El periodismo es tan antiguo como la humanidad y desde entonces ha evolucionado paralelo al avance del conocimiento universal. En su comienzo el periodismo fue oral, por el desconocimiento de la escritura y su lectura, que durante mucho tiempo fue un privilegio elitista. En nuestra historia vernácula, el legendario Francisco el hombre era un periodista […]
El periodismo es tan antiguo como la humanidad y desde entonces ha evolucionado paralelo al avance del conocimiento universal. En su comienzo el periodismo fue oral, por el desconocimiento de la escritura y su lectura, que durante mucho tiempo fue un privilegio elitista.
En nuestra historia vernácula, el legendario Francisco el hombre era un periodista ambulante porque trasmitía las noticias a los lugares de sus habituales correrías, a menudo en forma de canciones cantadas con su acordeón. Por lo cual, a veces, recibía gratificaciones económicas y también brindis de alimentos u otras especies.
En el transcurso del tiempo, las nuevas tecnologías han cambiado la manera de hacer periodismo. Por ejemplo, en Colombia, hace más de 220 años el bibliotecario cubano, don Manuel del Socorro Rodríguez, imprimió la primera hoja de noticias. En 1791 funda el semanario, Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá, iniciativas que le concedieron el reconocimiento como el precursor del periodismo en nuestro país.
En aquel tiempo, el periodismo colombiano era más informador de noticias que generador de opinión, modalidad periodística que ha ganado mayor espacio con el derecho a la libertad de prensa, que no es más que la libertad de expresión reconocida en todo el globo terráqueo. Claro está, que la libertad de opinión debe fundamentarse en la verdad, por encima de cualquier otra circunstancia, por muy noble que la antepongan algunos intereses secretos, que a la postre resultan más falsos que ciertos.
Apenas en 1949 es constituida la primera escuela de periodismo del país. A partir de este año las clases de la carrera de Periodismo se inician con una duración de dos años y con el reconocimiento del carácter profesional de los mismos.
A pesar de la existencia de múltiples facultades de comunicación social, en nuestro país una franja importante de los forjadores de opinión a través del periodismo, no son periodistas académicos; es decir, no tienen el diploma universitario que los acredite como profesionales del periodismo. De esto los columnistas de El Pilón somos paradigma.
Lo anterior es una loable herencia de muchos años, pues en el país tenemos personajes destacados como periodistas, entre los cuales sobresale, Alberto Lleras Camargo, quien fuera periodista connotado, además, dos veces presidente de la República y no era siquiera bachiller.
En Valledupar distinguimos a Consuelo Araujonoguera, más conocida como la ‘Cacica vallenata’, por sus columnas escritas en el periódico El Espectador, leídas semanalmente por gran parte de la sociedad colombiana por sus elocuentes comentarios. Por los cuales les surgieron muchos detractores.
En nuestro país el ejercicio del periodismo no es desligado de la política, por ende, es una profesión que conlleva peligros, debido a las denuncias cometidas por quienes llegan el poder gubernamental que, generalmente son irascibles a las críticas de los periódicos.
Los gobernantes son intolerantes a las denuncias periodísticas, sobre todo aquellas de carácter investigativas, como la reciente de la Revista Semana sobre las chazadas de las conversaciones de los magistrados encargados de investigar al expresidente Uribe, periodistas y políticos defensores de la paz firmada por el expresidente JM Santos.
En más de 20 años que llevo como columnista de El Pilón, he tenido detractores que me han insultado e intimidado por no estar de acuerdo con mis opiniones. Y sigo escribiendo no por obstinación sino porque siempre esgrimo la verdad.
El periodismo es tan antiguo como la humanidad y desde entonces ha evolucionado paralelo al avance del conocimiento universal. En su comienzo el periodismo fue oral, por el desconocimiento de la escritura y su lectura, que durante mucho tiempo fue un privilegio elitista. En nuestra historia vernácula, el legendario Francisco el hombre era un periodista […]
El periodismo es tan antiguo como la humanidad y desde entonces ha evolucionado paralelo al avance del conocimiento universal. En su comienzo el periodismo fue oral, por el desconocimiento de la escritura y su lectura, que durante mucho tiempo fue un privilegio elitista.
En nuestra historia vernácula, el legendario Francisco el hombre era un periodista ambulante porque trasmitía las noticias a los lugares de sus habituales correrías, a menudo en forma de canciones cantadas con su acordeón. Por lo cual, a veces, recibía gratificaciones económicas y también brindis de alimentos u otras especies.
En el transcurso del tiempo, las nuevas tecnologías han cambiado la manera de hacer periodismo. Por ejemplo, en Colombia, hace más de 220 años el bibliotecario cubano, don Manuel del Socorro Rodríguez, imprimió la primera hoja de noticias. En 1791 funda el semanario, Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá, iniciativas que le concedieron el reconocimiento como el precursor del periodismo en nuestro país.
En aquel tiempo, el periodismo colombiano era más informador de noticias que generador de opinión, modalidad periodística que ha ganado mayor espacio con el derecho a la libertad de prensa, que no es más que la libertad de expresión reconocida en todo el globo terráqueo. Claro está, que la libertad de opinión debe fundamentarse en la verdad, por encima de cualquier otra circunstancia, por muy noble que la antepongan algunos intereses secretos, que a la postre resultan más falsos que ciertos.
Apenas en 1949 es constituida la primera escuela de periodismo del país. A partir de este año las clases de la carrera de Periodismo se inician con una duración de dos años y con el reconocimiento del carácter profesional de los mismos.
A pesar de la existencia de múltiples facultades de comunicación social, en nuestro país una franja importante de los forjadores de opinión a través del periodismo, no son periodistas académicos; es decir, no tienen el diploma universitario que los acredite como profesionales del periodismo. De esto los columnistas de El Pilón somos paradigma.
Lo anterior es una loable herencia de muchos años, pues en el país tenemos personajes destacados como periodistas, entre los cuales sobresale, Alberto Lleras Camargo, quien fuera periodista connotado, además, dos veces presidente de la República y no era siquiera bachiller.
En Valledupar distinguimos a Consuelo Araujonoguera, más conocida como la ‘Cacica vallenata’, por sus columnas escritas en el periódico El Espectador, leídas semanalmente por gran parte de la sociedad colombiana por sus elocuentes comentarios. Por los cuales les surgieron muchos detractores.
En nuestro país el ejercicio del periodismo no es desligado de la política, por ende, es una profesión que conlleva peligros, debido a las denuncias cometidas por quienes llegan el poder gubernamental que, generalmente son irascibles a las críticas de los periódicos.
Los gobernantes son intolerantes a las denuncias periodísticas, sobre todo aquellas de carácter investigativas, como la reciente de la Revista Semana sobre las chazadas de las conversaciones de los magistrados encargados de investigar al expresidente Uribe, periodistas y políticos defensores de la paz firmada por el expresidente JM Santos.
En más de 20 años que llevo como columnista de El Pilón, he tenido detractores que me han insultado e intimidado por no estar de acuerdo con mis opiniones. Y sigo escribiendo no por obstinación sino porque siempre esgrimo la verdad.