Las medidas extremas a las que han tenido que recurrir los países para contener el COVID-19, empezando por China, ha frenado el ritmo de crecimiento de la economía global y amenaza con una recesión global. De hecho la guerra comercial que el presidente de EE. UU., Donald Trump le declaró al resto del mundo le […]
Las medidas extremas a las que han tenido que recurrir los países para contener el COVID-19, empezando por China, ha frenado el ritmo de crecimiento de la economía global y amenaza con una recesión global. De hecho la guerra comercial que el presidente de EE. UU., Donald Trump le declaró al resto del mundo le había infligido un duro golpe al comercio internacional, afectando de paso las cadenas de valor, ralentizando el crecimiento de todos los países involucrados, empezando por sus protagonistas, China y EE. UU., que pasaron de crecer entre el 2018 y el 2019 del 6.6% al 6.1%, el más bajo registrado desde 1990 y del 2.9% al 2.3%, respectivamente.
Las perspectivas de la economía global, entonces no eran las mejores, al punto que la nueva directora del FMI, Kristalina Gueorguieva, recién elegida en tan alto cargo, afirmó categóricamente que “las señales de alarma están encendidas y posiblemente muy pronto la situación pondrá a prueba qué tan preparados estamos”. En su concepto, “la economía mundial se encuentra ahora en un período de desaceleración sincronizada” en el que las cadenas de suministros están rotas, averiadas por cuenta de una guerra comercial en la que, como afirma el FMI “todos pierden”.
El economista turco, doctorado en la Universidad de Harvard, célebre por advertir con dos años de anticipación la crisis financiera de 2008, Nouriel Roubini, pronostica una nueva recesión en 2020. De manera que la economía global venía transitando por la cornisa de la estagnación, con una alto riesgo de precipitarse al abismo de una prolongada recesión.
Y él no está sólo en su vaticinio, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo advirtió en septiembre pasado sobre el peligro de una recesión mundial para 2020. Como quien dice, al finalizar el año anterior estábamos ad portas de una nueva recesión, debido a que “las perspectivas de la economía mundial actualmente se ven envueltas en una densa niebla de tensiones comerciales internacionales y conflictos geopolíticos”. Los mismos amagos a los que aludía la Directora del FMI.
Las palabras de la Directora del FMI fueron premonitorias, los conflictos comerciales se reanudaron por la terquedad aragonesa de Trump, por la misma razón la escalada en las tensiones geopolíticas persisten y a falta de una crisis financiera sobrevino el COVID – 19, que viene haciendo estragos en el mundo entero, que se debate entre el pánico y la paranoia. Al fin y al cabo, el flujo y reflujo del comercio y de los capitales sirven de vasos comunicantes entre las naciones y encauzan el conocido “efecto mariposa”. De allí que todos los organismos internacionales vienen revisando a la baja su previsión de crecimiento de la economía: la OCDE prevé un crecimiento del PIB por debajo del 2.9%, con una pérdida de 0.5 puntos porcentuales con respecto al 3.4 anterior, por su parte de Economist acaba de bajar su pronóstico del 3% al 2.5%.
Las medidas extremas a las que han tenido que recurrir los países para contener el COVID-19, empezando por China, ha frenado el ritmo de crecimiento de la economía global y amenaza con una recesión global. De hecho la guerra comercial que el presidente de EE. UU., Donald Trump le declaró al resto del mundo le […]
Las medidas extremas a las que han tenido que recurrir los países para contener el COVID-19, empezando por China, ha frenado el ritmo de crecimiento de la economía global y amenaza con una recesión global. De hecho la guerra comercial que el presidente de EE. UU., Donald Trump le declaró al resto del mundo le había infligido un duro golpe al comercio internacional, afectando de paso las cadenas de valor, ralentizando el crecimiento de todos los países involucrados, empezando por sus protagonistas, China y EE. UU., que pasaron de crecer entre el 2018 y el 2019 del 6.6% al 6.1%, el más bajo registrado desde 1990 y del 2.9% al 2.3%, respectivamente.
Las perspectivas de la economía global, entonces no eran las mejores, al punto que la nueva directora del FMI, Kristalina Gueorguieva, recién elegida en tan alto cargo, afirmó categóricamente que “las señales de alarma están encendidas y posiblemente muy pronto la situación pondrá a prueba qué tan preparados estamos”. En su concepto, “la economía mundial se encuentra ahora en un período de desaceleración sincronizada” en el que las cadenas de suministros están rotas, averiadas por cuenta de una guerra comercial en la que, como afirma el FMI “todos pierden”.
El economista turco, doctorado en la Universidad de Harvard, célebre por advertir con dos años de anticipación la crisis financiera de 2008, Nouriel Roubini, pronostica una nueva recesión en 2020. De manera que la economía global venía transitando por la cornisa de la estagnación, con una alto riesgo de precipitarse al abismo de una prolongada recesión.
Y él no está sólo en su vaticinio, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo advirtió en septiembre pasado sobre el peligro de una recesión mundial para 2020. Como quien dice, al finalizar el año anterior estábamos ad portas de una nueva recesión, debido a que “las perspectivas de la economía mundial actualmente se ven envueltas en una densa niebla de tensiones comerciales internacionales y conflictos geopolíticos”. Los mismos amagos a los que aludía la Directora del FMI.
Las palabras de la Directora del FMI fueron premonitorias, los conflictos comerciales se reanudaron por la terquedad aragonesa de Trump, por la misma razón la escalada en las tensiones geopolíticas persisten y a falta de una crisis financiera sobrevino el COVID – 19, que viene haciendo estragos en el mundo entero, que se debate entre el pánico y la paranoia. Al fin y al cabo, el flujo y reflujo del comercio y de los capitales sirven de vasos comunicantes entre las naciones y encauzan el conocido “efecto mariposa”. De allí que todos los organismos internacionales vienen revisando a la baja su previsión de crecimiento de la economía: la OCDE prevé un crecimiento del PIB por debajo del 2.9%, con una pérdida de 0.5 puntos porcentuales con respecto al 3.4 anterior, por su parte de Economist acaba de bajar su pronóstico del 3% al 2.5%.