Se define este concepto como “Apokálisis loánnou, Revelación de Juan” el conocido libro de las revelaciones, el último libro del Nuevo Testamento y de la Biblia Cristiana; en este sentido me orienta el padre Juank Mendoza. Manifesta el sacerdote amigo que este libro también es conocido como Revelaciones de Jesucristo; considerado en los círculos protestantes […]
Se define este concepto como “Apokálisis loánnou, Revelación de Juan” el conocido libro de las revelaciones, el último libro del Nuevo Testamento y de la Biblia Cristiana; en este sentido me orienta el padre Juank Mendoza. Manifesta el sacerdote amigo que este libro también es conocido como Revelaciones de Jesucristo; considerado en los círculos protestantes como el libro de las revelaciones y determinado por la mayoría de estudiosos y académicos como el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. Hoy el mundo está convulsionado, atravesando una crisis moral que nos obliga a pensar que vivimos el Apocalipsis de la manera como fuere descrita en su momento en el siglo I.
Una de las escuelas interpretativas del contenido del Apocalipsis la Escuela Idealista nos dice: “Se observa una alegoría del combate espiritual entre el bien y el mal que debe tener todo fiel”. La pandemia declarada por la OMS a raíz del Coronavirus Covid 19. Ha sido tomado por algunos como algo simple, sin importancia y considerada por otros como algo serio y de mucho cuidado y manejo. El tema es que nos dividimos como siempre, unos buenos y otros malos; los que creen tener la razón y verdad absoluta y del otro lado a los que consideramos faltos de juicio y sin verdad. Estamos tocando fondo y desde luego ante el veredicto final.
Y nos sirve el hecho como un sofisma de distracción ante hechos oscuros de los procesos políticos de Duque, Uribe, Petro y toda esa manada de bandidos políticos que hoy nos dirigen. No hay razón, por ejemplo, a que haya personas que utilicen las redes sociales y los medios masivos de comunicación para generar caos y confusión en un tema tan serio e importante. Imposible creer que existan seres humanos que fundamenten su altruismo a expensas de otro; para llegar yo, no me interesa llevarme por delante al que sea. Vivimos la ley del embudo, “lo ancho pa uno y lo angosto pa otro”.
La máxima de la malicia indígena, en donde prima la viveza y el despropósito sin importar que el afectado sea incluso de mi propia sangre. A lo largo de la historia hemos visto caer imperios y hemos visto nacer otros; estamos atentos a lo que nos dice el Apocalipsis cuando aparecen plagas y se extienden por todo el mundo afectando la economía, creando caos y muerte; llevándose por delante procesos sociales, deportivos, culturales y de toda índole.
Pero más allá del análisis especial que conlleva una pandemia declarada por un virus incurable y la desesperanza de sabios y científicos al no encontrar la cura, está la pandemia de la indolencia y la fragilidad del ser; no me afecta a mí, no es mi problema. Yo tengo comida nada me importa el que tenga hambre. Tengo un lujoso carro qué más da que los otros anden a pie. Los vivos no respetan las normas, infringirlas es pan nuestro de cada día y eso nos hace in; lo demás es cosa de tontos.
En la fila siempre tengo a “alguien” que me ayuda; es cuestión de saber la movida. Mí tiempo es valioso el de los demás no, tomamos sin discreción, sin saber con la sed que vive otro. Y para ser más inverosímil la vaina, el Coronavirus ha incentivado el hecho de saludarnos a metro, o no saludarnos, es cuestión de salud; como si ya de desvalores y de anti principios no tuviéramos suficiente. Dios se apiade de nosotros y aleje del ser humano no solamente el coronavirus, también la indolencia y los malos sentimientos, que no sea solo cuestión de lavarnos las manos y dejar el alma sucia. Sólo Eso.
Se define este concepto como “Apokálisis loánnou, Revelación de Juan” el conocido libro de las revelaciones, el último libro del Nuevo Testamento y de la Biblia Cristiana; en este sentido me orienta el padre Juank Mendoza. Manifesta el sacerdote amigo que este libro también es conocido como Revelaciones de Jesucristo; considerado en los círculos protestantes […]
Se define este concepto como “Apokálisis loánnou, Revelación de Juan” el conocido libro de las revelaciones, el último libro del Nuevo Testamento y de la Biblia Cristiana; en este sentido me orienta el padre Juank Mendoza. Manifesta el sacerdote amigo que este libro también es conocido como Revelaciones de Jesucristo; considerado en los círculos protestantes como el libro de las revelaciones y determinado por la mayoría de estudiosos y académicos como el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. Hoy el mundo está convulsionado, atravesando una crisis moral que nos obliga a pensar que vivimos el Apocalipsis de la manera como fuere descrita en su momento en el siglo I.
Una de las escuelas interpretativas del contenido del Apocalipsis la Escuela Idealista nos dice: “Se observa una alegoría del combate espiritual entre el bien y el mal que debe tener todo fiel”. La pandemia declarada por la OMS a raíz del Coronavirus Covid 19. Ha sido tomado por algunos como algo simple, sin importancia y considerada por otros como algo serio y de mucho cuidado y manejo. El tema es que nos dividimos como siempre, unos buenos y otros malos; los que creen tener la razón y verdad absoluta y del otro lado a los que consideramos faltos de juicio y sin verdad. Estamos tocando fondo y desde luego ante el veredicto final.
Y nos sirve el hecho como un sofisma de distracción ante hechos oscuros de los procesos políticos de Duque, Uribe, Petro y toda esa manada de bandidos políticos que hoy nos dirigen. No hay razón, por ejemplo, a que haya personas que utilicen las redes sociales y los medios masivos de comunicación para generar caos y confusión en un tema tan serio e importante. Imposible creer que existan seres humanos que fundamenten su altruismo a expensas de otro; para llegar yo, no me interesa llevarme por delante al que sea. Vivimos la ley del embudo, “lo ancho pa uno y lo angosto pa otro”.
La máxima de la malicia indígena, en donde prima la viveza y el despropósito sin importar que el afectado sea incluso de mi propia sangre. A lo largo de la historia hemos visto caer imperios y hemos visto nacer otros; estamos atentos a lo que nos dice el Apocalipsis cuando aparecen plagas y se extienden por todo el mundo afectando la economía, creando caos y muerte; llevándose por delante procesos sociales, deportivos, culturales y de toda índole.
Pero más allá del análisis especial que conlleva una pandemia declarada por un virus incurable y la desesperanza de sabios y científicos al no encontrar la cura, está la pandemia de la indolencia y la fragilidad del ser; no me afecta a mí, no es mi problema. Yo tengo comida nada me importa el que tenga hambre. Tengo un lujoso carro qué más da que los otros anden a pie. Los vivos no respetan las normas, infringirlas es pan nuestro de cada día y eso nos hace in; lo demás es cosa de tontos.
En la fila siempre tengo a “alguien” que me ayuda; es cuestión de saber la movida. Mí tiempo es valioso el de los demás no, tomamos sin discreción, sin saber con la sed que vive otro. Y para ser más inverosímil la vaina, el Coronavirus ha incentivado el hecho de saludarnos a metro, o no saludarnos, es cuestión de salud; como si ya de desvalores y de anti principios no tuviéramos suficiente. Dios se apiade de nosotros y aleje del ser humano no solamente el coronavirus, también la indolencia y los malos sentimientos, que no sea solo cuestión de lavarnos las manos y dejar el alma sucia. Sólo Eso.