Eran muchos los ‘arroyitos’ que tenía que atravesar ‘Rafa’ Manjarréz para conquistar un final feliz. Un día antes del concurso viajó de Barranquilla para Valledupar con el ‘cachaco’ Jiménez, quién sería el encargado de presentarla ante el público y el jurado.
Ese raro encanto que tiene el canto (Ausencia sentimental) del maestro Rafael Manjarréz no es producto de un caprichoso destino, sino que su creación estuvo asignada por la trascendencia histórica que tendría y ese éxito perenne que guardan todos los himnos que brotan del más profundo sentimiento por las cosas queridas.
Lee también: Hoy más que nunca se siente la ‘Ausencia sentimental’
Lo cierto es que ‘Rafa’ tenía otra canción para participar en el Festival Vallenato, pero el día antes de mandarla una motivación especial hizo que en media hora surgiera en su mente esta obra. “Es como si ya me la supiera”, explica compositor.
La montó en un casete y se la envió por Servientrega a su compadre Armando Morelli para que se encargara de la respectiva inscripción. Pasado un día se cerraban las inscripciones y el bendito casete no llegaba.
Por fin, sobre las 4:30 de la tarde, apareció el mensajero y Armando voló como una perdiz hasta la Plaza Alfonso López para llenar los requisitos. Faltando cinco minutos para el cierre, afanado y casete en mano abordó a la encargada que ya recogía sus bártulos. La funcionaria, medio displicente, le advirtió: “Es la última”, para luego entregarle un formulario que debía llenar con los datos del compositor.
Tremendo lío, después del nombre de la canción seguía nombre del autor y número de cédula. Quedó frío, no había celulares a la mano ni tiempo para averiguar el número de la cédula de ‘Rafa’.
No dejes de leer: El Festival de la Leyenda Vallenata está en las manos de Dios
Sin pensarlo dos veces puso su nombre como autor, con su número de cédula y su fecha de nacimiento, pero no en La Jagua de Ibirico sino en Valledupar. “Trágame tierra”, se dijo Armando. Solo faltaba la foto. Afortunadamente cargaba el carnet de Sayco sin plastificar y con tijera prestada obtuvo la fotografía y pudo aquel formulario quedar flamantico, listo para concursar.
Era la época en que mantenía excelentes relaciones con las directivas del Festival Vallenato y cualquier impase se arreglaría sin dificultad. Lo importante era, y así se logró, inscribir la canción.
Eran muchos los ‘arroyitos’ que tenía que atravesar ‘Rafa’ Manjarréz para conquistar un final feliz. Un día antes del concurso viajó de Barranquilla para Valledupar con el ‘cachaco’ Jiménez, quién sería el encargado de presentarla ante el público y el jurado.
El ‘cachaco’ ya la tenía afinada y montada pero ‘Rafa’ no la había escuchado en su recia voz. Muy temprano tomaron camino y pararon a desayunar en la frutera de Ciénaga, Magdalena.
Allí ‘Rafa’ le pidió, mientras fritaban las arepas de huevo, que la cantara y ásperamente Jiménez le dijo: “Vea compadre, yo con hambre no canto”. Después de engullir tres arepas y dos jugos de zapote continuaron el viaje.
Te puede interesar: El folclor vallenato amanece con ‘ausencia sentimental’
Pasando por Fundación, Magdalena, pararon a tomarse un tinto de esos de carretera y nuevamente le pidió ‘Rafa’ a su estrella del canto que le dejara escuchar siquiera una estrofa y este le comentó: “Vea compadre, ¿quién canta con esta hartura que traigo yo?”. “Bellaco”, masculló ‘Rafa’, entre dientes. El viaje continuó.
Kilómetros después pararon en la bomba de El Copey. Rafa se moría por escuchar su canción. Cortésmente le pidió: “Hombre, cachaco, cántame aunque sea solo un pedacito”. Sobrado del lote el cachaco respondió: “Vea compadre, yo no soy cantante de pueblo”. “Cretino”, pensó Rafa, malhumorado.
Entrando a Bosconia se encontraron al ‘Chiche’ Martínez y Miguel Herrera, quienes los llevaron hasta una finca cercana donde habían preparado un ‘sancocho’. Después de un par de tragos ‘Rafa’ les anunció que escucharían la canción con la que iba a participar en el Festival. “Yo no soy cantante de monte”, le espetó el ‘cachaco’.
Cuando por fin llegaron a Valledupar, ‘Rafa’ con inconformidad por los desplantes recibidos, pactaron el encuentro para la primera ronda en la mañana. Manjarréz llegó temprano con una ‘panchita’ de aguardiente en el bolsillo de atrás del pantalón. Los nervios se apoderaron de él porque el cachaco no aparecía.
No dejes de leer: El folclor vallenato amanece con ‘ausencia sentimental’
Al tercer llamado del jurado se metió media ‘panchita’ de dos tirones y se subió y cantó como nunca lo había hecho, con el alma. La ovación fue grande y ya enfilado hacia la final se le presentó el ‘cachaco’ bien engallado y perfumado diciéndole: “Estoy listo Rafa”. “Listo ¿pa’ qué, ‘desgraciao’? Ábrete que voy a cantar soy yo”, respondió Rafa.
Desde entonces y sin objeción alguna, ‘Ausencia sentimental’ es la canción reina del Festival Vallenato. Claro que aún en los archivos del Festival está la inscripción del canto a nombre de Armando Morelli quien todavía sigue esperando que Rafa le dé parte de las regalías.
Por Julio César Oñate Martínez
Eran muchos los ‘arroyitos’ que tenía que atravesar ‘Rafa’ Manjarréz para conquistar un final feliz. Un día antes del concurso viajó de Barranquilla para Valledupar con el ‘cachaco’ Jiménez, quién sería el encargado de presentarla ante el público y el jurado.
Ese raro encanto que tiene el canto (Ausencia sentimental) del maestro Rafael Manjarréz no es producto de un caprichoso destino, sino que su creación estuvo asignada por la trascendencia histórica que tendría y ese éxito perenne que guardan todos los himnos que brotan del más profundo sentimiento por las cosas queridas.
Lee también: Hoy más que nunca se siente la ‘Ausencia sentimental’
Lo cierto es que ‘Rafa’ tenía otra canción para participar en el Festival Vallenato, pero el día antes de mandarla una motivación especial hizo que en media hora surgiera en su mente esta obra. “Es como si ya me la supiera”, explica compositor.
La montó en un casete y se la envió por Servientrega a su compadre Armando Morelli para que se encargara de la respectiva inscripción. Pasado un día se cerraban las inscripciones y el bendito casete no llegaba.
Por fin, sobre las 4:30 de la tarde, apareció el mensajero y Armando voló como una perdiz hasta la Plaza Alfonso López para llenar los requisitos. Faltando cinco minutos para el cierre, afanado y casete en mano abordó a la encargada que ya recogía sus bártulos. La funcionaria, medio displicente, le advirtió: “Es la última”, para luego entregarle un formulario que debía llenar con los datos del compositor.
Tremendo lío, después del nombre de la canción seguía nombre del autor y número de cédula. Quedó frío, no había celulares a la mano ni tiempo para averiguar el número de la cédula de ‘Rafa’.
No dejes de leer: El Festival de la Leyenda Vallenata está en las manos de Dios
Sin pensarlo dos veces puso su nombre como autor, con su número de cédula y su fecha de nacimiento, pero no en La Jagua de Ibirico sino en Valledupar. “Trágame tierra”, se dijo Armando. Solo faltaba la foto. Afortunadamente cargaba el carnet de Sayco sin plastificar y con tijera prestada obtuvo la fotografía y pudo aquel formulario quedar flamantico, listo para concursar.
Era la época en que mantenía excelentes relaciones con las directivas del Festival Vallenato y cualquier impase se arreglaría sin dificultad. Lo importante era, y así se logró, inscribir la canción.
Eran muchos los ‘arroyitos’ que tenía que atravesar ‘Rafa’ Manjarréz para conquistar un final feliz. Un día antes del concurso viajó de Barranquilla para Valledupar con el ‘cachaco’ Jiménez, quién sería el encargado de presentarla ante el público y el jurado.
El ‘cachaco’ ya la tenía afinada y montada pero ‘Rafa’ no la había escuchado en su recia voz. Muy temprano tomaron camino y pararon a desayunar en la frutera de Ciénaga, Magdalena.
Allí ‘Rafa’ le pidió, mientras fritaban las arepas de huevo, que la cantara y ásperamente Jiménez le dijo: “Vea compadre, yo con hambre no canto”. Después de engullir tres arepas y dos jugos de zapote continuaron el viaje.
Te puede interesar: El folclor vallenato amanece con ‘ausencia sentimental’
Pasando por Fundación, Magdalena, pararon a tomarse un tinto de esos de carretera y nuevamente le pidió ‘Rafa’ a su estrella del canto que le dejara escuchar siquiera una estrofa y este le comentó: “Vea compadre, ¿quién canta con esta hartura que traigo yo?”. “Bellaco”, masculló ‘Rafa’, entre dientes. El viaje continuó.
Kilómetros después pararon en la bomba de El Copey. Rafa se moría por escuchar su canción. Cortésmente le pidió: “Hombre, cachaco, cántame aunque sea solo un pedacito”. Sobrado del lote el cachaco respondió: “Vea compadre, yo no soy cantante de pueblo”. “Cretino”, pensó Rafa, malhumorado.
Entrando a Bosconia se encontraron al ‘Chiche’ Martínez y Miguel Herrera, quienes los llevaron hasta una finca cercana donde habían preparado un ‘sancocho’. Después de un par de tragos ‘Rafa’ les anunció que escucharían la canción con la que iba a participar en el Festival. “Yo no soy cantante de monte”, le espetó el ‘cachaco’.
Cuando por fin llegaron a Valledupar, ‘Rafa’ con inconformidad por los desplantes recibidos, pactaron el encuentro para la primera ronda en la mañana. Manjarréz llegó temprano con una ‘panchita’ de aguardiente en el bolsillo de atrás del pantalón. Los nervios se apoderaron de él porque el cachaco no aparecía.
No dejes de leer: El folclor vallenato amanece con ‘ausencia sentimental’
Al tercer llamado del jurado se metió media ‘panchita’ de dos tirones y se subió y cantó como nunca lo había hecho, con el alma. La ovación fue grande y ya enfilado hacia la final se le presentó el ‘cachaco’ bien engallado y perfumado diciéndole: “Estoy listo Rafa”. “Listo ¿pa’ qué, ‘desgraciao’? Ábrete que voy a cantar soy yo”, respondió Rafa.
Desde entonces y sin objeción alguna, ‘Ausencia sentimental’ es la canción reina del Festival Vallenato. Claro que aún en los archivos del Festival está la inscripción del canto a nombre de Armando Morelli quien todavía sigue esperando que Rafa le dé parte de las regalías.
Por Julio César Oñate Martínez