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Columnista - 8 mayo, 2020

En tiempos de confinamiento: La magia de la radio

En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.

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En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.

Esa afición de escuchar radio a toda hora, que para algunos en mi casa es un vicio, la cogí cuando llegué a Bogotá, hace más de treinta años, a estudiar Periodismo, en la Universidad Externado de Colombia. Mientras ahorraba para comprar un televisor, la radio era mi compañera en esa soledad de la fría y lúgubre capital del país.

Así, oía las noticias, en los horarios habituales, escuchando a ese maestro de la buena reportería que es Yamid Amat, en su legendario 6:00 a.m., 9:00 a.m., al lado de un equipo de periodistas y comentaristas de lujo, que sería necio y largo mencionar en esta corta nota, comenzando por otro maestro,  como lo fue Juan Gossaín. Pero también escuchaba mucha música vallenata, Radio Uno, principalmente a Guillermo Alfonso Mejía, locutor con el que hice alguna amistad y quien comentaba muy bien los cantos vallenatos, con los detalles de su origen, sus compositores y sus intérpretes.

Después, cuando pude comprar el televisor, seguí escuchando radio, a toda hora, desde la madrugada hasta bien entrada la noche: música, deportes, noticias y programas científicos y culturales. Aún hoy, veo poca televisión, pero oigo mucha radio en el baño, en el estudio, en otras partes de la casa, en el carro y hasta en la oficina.  

Cuando viví en Valledupar hace algunos años, y estaba al frente de la dirección de El Pilón, escuchaba Radio Guatapurí, Maravilla Stereo y La Voz del Cañaguate, emisoras en las cuales también encontré buena compañía para la soledad y el tedio.

Ahora, con esta vaina de la cuarentena y el encerramiento por la bendita pandemia mundial, he redescubierto otras alternativas de la radio en Bogotá. La emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que tiene una buena programación cultural y buenos espacios de música clásica; la emisora de la Universidad Nacional, que los sábados por la mañana, a las 9:00 a.m., realizan un buen espacio sobre la música vallenata, bajo la dirección del periodista cartagenero, Mauricio Pichot Elles; además, también tiene UN radio, buenos espacios de análisis de buen nivel académico y periodístico.

Y la emisora de la Universidad Javeriana de Bogotá, en la que todos los días escucho el programa económico Primera Página, realizado por los veteranos periodistas: Héctor Hernández y Héctor Mario Rodríguez. Igualmente, Javeriana Stereo, también tiene una extraordinaria programación académica, cultural y musical, que incluye jazz, clásica, salsa, y folclórica popular de distintas regiones.  

En la radio comercial, a pesar de que en algunos espacios y periodistas se nota una menor independencia, frente a los del pasado, por la evidente relación de las cadenas con algunos grupos económicos; en otros se conservan espacios de información y opinión con sentido crítico y de servicio.

Las culturales son la gran alternativa y una ventana a mundos esperanzadores en el destino de la humanidad, en estos momentos de angustia. Sin duda, está bien ganada la buena fama de la radio colombiana en América Latina y en el mundo, y eso es gracia a nuestros buenos locutores, periodistas  y otros realizadores de radio que la hacen con ganas y con pasión. En buena hora.

Columnista
8 mayo, 2020

En tiempos de confinamiento: La magia de la radio

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Alberto Maestre

En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.


En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.

Esa afición de escuchar radio a toda hora, que para algunos en mi casa es un vicio, la cogí cuando llegué a Bogotá, hace más de treinta años, a estudiar Periodismo, en la Universidad Externado de Colombia. Mientras ahorraba para comprar un televisor, la radio era mi compañera en esa soledad de la fría y lúgubre capital del país.

Así, oía las noticias, en los horarios habituales, escuchando a ese maestro de la buena reportería que es Yamid Amat, en su legendario 6:00 a.m., 9:00 a.m., al lado de un equipo de periodistas y comentaristas de lujo, que sería necio y largo mencionar en esta corta nota, comenzando por otro maestro,  como lo fue Juan Gossaín. Pero también escuchaba mucha música vallenata, Radio Uno, principalmente a Guillermo Alfonso Mejía, locutor con el que hice alguna amistad y quien comentaba muy bien los cantos vallenatos, con los detalles de su origen, sus compositores y sus intérpretes.

Después, cuando pude comprar el televisor, seguí escuchando radio, a toda hora, desde la madrugada hasta bien entrada la noche: música, deportes, noticias y programas científicos y culturales. Aún hoy, veo poca televisión, pero oigo mucha radio en el baño, en el estudio, en otras partes de la casa, en el carro y hasta en la oficina.  

Cuando viví en Valledupar hace algunos años, y estaba al frente de la dirección de El Pilón, escuchaba Radio Guatapurí, Maravilla Stereo y La Voz del Cañaguate, emisoras en las cuales también encontré buena compañía para la soledad y el tedio.

Ahora, con esta vaina de la cuarentena y el encerramiento por la bendita pandemia mundial, he redescubierto otras alternativas de la radio en Bogotá. La emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que tiene una buena programación cultural y buenos espacios de música clásica; la emisora de la Universidad Nacional, que los sábados por la mañana, a las 9:00 a.m., realizan un buen espacio sobre la música vallenata, bajo la dirección del periodista cartagenero, Mauricio Pichot Elles; además, también tiene UN radio, buenos espacios de análisis de buen nivel académico y periodístico.

Y la emisora de la Universidad Javeriana de Bogotá, en la que todos los días escucho el programa económico Primera Página, realizado por los veteranos periodistas: Héctor Hernández y Héctor Mario Rodríguez. Igualmente, Javeriana Stereo, también tiene una extraordinaria programación académica, cultural y musical, que incluye jazz, clásica, salsa, y folclórica popular de distintas regiones.  

En la radio comercial, a pesar de que en algunos espacios y periodistas se nota una menor independencia, frente a los del pasado, por la evidente relación de las cadenas con algunos grupos económicos; en otros se conservan espacios de información y opinión con sentido crítico y de servicio.

Las culturales son la gran alternativa y una ventana a mundos esperanzadores en el destino de la humanidad, en estos momentos de angustia. Sin duda, está bien ganada la buena fama de la radio colombiana en América Latina y en el mundo, y eso es gracia a nuestros buenos locutores, periodistas  y otros realizadores de radio que la hacen con ganas y con pasión. En buena hora.