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Columnista - 28 marzo, 2020

La solidaridad en los tiempos del coronavirus

Me referiré en esta oportunidad a las miles de personas que se dedican al rebusque diario; no tienen ni han tenido una oportunidad o fortuna para legalizar o establecer un negocio; estoy hablando delos vendedores informales en Colombia. Para involucrarme más ante esta situación, me acerqué a dos conocidos vendedores informales, de los muchos que […]

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Me referiré en esta oportunidad a las miles de personas que se dedican al rebusque diario; no tienen ni han tenido una oportunidad o fortuna para legalizar o establecer un negocio; estoy hablando delos vendedores informales en Colombia.

Para involucrarme más ante esta situación, me acerqué a dos conocidos vendedores informales, de los muchos que existen la ciudad y el país; los saludé, les pregunté ¿Qué tal las ventas? Rápidamente me respondieron: “No hemos bajado bandera, tampoco hemos almorzado”. Expresaron: “Si no nos mata el coronavirus nos matará el hambre”. Me retiré y a los cinco minutos aparecí con dos pasteles (tamales), los cuales devoraron rápidamente.

Esta actividad, que mujeres y hombres desarrollan en el espacio público, ambulantes o fijos se verá seriamente afectada por el COVID -19, pues estará en peligro su sustento; su actividad les permite vivir del día a día, precisamente lo que vendan ese día y si no venden no comen, así de sencillo. 

Se escucha muy a menudo que se tomaran medidas económicas que favorecerán a pequeños y medianos comerciantes, mientras dure este apocalíptico virus, pero ni un ápice de normatividad para los vendedores informales. 

Es el momento de acelerar la Ley 1988 de 2019, más conocida como la Ley de la Empanada y de la cual opinamos mediante escrito publicado en este medio periodístico; ley que establece los lineamientos para la formulación, implementación y evaluación de una política pública a los venderos informales en un plazo de 12 meses; norma que consta de 9. artículos, que no se han cumplido; especialmente el artículo 7° que ordena al gobierno nacional y los entes territoriales a desarrollar programas, proyectos y acciones orientadas a garantizar los derechos, la dignidad humana, al mínimo vital y al trabajo de los vendedores informales.

El gobierno nacional no debe pasar por alto esta angustiosa situación y desde ya visibilizar notoria y degradante problemática en el concepto no solo de la salud, sino también en el plano económico que rodea a los vendedores informales y darles la mano en estos momentos de afujías.

Es el valor de la solidaridad que se ha perdido, el cual debe aparecer, un lazo de fortalecimiento universal que potencia. Llegó el momento de entregar una verdadera solidaridad a los más desposeídos.  Si el dinero y el poder te hacen arrogante, la enfermedad y la muerte te mostraran que no eres nada en esta tierra.  Expresemos solidaridad, entregando mercados, dinero en efectivo, comida preparada, bebidas… A llenarnos de nuestro sentir natural solidario.  A ejercer nuestro potencial solidario, a contagiarnos, pero de solidaridad y ayudar a nuestros semejantes necesitados.  El progreso de la economía no tiene razón de ser si se mantienen en este mundo hambrunas.

El momento no es para enfrascarnos en polémica que poco contribuyen a la solución; lo primordial ahora, es aunar esfuerzos y actuar unidos como un todo imperativo, cuyo objetivo fundamental es salvar vidas. La pregunta que por la época tenemos que hacer es: ¿usted desayuno?  almorzó? ¿O cenó?; ante la respuesta negativa, ayudar inmediatamente.

Recojo las palabras del mandatario de la nación, presidente Duque: “Queremos propagar la solidaridad”. Que así sea.  

Columnista
28 marzo, 2020

La solidaridad en los tiempos del coronavirus

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Franco Salas

Me referiré en esta oportunidad a las miles de personas que se dedican al rebusque diario; no tienen ni han tenido una oportunidad o fortuna para legalizar o establecer un negocio; estoy hablando delos vendedores informales en Colombia. Para involucrarme más ante esta situación, me acerqué a dos conocidos vendedores informales, de los muchos que […]


Me referiré en esta oportunidad a las miles de personas que se dedican al rebusque diario; no tienen ni han tenido una oportunidad o fortuna para legalizar o establecer un negocio; estoy hablando delos vendedores informales en Colombia.

Para involucrarme más ante esta situación, me acerqué a dos conocidos vendedores informales, de los muchos que existen la ciudad y el país; los saludé, les pregunté ¿Qué tal las ventas? Rápidamente me respondieron: “No hemos bajado bandera, tampoco hemos almorzado”. Expresaron: “Si no nos mata el coronavirus nos matará el hambre”. Me retiré y a los cinco minutos aparecí con dos pasteles (tamales), los cuales devoraron rápidamente.

Esta actividad, que mujeres y hombres desarrollan en el espacio público, ambulantes o fijos se verá seriamente afectada por el COVID -19, pues estará en peligro su sustento; su actividad les permite vivir del día a día, precisamente lo que vendan ese día y si no venden no comen, así de sencillo. 

Se escucha muy a menudo que se tomaran medidas económicas que favorecerán a pequeños y medianos comerciantes, mientras dure este apocalíptico virus, pero ni un ápice de normatividad para los vendedores informales. 

Es el momento de acelerar la Ley 1988 de 2019, más conocida como la Ley de la Empanada y de la cual opinamos mediante escrito publicado en este medio periodístico; ley que establece los lineamientos para la formulación, implementación y evaluación de una política pública a los venderos informales en un plazo de 12 meses; norma que consta de 9. artículos, que no se han cumplido; especialmente el artículo 7° que ordena al gobierno nacional y los entes territoriales a desarrollar programas, proyectos y acciones orientadas a garantizar los derechos, la dignidad humana, al mínimo vital y al trabajo de los vendedores informales.

El gobierno nacional no debe pasar por alto esta angustiosa situación y desde ya visibilizar notoria y degradante problemática en el concepto no solo de la salud, sino también en el plano económico que rodea a los vendedores informales y darles la mano en estos momentos de afujías.

Es el valor de la solidaridad que se ha perdido, el cual debe aparecer, un lazo de fortalecimiento universal que potencia. Llegó el momento de entregar una verdadera solidaridad a los más desposeídos.  Si el dinero y el poder te hacen arrogante, la enfermedad y la muerte te mostraran que no eres nada en esta tierra.  Expresemos solidaridad, entregando mercados, dinero en efectivo, comida preparada, bebidas… A llenarnos de nuestro sentir natural solidario.  A ejercer nuestro potencial solidario, a contagiarnos, pero de solidaridad y ayudar a nuestros semejantes necesitados.  El progreso de la economía no tiene razón de ser si se mantienen en este mundo hambrunas.

El momento no es para enfrascarnos en polémica que poco contribuyen a la solución; lo primordial ahora, es aunar esfuerzos y actuar unidos como un todo imperativo, cuyo objetivo fundamental es salvar vidas. La pregunta que por la época tenemos que hacer es: ¿usted desayuno?  almorzó? ¿O cenó?; ante la respuesta negativa, ayudar inmediatamente.

Recojo las palabras del mandatario de la nación, presidente Duque: “Queremos propagar la solidaridad”. Que así sea.