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Columnista - 19 marzo, 2020

Lloraban los muchachos

En estos días de cuarentena larga y obligatoria conversar es uno de los buenos oficios retomados. Y charlar con jóvenes siempre resulta provechoso, y asombroso en muchos casos. Hablo de muchachos de areticos, pelilargos, tatuados, flacos por moda y unidos por edad. No hay que asombrarnos de nada, pero si noto algo extraño oír a […]

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En estos días de cuarentena larga y obligatoria conversar es uno de los buenos oficios retomados. Y charlar con jóvenes siempre resulta provechoso, y asombroso en muchos casos. Hablo de muchachos de areticos, pelilargos, tatuados, flacos por moda y unidos por edad. No hay que asombrarnos de nada, pero si noto algo extraño oír a grupo de muchachos como Jorge Ignacio Rosado e Iván David Bossa Jr., próximos a cumplir 23 años, universitarios, con novias de su edad que miden 1.25 cm de tamaño y que ellos llaman generación CH “Chikunguña”, refiriéndose a las chicas que sonrientes aceptan. Nuestra generación en cambio, tuvo mujeres altas y flacas que pusieron a suspirar al siglo pasado, hoy hasta el amor viene en otros tamaños.

Ese no es el asunto, ni el disgusto, ni siquiera la preocupación, si no la música, concretamente el vallenato. Rosado y Bossa vienen de padres folclóricos, compositores, decimeros, congueros y promotores del género, pero, al contrario de sus años, se reúnen a escuchar vallenato viejo, y lo peor, dicen que el vallenato llegó a sus máximos límites, ya no da más. De ahí pa’ atrás asegura Iván David con una pasmosa convicción de sabio.

Ellos reunidos en una tarde dominical para escuchar y hablar de Diomedes, Jorge Oñate, Los Zuleta, Los Betos, Silvio Brito, el Binomio de Oro, o de autores como Gustavo Gutiérrez, Marín, Sergio Moya, Rosendo, Mobil, Chiche Maestre, Roberto Calderón o Tijito Carrillo tiene un tinte de curiosidad. Para ese grupo de juveniles, todos nacidos en Valledupar, el último éxito que recuerdan es “Te dedico mis triunfos”, tema de Aurelio Yeyo Núñez, en la voz del Jilguero Oñate.

Repiten títulos como Nido de amor, El cóndor herido, Así fue mi querer, Luna sanjuanera, A mis hijos porqué, Todo es para ti, Ahí vas paloma, y casi obligados algunos cantos del negro Calixto Ochoa, por insistencia de los padres que generalmente pagan las cuentas de sus reuniones. Sorpresa que ídolos como Silvestre Dangond, Kvrass, Diego Daza, Omar Geles, o ‘El Mono’ Zabaleta no suenen en más de tres oportunidades en sus reuniones. Presenté mi desacuerdo, porque conozco viejos silvestristas por montones, incluso otros que bailan “Corral de piedras” del viejo Farucho Ortiz.

De la crisis del vallenato se habla a cada rato, sin embargo es la música colombiana que más atractivos tiene, su conquista es internacional, llena estadios en lugares impensables, si miramos el caso del reciente carnaval de Barranquilla donde Fausto Chatella dio sopa y seco, no deja de llamar la atención. Para algunos dicen que ahí comenzó la decisión de aplazar el Festival Vallenato 53 y que el virus no es sino un pretexto.

Aquellos cantos del vallenato inicial, como “camina vaca vieja que allá alante hay agua para ti”, o “cuidao con mi caballo pechichón con el recorro toditica la montaña, cuando lo monto se emocionan las muchachas”, pareciera que pueden volverse de moda.

La cumbia, baile de abuelos y bisabuelos, es cosa del pasado, pero en salones internacionales aun reclaman a Colombia como país cumbiambero, pensar que “La Cenaida”, hace 30 años es la cumbia más conocida del país, y su autor Rosendo Romero Ospino, un poeta villanuevero vive entre nosotros con una sencillez que no le cabe en el sombrero. ¡Y pocos saben que es cumbiambero!

Siempre en bueno escuchar a los jóvenes para saber que los equivocados somos los mayores. Hora de volver al pasado, jabón, limones, jengibre, vitamina C y casa como cosa rara para estar a salvo. Vea usted, tan fácil.

Columnista
19 marzo, 2020

Lloraban los muchachos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

En estos días de cuarentena larga y obligatoria conversar es uno de los buenos oficios retomados. Y charlar con jóvenes siempre resulta provechoso, y asombroso en muchos casos. Hablo de muchachos de areticos, pelilargos, tatuados, flacos por moda y unidos por edad. No hay que asombrarnos de nada, pero si noto algo extraño oír a […]


En estos días de cuarentena larga y obligatoria conversar es uno de los buenos oficios retomados. Y charlar con jóvenes siempre resulta provechoso, y asombroso en muchos casos. Hablo de muchachos de areticos, pelilargos, tatuados, flacos por moda y unidos por edad. No hay que asombrarnos de nada, pero si noto algo extraño oír a grupo de muchachos como Jorge Ignacio Rosado e Iván David Bossa Jr., próximos a cumplir 23 años, universitarios, con novias de su edad que miden 1.25 cm de tamaño y que ellos llaman generación CH “Chikunguña”, refiriéndose a las chicas que sonrientes aceptan. Nuestra generación en cambio, tuvo mujeres altas y flacas que pusieron a suspirar al siglo pasado, hoy hasta el amor viene en otros tamaños.

Ese no es el asunto, ni el disgusto, ni siquiera la preocupación, si no la música, concretamente el vallenato. Rosado y Bossa vienen de padres folclóricos, compositores, decimeros, congueros y promotores del género, pero, al contrario de sus años, se reúnen a escuchar vallenato viejo, y lo peor, dicen que el vallenato llegó a sus máximos límites, ya no da más. De ahí pa’ atrás asegura Iván David con una pasmosa convicción de sabio.

Ellos reunidos en una tarde dominical para escuchar y hablar de Diomedes, Jorge Oñate, Los Zuleta, Los Betos, Silvio Brito, el Binomio de Oro, o de autores como Gustavo Gutiérrez, Marín, Sergio Moya, Rosendo, Mobil, Chiche Maestre, Roberto Calderón o Tijito Carrillo tiene un tinte de curiosidad. Para ese grupo de juveniles, todos nacidos en Valledupar, el último éxito que recuerdan es “Te dedico mis triunfos”, tema de Aurelio Yeyo Núñez, en la voz del Jilguero Oñate.

Repiten títulos como Nido de amor, El cóndor herido, Así fue mi querer, Luna sanjuanera, A mis hijos porqué, Todo es para ti, Ahí vas paloma, y casi obligados algunos cantos del negro Calixto Ochoa, por insistencia de los padres que generalmente pagan las cuentas de sus reuniones. Sorpresa que ídolos como Silvestre Dangond, Kvrass, Diego Daza, Omar Geles, o ‘El Mono’ Zabaleta no suenen en más de tres oportunidades en sus reuniones. Presenté mi desacuerdo, porque conozco viejos silvestristas por montones, incluso otros que bailan “Corral de piedras” del viejo Farucho Ortiz.

De la crisis del vallenato se habla a cada rato, sin embargo es la música colombiana que más atractivos tiene, su conquista es internacional, llena estadios en lugares impensables, si miramos el caso del reciente carnaval de Barranquilla donde Fausto Chatella dio sopa y seco, no deja de llamar la atención. Para algunos dicen que ahí comenzó la decisión de aplazar el Festival Vallenato 53 y que el virus no es sino un pretexto.

Aquellos cantos del vallenato inicial, como “camina vaca vieja que allá alante hay agua para ti”, o “cuidao con mi caballo pechichón con el recorro toditica la montaña, cuando lo monto se emocionan las muchachas”, pareciera que pueden volverse de moda.

La cumbia, baile de abuelos y bisabuelos, es cosa del pasado, pero en salones internacionales aun reclaman a Colombia como país cumbiambero, pensar que “La Cenaida”, hace 30 años es la cumbia más conocida del país, y su autor Rosendo Romero Ospino, un poeta villanuevero vive entre nosotros con una sencillez que no le cabe en el sombrero. ¡Y pocos saben que es cumbiambero!

Siempre en bueno escuchar a los jóvenes para saber que los equivocados somos los mayores. Hora de volver al pasado, jabón, limones, jengibre, vitamina C y casa como cosa rara para estar a salvo. Vea usted, tan fácil.