. Me ocurrió, con la partida de mi padre, que a pesar de haber disfrutado de unos tres cuartos de su vida; nos deja los sentimientos quebrantados.

Son nuestros papás héroes anónimos que conquistaron una dama y consumieron sus fuerzas en criarnos como manda Dios.  En esas letras cargadas de amor por la ausencia del padre, se fortalecen las relaciones terrenales con las espirituales. A nuestros hijos les mostramos el sendero de la inspiración poética, que desde sus orígenes fue para exaltar el amor, la amistad, el reconocimiento de la existencia un ser superior, que también se inspiró en crearnos a su semejanza para que cuidáramos de El Paraíso, y no contaminarlo como lo hemos hecho en nombre del “desarrollo”.

¡Feliz Día del Padre!