Cuando Jorman Campuzano llegó a Boca no tenía la confianza que se les brindó a otros jugadores, además era siempre una ficha de cambio y el primero en salir cuando era titular.
Cuando Jorman Campuzano llegó a Boca no tenía la confianza que se les brindó a otros jugadores, además era siempre una ficha de cambio y el primero en salir cuando era titular.
El Boca de Alfaro no convencía y los colombianos eran tenidos en la mira en cada mal resultado de los ‘Xeneizes’.
Pero con la salida de Gustavo Alfaro las cosas comenzaron a cambiar, pues al banco del equipo azul y oro llegaba un viejo conocido, Miguel Ángel Russo, quien ya había levantado títulos con los boquenses, entre esos la Copa Libertadores en 2007.
Russo le dio la confianza a Campuzano, lo incluyó en su grupo de guerreros y el nacido en Tamalameque, Cesar, no lo defraudó.
Y es que de los últimos diez juegos de Boca Juniors, Jorman Campuzano estuvo presente en nueve y en el juego que no hizo presencia su equipo perdió, lo que se convirtió en una especie de suerte para el estratega.
Pronto, lo que en un tiempo fue críticas se convirtieron en gritos de “Campu, Campu, Campu”, pues la hinchada ya había encontrado un ídolo más, en especial La 12, la barra más radical del club argentino.
Finalmente, el matrimonio entre jugador e hinchada se selló el pasado 7 de marzo cuando el equipo ‘azul y oro’ grito campeón. Campuzano jugó 80 minutos y al lado de sus compatriotas Frank Fabra y Sebastián Villa escribieron una nueva historia con olor a café en los libros de la historia del club más ganador de Argentina, el Club Atlético Boca Juniors.
El cesarense llegó al equipo de Buenos Aires proveniente de Atlético Nacional, en dónde no duró mucho ya que su talento y seguridad en el centro del campo lo llevaron a uno de los clubes más laureados de Sudamérica.
Ahora, el reto para el técnico Russo y sus muchachos será la Copa Libertadores, una deuda que aún tiene pendiente con su hinchada desde hace 13 años.
Cuando Jorman Campuzano llegó a Boca no tenía la confianza que se les brindó a otros jugadores, además era siempre una ficha de cambio y el primero en salir cuando era titular.
Cuando Jorman Campuzano llegó a Boca no tenía la confianza que se les brindó a otros jugadores, además era siempre una ficha de cambio y el primero en salir cuando era titular.
El Boca de Alfaro no convencía y los colombianos eran tenidos en la mira en cada mal resultado de los ‘Xeneizes’.
Pero con la salida de Gustavo Alfaro las cosas comenzaron a cambiar, pues al banco del equipo azul y oro llegaba un viejo conocido, Miguel Ángel Russo, quien ya había levantado títulos con los boquenses, entre esos la Copa Libertadores en 2007.
Russo le dio la confianza a Campuzano, lo incluyó en su grupo de guerreros y el nacido en Tamalameque, Cesar, no lo defraudó.
Y es que de los últimos diez juegos de Boca Juniors, Jorman Campuzano estuvo presente en nueve y en el juego que no hizo presencia su equipo perdió, lo que se convirtió en una especie de suerte para el estratega.
Pronto, lo que en un tiempo fue críticas se convirtieron en gritos de “Campu, Campu, Campu”, pues la hinchada ya había encontrado un ídolo más, en especial La 12, la barra más radical del club argentino.
Finalmente, el matrimonio entre jugador e hinchada se selló el pasado 7 de marzo cuando el equipo ‘azul y oro’ grito campeón. Campuzano jugó 80 minutos y al lado de sus compatriotas Frank Fabra y Sebastián Villa escribieron una nueva historia con olor a café en los libros de la historia del club más ganador de Argentina, el Club Atlético Boca Juniors.
El cesarense llegó al equipo de Buenos Aires proveniente de Atlético Nacional, en dónde no duró mucho ya que su talento y seguridad en el centro del campo lo llevaron a uno de los clubes más laureados de Sudamérica.
Ahora, el reto para el técnico Russo y sus muchachos será la Copa Libertadores, una deuda que aún tiene pendiente con su hinchada desde hace 13 años.