Camila Durán, como era costumbre, salió con cuatro mujeres vecinas a cortar leña. Eran las 4 de la tarde, 3 de febrero de 1956. Cada una con su machete, un hico y un pedazo de tela que utilizaban para hacer una rodilla o soporte circular para cargar el bulto de leña en la cabeza. En […]
Camila Durán, como era costumbre, salió con cuatro mujeres vecinas a cortar leña. Eran las 4 de la tarde, 3 de febrero de 1956. Cada una con su machete, un hico y un pedazo de tela que utilizaban para hacer una rodilla o soporte circular para cargar el bulto de leña en la cabeza.
En el camino, extrañadas, las cuatro mujeres observan a Camila silenciosa; raro en ella, dado que siempre era la más y mejor conversadora. Al preguntarle el motivo de su silencio, dice: como ayer era día de la Virgen de la Candelaria, me acosté pensando en el pueblo de Los Venados, porque dicen que la Virgen fue encontrada en la Guerra de los Mil Días. Sobre un monte convertido en cenizas había un matojo verde donde la imagen de la Virgen estaba, intacta en un lienzo. Después de un breve silencio, concluye: tuve la revelación que yo me había encontrado un santo en Mariangola.
Las mujeres siguieron su camino, sin mostrar mucho interés por el comentario. Como si nada, Camila empieza a picar una rama, observa el resplandor de un objeto metálico, se agacha, lo toma en sus manos y al ver la imagen de un santo grita: ¡Mujeres, vengan acá! ¡Un milagro! Miren, ésta es la imagen de un santo. Las mujeres, sorprendidas, se acercan y preguntan: ¿Y qué santo es?
No se le veía bien el rostro, porque está desgastado por el tiempo, sol, el agua y la candela. Pero Camila no se amilana, y comenta que en Mariangola la que sabe de santos y de oraciones es la maestra Juana. Entonces, se van a la casa de la maestra y le piden que busque en sus libros religiosos la imagen del santo, para conocer su nombre. La maestra observa la imagen, y dice: La verdad, no le encuentro el parecido, quizá porque la imagen está muy deteriorada; es mejor que vayan a Valledupar y le pregunten al sacerdote.
Camila, con gesto de respeto, le dice a la maestra: No se preocupe, si en ese libro no aparece el nombre, nosotras le ponemos. Y como yo lo encontré, el nombre es “Santico Hallao”. Y desde hoy, 3 de febrero, en mi casa le haremos la velación.
Noche inolvidable para Camila y sus cuatro mujeres acompañantes, sus familiares y vecinos (entre estos Chano Ayala, uno de los creyentes más fieles a esta tradición de la velación del Santico Hallao). Las mujeres, con un sonoro palmoteo, cantaron en ritmo de tambora: Como este santo no hay otro/ este santo es encontrao/ este santo de nosotros/ se llama Santico Hallao.
Después de la muerte de Camila, 10 de abril 1979, Chano Ayala siguió con la ya tradicional velación del Santico Hallao. Y con la muerte de Chano, esa tradición se perdió. Hoy la imagen reposa en la casa de Rita Pretel, hija de Chano. Y no se olvidan de ponerle una vela cada 3 de febrero. Y de ese modo evocan también la memoria de Camila Durán y de su padre.
Camila Durán, como era costumbre, salió con cuatro mujeres vecinas a cortar leña. Eran las 4 de la tarde, 3 de febrero de 1956. Cada una con su machete, un hico y un pedazo de tela que utilizaban para hacer una rodilla o soporte circular para cargar el bulto de leña en la cabeza. En […]
Camila Durán, como era costumbre, salió con cuatro mujeres vecinas a cortar leña. Eran las 4 de la tarde, 3 de febrero de 1956. Cada una con su machete, un hico y un pedazo de tela que utilizaban para hacer una rodilla o soporte circular para cargar el bulto de leña en la cabeza.
En el camino, extrañadas, las cuatro mujeres observan a Camila silenciosa; raro en ella, dado que siempre era la más y mejor conversadora. Al preguntarle el motivo de su silencio, dice: como ayer era día de la Virgen de la Candelaria, me acosté pensando en el pueblo de Los Venados, porque dicen que la Virgen fue encontrada en la Guerra de los Mil Días. Sobre un monte convertido en cenizas había un matojo verde donde la imagen de la Virgen estaba, intacta en un lienzo. Después de un breve silencio, concluye: tuve la revelación que yo me había encontrado un santo en Mariangola.
Las mujeres siguieron su camino, sin mostrar mucho interés por el comentario. Como si nada, Camila empieza a picar una rama, observa el resplandor de un objeto metálico, se agacha, lo toma en sus manos y al ver la imagen de un santo grita: ¡Mujeres, vengan acá! ¡Un milagro! Miren, ésta es la imagen de un santo. Las mujeres, sorprendidas, se acercan y preguntan: ¿Y qué santo es?
No se le veía bien el rostro, porque está desgastado por el tiempo, sol, el agua y la candela. Pero Camila no se amilana, y comenta que en Mariangola la que sabe de santos y de oraciones es la maestra Juana. Entonces, se van a la casa de la maestra y le piden que busque en sus libros religiosos la imagen del santo, para conocer su nombre. La maestra observa la imagen, y dice: La verdad, no le encuentro el parecido, quizá porque la imagen está muy deteriorada; es mejor que vayan a Valledupar y le pregunten al sacerdote.
Camila, con gesto de respeto, le dice a la maestra: No se preocupe, si en ese libro no aparece el nombre, nosotras le ponemos. Y como yo lo encontré, el nombre es “Santico Hallao”. Y desde hoy, 3 de febrero, en mi casa le haremos la velación.
Noche inolvidable para Camila y sus cuatro mujeres acompañantes, sus familiares y vecinos (entre estos Chano Ayala, uno de los creyentes más fieles a esta tradición de la velación del Santico Hallao). Las mujeres, con un sonoro palmoteo, cantaron en ritmo de tambora: Como este santo no hay otro/ este santo es encontrao/ este santo de nosotros/ se llama Santico Hallao.
Después de la muerte de Camila, 10 de abril 1979, Chano Ayala siguió con la ya tradicional velación del Santico Hallao. Y con la muerte de Chano, esa tradición se perdió. Hoy la imagen reposa en la casa de Rita Pretel, hija de Chano. Y no se olvidan de ponerle una vela cada 3 de febrero. Y de ese modo evocan también la memoria de Camila Durán y de su padre.